Roberto Berzal Miguel – Juan Marcos de la Fuente, leyenda de un segoviano por la libertad

Llamo leyenda a esta historia porque no oculto mi fascinación por la vida de Juan Marcos de la Fuente; segoviano que, naciendo en Sacramenia, consiguió lo que sólo los hombres de leyenda pueden conseguir, abrir a millones de personas las ideas de los más brillantes defensores de la libertad en un mundo, como el de los años setenta, en el que gran parte de Europa, y España especialmente, se debatía entre la tiranía del fascismo y la tiranía del comunismo. Premiados y más que premiados hay cuya labor no llega ni a la suela de los zapatos de la desarrollada en vida por este intelectual segoviano sin parangón.

Para que el lector pueda entender mi fascinación por Juan, voy a relatar los intrincados vericuetos que me llevaron a dar con este gran intelectual segoviano.

Corría el año 2008 o así cuando llegaron a España los efectos de la última gran crisis económica. Yo no entiendo mucho de economía, pero entonces no entendía nada, así que, ni corto ni perezoso, me propuse comprender por qué habíamos pasado, de ser todos ricos, a ser todos pobres. En aquel momento ya contábamos con la maravillosa herramienta de internet, así que comencé a investigar sobre el dinero, su creación y su desaparición. Me empecé a familiarizar con conceptos como: señoreaje, inflación monetaria, teoría del valor-trabajo, teoría subjetiva del valor… En este proceso, fue fundamental encontrar en Youtube el curso de Economía de la Escuela Austriaca de Jesús Huerta de Soto. Fue a través de este catedrático de economía, enamorado de Segovia y de la libertad, que yo empecé a ver la luz en mis investigaciones. Leí su libro “Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos” y, siguiendo sus citas, empecé a leer a autores como Ludwig Von Mises, Friedrich Hayek, Carl Menger, Adam Smith, Hans-Hermann Hoppe, Murray Rothbard… Tanto aprendí leyendo a estos autores y tan fascinado quedé con su línea de pensamiento que, sin dudarlo, me uní al Instituto Juan de Mariana, que, por así decirlo, es el caldo de cultivo de todas estas ideas en España. En este instituto, en su denominada “Cena de la Libertad”, conocí personalmente a otros personajes más conocidos y que también se mueven en el espectro ideológico liberal defendido por los autores citados, tales como: Juan Ramón Rallo, Carlos Rodriguez Braun, Pedro Schwartz, Francisco García Paramés o Mario Vargas Llosa. Deambulaba por aquellas cenas también un señor de rasgos asiáticos al que, extrañamente, tenía la impresión de haber visto antes, pero no podía precisar dónde ni en qué momento.

Todas estas ideas transformaron mi forma de pensar. De repente todo tenía sentido, todo encajaba. Cuando un nuevo mundo se abre a tus pies y tienes hambre de conocimiento, la única opción es explorar cada palmo y buscar, en cada resquicio, nuevas fuentes donde poderte saciar. Después de leer no pocos libros de los autores antes reseñados, ya sabía que una de las fuentes ineludibles a la hora seguir formándome en la escuela de la libertad, era la caseta de una casi desconocida editorial que publicaba a la práctica totalidad de estos autores y que cada año exponía la Feria del Libro de Madrid. Así que, allí acudía cada primavera a comprar algún libro y, de paso, como es tradición, obtener la firma del autor. Cada año también, ahí estaba el misterioso hombre de rasgos asiáticos.

Quieren las casualidades de la vida que, un día, hablando con el padre de una amiga de mi hija, comentándole que me crié en Sacramenia, él me dijese que conocía a un hombre de Sacramenia. Según él me dijo, un hombre muy interesante que, según me contó, había llevado una vida fuera de lo común. El caso es que este hombre había estudiado en el seminario, se había hecho cura y había ido a Roma a seguir formándose. No recuerdo muy bien los detalles, pero el caso es que, en esos años, empezó a leer a autores prácticamente desconocidos en España y cuya obra no estaba traducida. No es difícil suponer que, al enfrentarse por primera vez a estas ideas, debió sucederle algo parecido a lo que yo sentí en mis propias carnes, ya que, según he podido saber después, consiguió, de la pluma del mismísimo Premio Nobel de economía Friedrich Hayek, la cesión de los derechos de autor para traducir su obra completa al castellano y, junto con otros socios, fundo Unión Editorial. Sí, la misma editorial a cuya caseta yo acudía cada año a comprar libros, la misma editorial que editaba los más preciados tesoros de las baldas nobles de mi biblioteca, la misma editorial cuyos textos de autores austriacos traducidos al castellano ocupaban las baldas de honor de los intelectuales a los que yo más apreciaba. Sinceramente, no me lo podía creer, me parecía extraordinario que un Segoviano de Sacramenia fuese el artífice de la expansión de estas ideas por todo el mundo de habla hispana. Pero me parecía más extraordinario aún, que nunca en mi vida, hubiese oído hablar de él habiéndome criado en su pueblo natal, viviendo en la provincia que le vio nacer y estando interesado por la economía como lo estaba.

Juan Marcos de la Fuente, en esos años fuera de España, se casó con una artista coreana; artista coreana que era la madre del misterioso asiático también hijo de Juan Marcos de la Fuente al que yo tenía la sensación de haber visto antes, y al que, seguramente, vi en Sacramenia siento ambos unos niños.

Valga este texto para rendir mi humilde homenaje a este gran segoviano cuyas ideas, aunque hoy se encuentren dentro de la denominada “Escuela Austriaca de Economía”, están muy ligadas a España y, en concreto, a Segovia. Pero eso queda para otro día. También queda para otro día la repercusión que han tenido, en la historia occidental, las ideas defendidas por Juan Marcos de Fuente y las razones por las que, a menudo, son condenadas al ostracismo y calificadas como “heterodoxas”.