Tino de la Torre – Érase una vez

Erase una vez un país en el que tras una cruel guerra civil y un periodo de dictadura y con una fragilísima democracia recién comenzada, partidos políticos legales y los aún prohibidos y con los líderes en el exilio, acordaron reunirse con discreción con la idea de compartir puntos de vista, alejar rencores por un rato, e ir tejiendo una idea de país nuevo, moderno, normalizado y con una relación completa con otros países, especialmente los del entorno. Las partes tenían que ceder en cada caso y llegar a acuerdos que en los que se beneficiaba al país.

Uno de aquellos encuentros, muy importante, fue el de Don Adolfo Suarez en ese momento presidente del gobierno (y que fue gobernador civil de Segovia en 1968) con Don Santiago Carrillo, secretario general del ilegal partido comunista. El encuentro se produjo en una casa, a las afueras de Madrid, de Don Jose Mario Armero, presidente en ese momento de la Agencia de Noticias Europa Press, el cual además medió en el encuentro.

Se la jugaron todos. Un fallo en la confianza y ese paso importante de la Transición Española habría sido más dificultoso. Poco tiempo después del encuentro, y en buena medida por la confianza mutua conseguida se pudo consolidar la legalización del partido, lo que dió “paraguas ideológico” a una parte de la población.

Ese mismo país, y no mucho más tarde, padecía lo endeble de su armazón empresarial, su escasa competitividad en el mundo, casi nula proyección internacional y se enfrentó con dureza a los efectos de la crisis económica (la del petróleo que arrancó en 1973) con una inflación que llegó a ser del 26% y un paro que se iba a disparar ya que se iba a juntar el estructural con la vuelta de emigrantes que vivían y trabajaban en Europa y volvían a España sin trabajo.

La gravedad de la situación hizo que nuevamente el interés nacional estuviera muy por encima del interés particular o de partido y se llegara a cuerdos que tampoco conformaban a todos, había decisiones como las del despido, en las que partidos recientemente legalizados no podían estar más en contra, pero era el momento y había que actuar con sentido de estado. Fueron los Pactos de la Moncloa. Los firmantes en aquella ocasión eran líderes de los siguientes partidos, incluyendo a la presidencia de gobierno: UCD, PSOE, Partido Socialista Popular, La Federación Catalana del PSOE, Convergencia Socialista de Cataluña, Partido Nacionalista Vasco, Convergencia i Unió y Alianza Popular (hoy PP).

Pueden imaginar, aunque parezca increíble, de que país estamos hablando.

Auspiciado por aquello y con algunos otros empujones económicos como la entrada en la Comunidad Económica Europea, y no sin altibajos, nuestro país ha conocido el más largo periodo de prosperidad conocido en la historia reciente. Y esa prosperidad pudo extenderse de manera uniforme y permitió un verdadero avance social. No es muy audaz el decir que fue además un tiempo que permitió la porosidad social, los hijos de trabajadores fuimos a la universidad, el sistema nos permitió aspirar a una vida mejor dentro o fuera del país. Y sin iras, sin revanchas.

Pero hete aquí que los herederos de todos aquellos políticos del consenso, enfrentan ahora una pandemia. Enorme mortandad y destrozo económico. Parece un magnifico momento para recuperar la capacidad de ir todos “a salvar esto”. Pero lejos de ello estamos viendo electoralismo en cada cifra que se presenta en los medios, también en cada mascarilla que se entrega en la farmacia, en los cambios de fase, etc.

Ciertos partidos gobernantes en una búsqueda desesperada de notoriedad no negocian para buscar soluciones, no intentan cohesionar iniciativas de salvación nacional, no se trabaja en idear un esquema de país que tenga en cuenta estos nuevos enemigos. Solo se trata de provocar al contrario. Y hablar de viejos temas por fin superados, desviando el tema principal el cual además, se ha manejado mal. Viendo sesiones del parlamento no parece que estemos en un país con la monumental crisis que tenemos sino otro que debate rencillas internas, odios antiguos. La oposición sobre todo la de solera, aunque no debe ser fácil, no debería entrar en esas provocaciones. No se puede perder tiempo en temas que ahora no tocan. Además, los ciudadanos, es decir los contribuyentes, estamos esperando una reacción que tranquilice, que de confianza a las familias, a los sanitarios y a la economía. Que para eso pagamos.

Algunos de aquellos políticos que fueron capaces con generosidad de llegar a aquellos acuerdos, los pocos que viven, deben estar viendo con verdadero desdén el momento actual. E Imagino que los que ya marcharon, también.