Ana Zamora, Premio Nacional de teatro

Ana Zamora nos pareció siempre una esponja con sed de conocimiento e instinto teatral. Una trabajadora infatigable que ha sabido y sabe absorber todo lo que la vida iba ofreciéndola y ofrece. Desde niña, pasando por la adolescente, la joven y la adulta, Ana está atenta, no vaya a perderse algo. En su quehacer teatral está integrado lo aprendido con sus abuelos María Josefa Canelleda y Alonso Vicente Zamora, la vitalidad de su madre Teresa Tardío y el carisma y la escucha de su padre Alonso Zamora; la belleza sobrecogedora de tantos rincones de la ciudad de Segovia, (su ciudad); Los títeres de todo el mundo y de todos los géneros que siendo niña y adolescente le impactaban y divertían.

Con ellos aprendía que existe un inmenso caudal poético contenido en lo más humilde y diminuto, Titirimundi, el importantísimo Festival de títeres que Julio Michel nos dejó en herencia, le abría ventanas al gran mundo. También su paso por el teatro de San Nicolás, sede del Taller Municipal de Teatro, siendo ella una adolescente y en su recién iniciada juventud le enseñaron el desafío que representa una vida dedicada al teatro. Andrzej Szkandera y yo misma tuvimos la suerte de disfrutar de ella, de su entrega, generosidad y compañerismo, cualidades necesarias en el Arte Teatral. Viéndose desde entonces su clara inclinación por la puesta en escena. E inventándose divertidas e impactantes historias como fue aquel cuento que ideó: “La chepudita de San Nicolás”, en él, hermanó Praga con Segovia.

El premio Nacional de Teatro concedido por el Ministerio de Cultura resalta el “Teatro poético y ritualista enraizado en el teatro clásico español”.

Ana Zamora, a lo largo de su trayectoria de veinte y dos años al frente de su compañía Nao d Amores, ha llevado a escena, principalmente, un repertorio olvidado y en muchos casos desconocido de textos medievales, renacentistas, y del periodo pre barroco. Textos que, parecían imposibles de imaginar en un teatro y difíciles para crear un espectáculo teatral, ella ha sabido convertirlos en hechos escénicos, rescatándolos del pasado y otorgándoles una vida teatral en la escena contemporánea. Ana conoce el legado de los grandes maestros del siglo XX, sus descubrimientos y hallazgos escénicos: el tratamiento del espacio, la poética y el simbolismo de los objetos, la dramaturgia integrando a todos y cada uno de los componentes del hecho escénico, la disciplina actoral. Con una visión muy personal, de gran pureza y esencialidad, Ana Zamora ha sabido traer o acercar al público de hoy textos antiguos (pre teatrales) con un lenguaje contemporáneo. Un ritual vivo activado con el trabajo minucioso y exigente de los intérpretes: actores y músicos. Textos difíciles de asimilar, interpretados, además, en castellano antiguo u otras lenguas románicas. Ahí ha estado Vicente Fuentes, uno de los componentes del equipo artístico de esta compañía. Imposible olvidarse de Alicia Lázaro, la investigadora e intérprete que rescata música de los archivos, la dirige e interpreta. Un vestuario que se transforma y puede convertirse en algo más, llevado a cabo por Deborah Macías. Ana desde el inio supo rodearse de un equipo leal a sabiendas de que la tarea titánica de crear una compañía pasaba por trabajar junto a otros y formar un equipo. Lo dice en sus declaraciones después de haber recibido el premio: “haber apostado por una compañía, por un equipo estable, me parece que también es una declaración de principios”. Con esto nuestra premiada nos dice mucho de su compromiso vital y teatral
En un mundo inestable, en el que parece que todo es líquido y así lo llaman: las relaciones, los géneros, las noticias que se evaporan en el mismo día, encontrarse con la solidez de un trabajo bien hecho, minucioso, riguroso y perseverante, nos da el convencimiento de que es posible hacer que el teatro esté entre la categoría de lo que llamamos Arte. No todo vale. Existe el desafío. El impulso potente de que podemos sobrepasar nuestros propios límites.
Ana Zamora apoya la mesa en la que nos sirve sus espectáculos como si se tratara de una misa laica con cuatro patas: Investigación. Conocimiento. Equipo. Visión o poderosa intuición para ser capaz de imaginar un texto en un espacio y ponerse a ello. Y Trabajo, mucho trabajo. Quería sacar cuatro patas pero me han salido cinco. Y seguro que me dejo una muy importante: El Misterio. Pero eso no es pata, es el mantel, hecho de seda y con bordados.
Exquisita es esta persona, hoy Premio Nacional de Teatro, cuando lleva a cabo sus espectáculos teatrales.
Este premio es justo y acertado. La propia Ana Zamora en sus declaraciones ha dicho al referirse a este premio “mi labor de picar piedra”.
Y como dicen ellos en su web: “esta compañía constituye un proyecto de presente, que forma parte de la profunda reflexión que necesita nuestro país sobre el sentido último que tienen las artes escénicas en pleno siglo XXI”.
¡Enhorabuena Ana Zamora! ¡Enhorabuena Nao d Amores!