
Lo único bueno que puede dejar una crisis es si podemos aprender algo de ella. Y mal empezamos si no reconocemos la crisis. Que España es un país sensacional no lo pone nadie en duda. Otra cosa es que se nos vea igual de estupendos que nos vemos nosotros en todos los sitios, o que podamos ser unos fenómenos en determinadas áreas (turismo, por ejemplo) pero despertemos ciertos recelos en otras áreas (capacidad de gestión por ejemplo). Y de diplomacia internacional, en los últimos tiempos, tampoco vamos muy sobrados. Y encima se nos presenta una crisis, motivada por la pandemia, de grandes proporciones.
La gestión de las ayudas (o subsidios o préstamos) que necesitan los países tras (o durante) la pandemia es un tema que hay que preparar con muchísimo cuidado y tiempo. Nos va mucho en ello y parece que de nuevo las “cosas de casa” están tomando más esfuerzo y tiempo del necesario. El aviso, que se veía venir, fue con la vicepresidenta Calviño, a la que nadie, ni en la oposición política española, ponía en duda su valía para presidir el Eurogrupo pero no fué la escogida. Y méritos no le faltaban de forma objetiva. Fue una lástima, una de las mentes más preclaras del gobierno de este país.
Para el presidente del Gobierno, además, la designación de Calviño era un logro necesario, porque que el mensaje que nos va llegando de forma velada es que España puede que llegue a ser intervenida. Son demasiadas las reformas que se han de hacer, recortes, etc como para que un gobierno los quiera hacer de “motu proprio”. Y si se produce dicha intervención, con visitas de los hombres de negro (tan temidos) siempre será mejor si al frente del Eurogrupo hay una “de las nuestras”. Pero el plan no ha funcionado.
Y entonces el Presidente Sánchez tras breves encuentros con países amigos se lanzó directamente a entrevistarse con Mark Rutte, primer ministro holandés, duro entre los duros respecto a que el dinero que reciba España sea en forma de crédito, y de forma muy controlada. Y después a entrevistarse con otros de los países “frugales” y duros, como Suecia. De los encuentros con Alemania y Francia poco ha transcendido pero no parece que hayamos recibido apoyo decidido. Pero lo que tampoco ha trascendido es qué planes concretos llevaba nuestro país para convencer a los duros de que nuestro país es creíble y que necesita subvenciones o que al menos los créditos podrán ser devueltos. Algún analista habla de precipitación al lanzarse a dichas reuniones.
Y es que hubo un tiempo en que esas reuniones se podían hacer, esos “cara a cara”. Y se obtenían resultados, porque éramos un país creíble. El que escribe, igual que otros muchos, por razones laborales nos hemos ganado la vida durante años fuera de España, en concreto en Europa y hemos visto cómo la imagen del país fluctuaba. Y creo poder afirmar que nuestro país (que ha estado muy arriba en reputación, justo es decir) es la nación que en los últimos 25 años más altibajos ha tenido en el ánimo europeo, creando cierta desolación en el tramo final que nos toca vivir.
Allá por los años 2000 (alrededor de) España era un país respetado, decrecía el paro, se atraía a población extranjera para cubrir puestos de trabajo, la deuda se controlaba, ocupábamos en términos de PIB nominal la posición 10 en el mundo, que llegó a ser la posición 8 para el año 2007. Es cierto que preparábamos una burbuja inmobiliaria de cuidado que creó una fuerte recesión económica posterior. Pero no es menos cierto que sacudió a la mayor parte de los territorios occidentales, los cuales supieron salir de ella exitosamente. Es curioso que de los que mejor han salido están, a pesar de los sacrificios, países como Portugal e Irlanda que fueron intervenidos “de verdad”.
A cierre de 2019 ocupamos la posición 13 casi empatados con Australia que ocupa el puesto 14. Evidentemente, no estamos como estábamos en términos de reputación y a eso se une una natural resistencia a hacer las reformas que se nos exigen, gobiernos que no son del gusto de Europa, e historias más o menos vergonzantes de corrupción.
Las últimas cifras de rebrotes tampoco ayudan a dar una imagen de país bajo control.
Con todo ello, y con independencia del resultado de la cumbre bien nos irá en hacer frente común con “los del Sur”, sin buscar excesivo protagonismo, ya que lo que importa es que nos lleguen las ayudas con el menor quebranto posible para nuestro estado del bienestar que ahora mismo está en riesgo. Nos estamos dando un verdadero baño de realidad.