
Los torpes damos en pensar que la harina viene del trigo y se nos olvida que no hay harina sin hombres que dejan su vida para que este milagro sea posible. A mí me lo enseñó Alfredo Monjas hombre afable, cariñoso y buena persona que trabajó la harina y se hizo harina para dar lo mejor de sí en su horno de panadero y en su pueblo al servicio de sus vecinos.
No debo ser el único que siento un afecto especial por él seguramente menor que el que él me profesaba con locura. Me quería. Así de sencillo. Y me encuentro en deuda permanente con él porque su buen corazón nos rebosaba a todos los que teníamos la bendición de conocerle. Como persona, como Alcalde de los Huertos, como panadero, como amigo.
Como en todas las vidas, las pruebas aparecen y ensombrecen los días de las personas. A Alfredo le intentaron nublar muchos días los que pagan con la moneda de la envidia y la crudeza la ilusión y el trabajo de las buenas personas. De nada les ha valido porque todas las zancadillas se olvidan al ver la labor sostenida y discreta de un hombre de una vez cuya bandera ha sido el trabajo, la sencillez y el buen corazón. Dios se llevó a su hijo y yo creo que le sirvió para ser mejor todavía y tener más corazón, si cabe.
Alfredo es una prueba de que no hay pueblo pequeño sino corazones grandes. Es una prueba de que no importa el número sino la calidad. Es una prueba de que el padrón no determina el alcance de los actos. Como la harina, los actos vienen de la voluntad de cada hombre y Alfredo dejó clara su voluntad. Hijo de su tierra la envolvió con seda a base de dedicación. Ni más ni menos.
En suma un hombre que nos dejó una enseñanza real con su vida real y su trabajo y dedicación real. Sin palabras ni discursos. Sin alharacas. Sin monerías.
A veces pienso que Segovia es injusta con sus hombres buenos y sencillos. Si no tienes un mesón o un galardón no tienes derecho a un monumento. Desde aquí propongo que se construya en la provincia un Pabellón de Hombres Buenos, para distinguir a los segovianos que han realizado la hazaña de amar y trabajar por su tierra, como un reconocimiento a los que dedicaron su vida por Segovia, como un recuerdo de su labor y como una inspiración para todos los que vendrán. No hace falta ser famoso. Hace falta ser honrado y trabajador. Y ese ejemplo es el que más necesitamos ahora y para el futuro, para todas las personas que vendrán.
Las noticias, los programas de televisión, las revistas y las redes sociales crean la falsa apariencia de popularidad muchas veces infundada.
El trabajo honrado es un monumento único y una memoria necesaria para seguir adelante. Y esta tierra produce en abundancia. Es el momento de reconocerlo de una forma palpable y tangible.
Pongo el primer euro para la cuestación popular de ese monumento necesario.