Tino de la Torre – Dieta para todos

Tras semanas de confinamiento, no poder pasear por la calle, sin usar transportes públicos, no poder acudir a los puestos de trabajo y oficinas, no ir a los colegios de los hijos, no hacer deporte en espacio abierto, ni ir a parques, etc y tanto tiempo estando en casa con la tentadora nevera cerca, se ha generado que el que mas y el que menos haya cogido algo de sobrepeso, o de grasa.

Pero por fin, y tras casi dos meses de confinamiento que nos cogieron desprevenidos, nos van permitiendo la salida a las calles. Calles, en muchos sitios, que no han estado del todo vacías, ya que animales de montes cercanos se han acercado a curiosear qué es eso de la ciudad. No se han visto muchos ni tampoco parece que se hayan instalado en ellas. No ha debido resultarles muy fascinante la vida en la urbe.

Como dice un vecino de aquí, divertidamente, “nos sueltan la correa”. Con un poco de dieta y el empezar a movernos iremos recuperando el peso, tonificaremos músculos y nos iremos incorporando al espacio exterior. Nos adaptaremos a la “nueva normalidad”.

Pero hay otra gordura que ya venía de antes, la institucional, que no cesa y no conoce de dietas y “es que hay que ver como se han puesto las criaturas”. Me refiero a toda suerte de instituciones políticas y oficiales, y lo que cuelga de ahí, y el descomunal gasto que supone. En tiempos de bonanza económica, breves en nuestro país, puede tener un pase. Pero con la que se nos echa encima desde luego que no. Ya en la crisis anterior, y por mucho que se hablara de ello, no se conoció ningún adelgazamiento relevante en ningún nivel ya fuera a nivel municipal, diputación, autonómico, nacional o supranacional. Más bien al contrario, la salida de la crisis conoció aún más cargos de todo tipo lastrando.

Y basta de acudir como siempre al recurso fácil de que hay que reducir funcionarios. Sus puestos fueron convocados y se ganaron por oposición, es decir se buscaba a gente para trabajar, y la gente consiguió esas posiciones compitiendo contra otras personas. No olvidemos además que entre los funcionarios tenemos a todo el personal sanitario, seguridad, bomberos, etc los cuales se han ganado, sino lo tenían ya, admiración. Otra cosa diferente es si hace falta convocar nuevas plazas o no, pero dejemos a la gente tranquila hacer su trabajo y no distraigamos la realidad.

Este país va a pasar nuevamente tiempos de estrecheces, de dieta obligada, de necesidades en multitud de frentes, de bajada de ingresos por impuestos pero subida de demandas de coberturas sociales y lo mismo —seguro— nos piden a los de siempre más esfuerzo de impuestos. Pues a cambio queremos, y lo digo sin ambages, que se reduzca el peso de esta estructura, que se reduzca el número de ministerios y consejerías y todo lo que le es propio respecto a asesores, direcciones generales y oficinas que justifican difícilmente su necesidad, las cuales se crean a capricho del que gobierna.

Véanse sino las 22 carteras ministeriales y cuatro vicepresidencias (inédito en España). creadas por el gobierno nacional para ir al final colocar a “todos los de la foto”. No caben en la mesa del consejo de ministros, se tienen que apretar. Por cierto, ¿cómo van a hacer ahora para mantener distancia social?. Reuniones rotatorias?. Ministerios de la A a la L a primera hora y luego los otros?.

Ahora, dejando la ironía, planteo que un gobierno verdaderamente comprometido con un país, con unos ciudadanos y con una reconstrucción, debería dar una imagen de austeridad y de redirección del gasto hacia las necesidades imperiosas, porque no es solo el dinero que se distrae en iniciativas, muchas sin futuro alguno, sino el tiempo que se pierde o no se usa en las que merecen la pena. Para dar una idea en tan solo cinco ministerios cogidos al azar se han creado 15 nuevas subdirecciones generales, con lo que eso implica.

Y dentro de toda esta estructura colosal parece como que la pirámide se hubiera invertido. Me refiero al servicio público. No tengo afiliación política alguna pero debo reconocer, y he podido contrastar, como los ayuntamientos en general se han lanzado, con los medios a su alcance, a aliviar en lo posible algunas necesidades de los vecinos y habilitan presupuestos para parar el golpe, se posponen pagos de impuestos, se relajan o se van a relajar tasas de todo tipo, se asiste a personas en sus propios domicilios, y ello con el acuerdo de los grupos políticos. A este nivel sí hemos visto políticos al servicio de los ciudadanos. Según se ha escalado el nivel político el desconcierto y el atolondramiento ha ido en aumento.

Y, por último, no volvamos con el manido argumento de el dinero que se gasta por ese lado es “el chocolate del loro”, como forma de justificar mantener el “aparato”. Insistimos, viene tiempo de austeridad, de tenerla y mostrarla, si es que se nos van a pedir esfuerzos nuevos a las españoles.