Tino de la Torre – Desamparados, 5

Uno de los pocos lujos que se puede permitir uno bien entrado en los cincuenta es el de deambular políticamente de un lado para el otro sin mayor lealtad que la calidad de un mensaje, a veces solo ocurrencia, que se escucha, se medita si es menester, y la mayor parte de las veces se olvida, lamentablemente.

Es cierto que salvo opciones políticas que llevan en su mensaje el extremismo puro como forma de obtener notoriedad la mayor parte de las veces las distancias entre las opciones moderadas de izquierdas y derechas tienden a acercarse. Son a veces pugnas por hacerse dueños de pequeños caladeros de votantes que puedan dar un empujón definitivo de votos que luego suponen diputados.

No obstante, entre tanta algarabía, entre tanto grito desaforado, se evidencia más que nunca la falta de pensamiento hacia nuestro país. El pensamiento hondo y que mira lejos. Tal y como dicen ahora, “lo que viene siendo”, qué país queremos y cómo nos encaminamos hacia ello. Y digo pensamiento y no programa político por el largo alcance que implica y por la cortedad de miras que a veces tiene el programa político.

Y hablando de puro pensamiento de vez en cuando visito, otras veces simplemente me dejo caer, por la calle Desamparados, 5, la famosa casa de huéspedes en la que residió don Antonio (Machado) desde 1919 hasta 1932. (no olvidemos que don Antonio era asiduo cliente de pensiones tanto en Soria, Baeza como Segovia, por supuesto). La verdad es que hay fina ironía entre la dirección postal y la previsible clientela.

Aquí llega un don Antonio maduro, aún doliente por la muerte de Leonor, que al final encuentra pasiones postreras, que ya abandonaba los territorios de poesía y se adentraba en la filosofía, en el teatro, en el compromiso político y social, y en el pensamiento por supuesto. Don Antonio, el del “torpe aliño” hacía toda esta transición. Esta visita a la que fue su casa no se debe evitar. Algo deja dentro. Por cierto, agradecimiento a los que cada día cuidan y nos guían por dentro de la singular vivienda.

Allí dentro cabe imaginar conversaciones de final del día en la cena con otros huéspedes. Algunos de más larga estancia, otros de fugaz pasada (viajantes, tratantes…). No habría intensa amistad, serían comentarios sobre lo frío del invierno este año, algún comentario sobre los levantamientos aquí y allá, eso sí, con la voz queda, “que todo se oye”. Alrededor de ellos doña María Luisa, la patrona, dándoles además de techo y comida algún amparo que la propia calle hurtaba.

De aquellas conversaciones seguro que también extrajo don Antonio material. De ahí, pudo partir fuerza e inspiración para crear junto con otros intelectuales, y recién llegado en 1919, la Universidad Popular de Segovia con un afán de promover la difusión de la cultura, ayudar al pueblo segoviano, alumbrarle nuevos caminos, elevarle espiritual y culturalmente mediante clases, cursos nocturnos para trabajadores, conferencias, biblioteca, excursiones, publicaciones, exposiciones de arte, veladas literarias, etc.

El pensamiento de don Antonio, que impulsaba sin duda un republicanismo de gran idealismo y profunda democracia, lo que pretendía era aportar un poco de orden en una España de principios del siglo XX siempre convulsa sin que fuera un pensamiento político excluyente, era más bien un ideal de progreso para el país y un progreso basado en el esfuerzo callado, no en la algarada callejera ni en la brutalidad. De hecho él definía que: “la cultura es intensidad, concentración, labor heroica y callada, pudor, recogimiento antes, muy antes, que extensión y propaganda”. Dan para pensar estas palabras entre tanto escrache y acoso a políticos “que no caen bien”.

Y toda esa brillantez de pensamiento, es honrada búsqueda de prosperidad para un pueblo partía desde aquella pensión y desde tertulias como la del hotel Las Sirenas. Quizá sus palabras y reflexiones llegaron tarde ya que había interés en echar abajo todo sistema posible como después se vio.

Y a fecha de hoy, ¿qué nos queda de esa manera de hacer pensamiento y política?. Desde Desamparados, 5 se pudieron poner en marcha iniciativas que tenían como objetivo un pueblo que necesitaba salir de la incultura como forma de progreso.

Hoy los que se dicen herederos de ese pensamiento han prosperado económicamente, los signos externos son evidentes. Pero a la luz de los resultados que se ven tanto en las calles como en las elecciones parece que no hay nuevos mensajes, y los mensajes que lanzan no parecen emocionar a los que pretenden conquistar. Se observa que los intereses son cada vez más inmediatos y a veces ambiguos. Y andan desamparados, eso sí, pero no son 5, son más.