Pablo Martín Cantalejo – Un buen ejemplo a seguir

En varias ocasiones he hecho referencia en estos comentarios semanales, al olvido en que los segovianos tenemos de buen número de antepasados cuya memoria debería estar presente entre nosotros con mayor frecuencia. Siempre han existido personajes que, por diversos motivos dentro de sus respectivas profesiones, han destacado por su laboriosidad, por sus actividades, por su inventiva…

En esta cuestión nos dan un buen ejemplo varias localidades de la provincia, que saben honrar, de distintas formas, la memoria de oriundos del lugar, dedicándoles homenajes o recuerdos permanentes. Tal es el caso más reciente, que me incita a comentarlo, el de la creación, en la localidad de Prádena, de la Asociación “Sacerdote Rafael Matesanz Martín”, cuyos promotores dicen que así quieren testimoniar su agradecimiento y recuerdo, entre otros, de antiguos alumnos del Instituto “Andrés Laguna”, donde fue profesor; de feligreses de varias parroquias en las que ejerció su ministerio, sin olvidar su entusiasta afición a la poesía, de la que dejó varios libros con sus poemas, especialmente de temática religiosa, en la que Rafael vertía, además de su saber en la rítmica, sus expresiones y sentimientos de profundo creyente. Obtuvo varios destacados premios de poesía mística. Añaden los fundadores de la asociación que persiguen, con ella, que un nombre tan destacado y meritorio no pase inadvertido para las generaciones venideras.

Fechado en mayo de 1969 tengo su primer libro, “Esta luz”, con una afectuosa dedicatoria, pero aunque siguió publicando poemas, repito que especialmente de tema religioso, en este periódico y en otras publicaciones, hasta 1983 no apareció un nuevo volumen, y éste fue “Segovia, Hogar con Madre”, dedicado íntegramente a la Virgen de la Fuencisla, de la que fue gran devoto y también destacado componente de la directiva de su Cofradía, con el honor añadido de haber sido el encargado de entregar al Papa Juan Pablo II una medalla de la Patrona de Segovia, en su histórica visita al santuario, y a la ciudad, en noviembre de 1982.

En este libro, el catedrático José Montero Padilla escribía un elogioso prólogo en el que destacaba que “la creación poética de Rafael Matesanz es, ante todo, expresión de un profundo sentimiento religioso, testimonio de fe, en versos tan humanos como sinceros, tan sencillos –con la difícil sencillez de lo puro, de lo auténtico- como sentidos, versos llenos de la presencia de Dios”.

Rafael, ingresado en el hospital por causa de una dolencia que iba a ser definitiva, escribió varios sonetos; el último, presagiando ya el desenlace, el 20 de diciembre de 1999. Su final decía: “No me lloréis. Congratulaos conmigo. / Congratulaos con mi dolor de trigo/que se inmola feliz por alimento./Este dolor con alas jubilosas/convertirá mi corazón en rosas/maduras en fecundo crecimiento”. El fallecimiento de Rafael se produjo en la madrugada del 31 de diciembre.

Ante la iniciativa tomada en Prádena, se me ocurre que sería una buena idea que todos los ayuntamientos entre cuyos hijos haya algunos nombres relevantes, dejaran constancia de los mismos, por ejemplo en una placa colocada en los respectivos vestíbulos de las casas consistoriales. Así quedarían perpetuados, en el lugar máximo representante de cada población, esos nombres que no deben olvidarse y que servirían, como dice los promotores de Prádena, para que también sean reconocidos por las nuevas generaciones. La cosa no es tan difícil y todo podría consistir en la buena voluntad de las diferentes, y posibles afectadas, corporaciones municipales.

Por el momento, me reitero en significar lo entrañable y testimonial que resulta la ejemplar iniciativa tomada en Prádena.