
Así, sin molestar parece que pasará este otoño porque, particularmente de este otoño nadie espera nada o poco. Y eso en el mejor de los casos. Pobre Otoño, cuando no es por una cosa es por otra casi todos los otoños, sea en el campo o en la ciudad se nos va entero en los afanes cotidianos de la vuelta al colegio, las ultimas siegas del campo, recogidas de la última fruta, apurados porque se nos echan encima los fríos. Para cuando te quieres dar cuenta cayó toda la hoja en los parques y jardines, se recogió deprisa, muy pocas las movió el viento, y los ratos de ese sol tibio que aligera la carga del día casi ya no son. Propósito de los “otoñoaficionados”: “el año que viene le dedicaré más tiempo”. Bueno, ya veremos si es cierto.
Esperamos poca cosa porque en lo concerniente a salud solo podemos aspirar a que la cosa no vaya a peor, es decir estamos en espera de que lo malo no se convierta en malísimo. Hemos de confiar que con las medidas tomadas, con la prudencia y un poco de suerte, no se amontonen las gripes con las “covides” . Tendremos, tenemos, a la sanidad preparada, como siempre, pero nadie detiene las avalanchas si es que desafortunadamente se producen.
Valga como anécdota que mi hijo mayor resbaló con estas lluvias monzónicas que estamos sufriendo en Segovia (y que no presagian ningún cambio climático, por supuesto…). Cayó mal y se hizo bastante destrozo en el codo. Acudimos a urgencias y allí se le atendió, le pusieron anestesia, le colocaron el hueso, le escayolaron y en un muy poco rato estaba fuera con escayola, cabestrillo y gran cara de alivio. Los chicos del hospital trabajaron con presteza para despejar sitio y que estuvieran todos los recursos posibles a plena disposición por si en algún momento llegaba alguno con los malditos síntomas. Todavía hay por ahí algún obtuso que dice que nuestra Sanidad no es buena…
Y el pequeño empresario, llegado el otoño, más o menos lo mismo. Pocas esperanzas en lo que queda de año. Modestamente, el que les escribe es uno de ellos. Haré lo que todos los demás. Trabajar e ir sembrando pero resultados lo que se dice resultados con un país que no sabe de cuánto va ser la caída del PIB, pero lo que sí es seguro es que va a ser de doble dígito, pues qué quieren que les diga, no se ve un gran entusiasmo por emprender o por invertir, por mover el dinero, en suma. Mantener lo que hay y poco más. Se mantiene la dignidad de las cifras, y de las familias con los ERTE´s pero habremos de enfrentarnos pronto o tarde a que el país tiene que volar solo y a ver cómo podemos arrancar cuando por fin está la pandemia controlada. Controlada de verdad y no soltar el problema “al siguiente” cuando los números en verano, tras riguroso encierro eran presentables. Ya se sabía que al ponerse el personal en circulación, aún con prudencia, los brotes aparecerían.
No soy quién para recomendar nada a nadie, pero así las cosas y como no estoy confinado me entregaré este otoño a relacionarme más con él, y sugiero que el que pueda se abandone un poco a la melancolía de estos meses, que pise la tierra húmeda, que la huela, que llegue a casa con hojas en los zapatos. Se me antoja que los castaños y los membrillos vendrán este año cargados, de fruta y de paleta de colores brillantes. Este otoño tendrá martes y tendrá jueves y también prisas, pero si aflojamos el paso veremos alguna hoja caer; a alguno le hará pensar, porque este otoño también es de los afectos, porque a veces mueren, es de miedos antiguos que reclaman un tiempo al año y las chimeneas empiezan a funcionar.
Es Segovia, la provincia, lugar de grandes otoños y sin desmerecer a nadie, en El Espinar son majestuosos. Perderse por la garganta de río Moros y no perder de vista los dosmiles (los picos de más de dos mil metros). Desparecer un rato con pocos amigos o en soledad. Porque el otoño pide un poco de soledad. Y silencio. Silencio y soledad que no son tales, se siente la compañía, la vida intensa del lugar. Ajetreo que llevan los empadronados en el bosque por preparar provisión para el invierno. Sí, me reafirmo, unos ratos de soledad en el otoño de este año desquiciado nos va a hacer mucho bien.
Permítanme recoger, ahora en centenario, cuatro versos escogidos de Don Mario (Benedetti) que supo entender como nadie esta estación y acaso como le ocurre a los más grandes pudo tener una premonición.
“aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelve escarcha”.
Gracias Don Mario por recordarnos lo importante.