El periodista musical más clarividente de nuestro país se largó a París en 1970 con una misión tan sagrada como personal: conseguir los discos de un tal Bob Dylan. Había escuchado sus canciones y acudía diariamente a casa de un amigo que poseía algunos elepés del joven artista, porque en España no estaban disponibles esos vinilos. Jesús Ordovás se llamaba aquel muchacho que combinó el autostop con el tren hasta llegar a la capital francesa. Allí consiguió los álbumes y al año siguiente publicó la primera biografía en España del genio de Minnesota que 46 años después recibiría el Premio Nobel de Literatura.
Ordovás no sólo era pionero en olfatear el valor artístico de Dylan, el bardo que sacudió millones de mentes con su arrolladora creatividad. También fue el primero en España que publicó un libro dedicado a un músico del mundo rock/pop/folk. Fue en la Editorial Júcar, de Silverio Cañada. Ese momento fundacional ha revivido ahora, casi medio siglo después, cerrando el círculo mágico con la reedición de aquella joya cotizadísima por los bibliófilos a cargo de Sílex, dirigida hoy precisamente por el muchacho que diseñó aquella cubierta que envolvía un libro conmovedor caracterizado por un apasionado saber enciclopédico.
Los años de transición política se imbricaron en nuestro país con una transformación cultural de la juventud española, de gran trascendencia y mucho menos analizada. Brotaron en esos años ideas que hoy marcan la agenda social y entre sus impulsores también volvió a encontrarse Ordovás. Él mismo lo cuenta así: “En 1978 me encuentro a Fernando Colomo y me dice que necesita un grupo de rock para una película que va a rodar. Me cuenta un poco la historia, que va de una chica (Carmen Maura) a la que le gustan las nuevas sensaciones y se liga con un cheli, que canta en un grupo de barrio. Le digo que ese grupo debería ser Burning y me pide que se los presente, pero antes me dice el título de la peli, y que ya tiene la canción escrita y cantada por Luis Eduardo Aute. Aute me gusta, pero creo que Burning le podían hacer esa canción y varias más, y le pido que escuche primero la canción que le pueden hacer los Burning. Accede a escuchar a los Burning y en un fin de semana se meten en su local de Papi y sale la canción que será el primer gran éxito del grupo”.
La distancia entre Aute y Burning era la misma que separaba a los clásicos cantautores antifranquistas de los nuevos guerreros del rock. Aute había publicado en 1969 su primer disco, llamado Veinticuatro Canciones Breves, y, en 1974, Rito, ambos llenos de referencias mortuorias y versos crípticos. Precisamente en enero de 1974 se fundó Burning, con músicos del madrileño barrio de La Elipa. Un año después tocaron en Burgos, en el llamado “Festival de la Cochambre”. Habían salido en televisión tras grabar el álbum Madrid; sin embargo, la banda sólo salta al estrellato gracias a la película, casi fagocitada por el éxito de la canción. Se reprodujo así en nuestro país lo vivido en el Festival de Newport, cuando en 1965 un Dylan eléctrico señalaba los nuevos destinos sonoros y miraba con desapego su pasado más militante. Esa pregunta sobre la presencia de chicas en sitios insospechados era una metáfora de la irrupción de un nuevo tipo de mujer empeñada en protagonizar su vida. Hoy sigue sonando en nuestras calles, pero casi nadie las llama “mujer fatal”.