Santiago Sanz Sanz – Impotencia

Solo hacía unos meses que habíamos regresado de México cuando la tarde del dieciséis de Septiembre de aquel año recibimos la noticia de que la tierra estaba temblado en el antiguo Distrito Federal. Toda la preocupación inicial se centra en familiares y amigos e imaginas sus rostros nítidos mientras visualizas el espacio donde podrían encontrarse en ese momento preciso. Conoces sus casas, los colegios, sus lugares de trabajo, de ocio y no puedes dejar de ser consciente de la posible fragilidad o el ámbito seguro de cualquiera de sus diferentes espacios habituales. A medida que de manera directa o indirecta las noticias de los tuyos van llegando, empiezas a ser conocedor a través de los medios, de la dimensiones trágicas del suceso. Contemplas absolutamente estremecido las imágenes de tus lugares habituales prácticamente irreconocibles. Recuerdas intacto alguno de los edificios vecinos ahora derruidos e imaginas de manera difusa algunos de los rostros de quienes a la puerta y a esa misma hora solían fumar un cigarrillo o sacaban a pasear aquel perro tan amigable que te reconocía desde lejos.

El pensamiento que se experimenta está muy lejos de la que podría ser natural y por otro lado humana sensación de alivio que supone el librarse de la tragedia y el hecho de no haber tenido que ser directamente testigo. El sentimiento real e inevitable solamente se centra en la percepción de que uno está muy lejos del lugar adecuado, demasiado lejos para ser útil y poder brindar recursos o herramientas capaces de contribuir mínimamente a mitigar tanto desastre. Ese sentimiento no es otro que el de la impotencia.

Hoy, casi dos años exactamente de aquello, vuelvo a sentir esa misma “impotencia” viendo en las noticias de mi tierra las imágenes de los incendios de la sierra, observando con dolor y sintiendo preocupación por unos parajes imprescindibles en la memoria de todos los segovianos y en general, en la de todos los amantes de la naturaleza. Lugares fundamentales de nuestro patrimonio, que sin duda y de la mano del tiempo y con mucho esfuerzo, podrán salir adelante, pero no puedo dejar de acordarme de todos aquellos que habitan esas tierras…vecinos, amigos… Se que muchos de ellos estarán luchando contra el incendio o siguiendo los acontecimientos con gran preocupación y seguro que también mucha impotencia mirando al cielo y esperando que de una vez por todas los medios aéreos puedan inclinar del lado favorable ese pulso dramático que se libra en tierra contra el fuego.

Si los desastres naturales, sean o no provocados por el hombre, son los que de verdad hacen que los seres humanos percibamos cual es nuestra justa dimensión o nuestra verdadera medida en la naturaleza, también son capaces de mostrar y hacer surgir la verdadera grandeza del hombre, y de eso; de grandeza justamente sabe mucho la gente de nuestra tierra y como no, todos aquellos Organismos y Cuerpos implicados en los dispositivos de la Administración y voluntarios encargados en la prevención y extinción de incendios. Por mi parte, sigo expectante desde la impotencia, buscando las palabras de agradecimiento capaces de estar a la altura de esa labor titánica que es la extinción y que supone tantos esfuerzos además de tener que asumir innumerables riesgos. Mucho ánimo para todos.