Tino de la Torre – Globalización, Low Cost. ¿Y ahora?

Fue tan arrolladora la llegada de la pandemia que ha tomado su tiempo siquiera magnificarla. Y vamos empezando a asumir sus efectos. A fecha de hoy poco sabemos de ella e ignoramos cuánto más dolor por vidas humanas perdidas causará, los rebrotes posibles, así como destrozo en la vida económica mundial. No veo consenso en los que saben o en los que nos gobiernan (que no es lo mismo) y deduzco que nos queda una tirada larga.

Este tiempo ha trastocado las estructuras temporal o definitivamente. Parece mentira que ciertos conceptos que estaban plenamente instalados y que nos mostraban el camino a seguir podrían estar ahora en revisión. No han pasado ni tres meses desde el “cerrojazo” y mira uno con desdén dónde está ahora mismo eso de la Globalización y el Low Cost. No cabía la menor duda de ellos y estaban en plena vigencia desde luego al final de 2019 e incluso a comienzos de 2020. Y ahora lo mismo hay que repensarlo.

Globalización. Hay tantas definiciones y tantos enfoques del tema, pero quizá hay uno con la ironía y esa concreción magistral del maestro Forges (q.e.p.d.) que nos viene al pelo. Se la cuento y la podrán imaginar. Una pareja navega en una góndola guiada por gondolero con su uniforme al uso. Al fondo, monumentos inequívocamente venecianos. No hay duda de dónde estamos. De la pareja, el chico se vuelve y pregunta al gondolero: “¿pero del mismo Lugo?”, y el gondolero responde: “no, de Mondoñedo”. Ni falta ni sobra una palabra.

Cada día todo está más homogeneizado, igualado. Es el comentario de muchos cuando vuelven (volvían) de viajes especialmente a capitales del mundo; las mismas tiendas, las mismas marcas; como no consigas entrar en la vida cultural del lugar te da casi lo mismo un sitio que otro. Dicho de otra manera, lo mismo en todos los sitios, casi todos en los mismos sitios.

Low Cost. Significó la masificación en los lugares notorios del mundo. Se ha cambiado el modelo de negocio de turismo que estaba basado en el valor añadido y la calidad, a cambio de un precio que dejaba márgenes comerciales y buenos puestos de trabajo, a un modelo basado en facturación bruta, bajada drástica de la calidad, bajísimo margen comercial, contratos basura y “a llenarlo todo”. Y lleno se pone todo, claro. Da igual playa, que ciudad, que templo, que parque nacional. Todo son colas y multitudes. Se nos ha dicho que esto ha acercado la cultura al ciudadano, el mundo es más pequeño y otros tópicos. Y la verdad es que ese tipo de turismo ha pasado a ser más una cosa de “he estado” a “he conocido”. El enriquecimiento personal no sé por dónde anda.

Pero como sabemos, y fruto también de la globalización, y esos más de 100,000 aviones diarios que vuelan por el mundo cada día (sí, 100,000 aviones diarios), nos llega a toda velocidad y sin poderla contener una enfermedad que echa abajo todo el montaje. Han muerto miles y miles, muchos sin dignidad y sin despedida y el mundo con esfuerzo conseguirá esquivar la ruina.

¿Y ahora?. Se nos disparó el miedo. Es completamente humano y con la incertidumbre y el miedo volvemos los ojos y buscamos seguridad, como hace un niño cuando se asusta y corre veloz hacia su madre. Y nos vamos a lo básico, lo que nos enraiza a lo que somos porque nos da seguridad y sienta bien. Se han hecho llamadas de teléfono que ha recompuesto algún roto familiar, también a amigos de otros tiempos, hemos revuelto en los armarios para recuperar ropas con recuerdo, hemos buscado las fotos de años o décadas atrás, hemos vuelto a la tienda de la esquina o colmado o mantequería (curioso como este segmento ha brillado durante la pandemia) donde nos esperaba el encargado con su chaquetilla blanca, sin reproches por la larga ausencia, con las estanterías pulcramente ordenadas, los precios escritos con letras de molde, el mimo hacia los productos de la cámara de frío, marcas de la región seleccionadas y esa sensación de tiempo detenido con aromas que nos llevan a la niñez, también ahí nos sentíamos en casa.

El que escribe pretende no ser — ni parecer — un troglodita ignorante ni enfrentado al mundo que le toca vivir y a su complejidad pero tampoco quiero ser un apasionado de “lo trendie” sin una reflexión. El hecho es que una enfermedad que podría haber tenido su gravedad, sin duda, en zonas acotadas y en donde la medicina la podría haber controlado para que no escapara ha sido imposible, precisamente, por el movimiento continuo de personas y se podría llegar a la conclusión —benigna— de que globalización y low cost nos están trayendo tantas cosas buenas como malas.

Y que el modelo de crecimiento continuado sea el camino adecuado con las injusticias sociales y económicas que crea, devasta recursos de la tierra, cambio climático en general, posible expansión sin control de las pandemias, etc da que pensar. El tema es complejísimo, y muy torpe sería ponernos a imaginar soluciones de forma atropellada pero que esta pandemia nos sirva para algo, al menos para pensar con calma si estamos en el mejor modelo o algo hay que modificar.

Efecto también de la pandemia y de un mundo al ralentí es que en Segovia las puestas de sol detienen la respiración, la mirada llega más lejos, la yerba (si me permiten escribirlo así) está alta y fragante. Y los árboles de la ribera han estallado en ramas y hojas que suenan más graves con el viento. Debería ser compatible con las “globalizaciones”.