Parece ser que la señora Colau, alcaldesa de Barcelona, ciudad y región de tradición belenista donde las haya, que no sólo poseen, montan y exhiben sus diversos “pesebres”, populares unos, artesanos otros, tradicionales algunos, valiosísimos e históricos otros, y todos simpáticos y entrañables, que hasta tienen su particular figura del “caganer”, ha montado en la Plaza de Sant Jaume, en la que están Ayuntamiento y Generalitat, con sus reivindicativos pancarta y lacito gualda exigiendo la suelta de presos golpistas, y nunca mejor dicho, el “belén”, colocando, amontonando, un conjunto de cajas, cajones y bártulos de los que se encuentran en los trasteros de nuestras viviendas, en cuyos habitáculos aparecen sin orden ni concierto las figuras del belén… Dice la original escenógrafa que quiere representar el trastero en que durante el año se guardan las figuritas del nacimiento, un antiestético trastero, en vez de un atractivo y simbólico “pesebre”.
A mí me parece una broma de mal gusto, que no quiero interpretar como mofa de la representación del misterio, y no entiendo que tal instalación haya podido costar 100.000 euros, pues el vecindario anda ofreciendo trastos para, en vez de llevarlos al punto limpio, depositarlos en tan original instalación. Si me paga los portes puedo aportarle algún cachivache, aunque tampoco me hace feliz colaborar en lo que más que un belén parece un arrebato de síndrome de Diógenes. No “todos” los catalanes merecen tal derroche de ingenio.
Aunque ni Antiguo ni Nuevo Testamento señalan fecha exacta del nacimiento de Jesús, tomando la fiesta del Natalis Solis Invicti, o el nacimiento de Apolo, que los romanos celebraban el 25 de diciembre, el Papa Julio I pidió que se celebrase en esta incierta fecha, y el Papa Liberio lo decretó, el natalicio del Niño Jesús.
Así, pues, Navidad significa y es Natividad, nacimiento de Jesús, como “cumple» o santo del Niño, y por ello la celebración más solemne y alegre, junto a la Resurrección y el Pentecostés, para los cristianos, y para millones de ciudadanos del mundo mundial, fiestas familiares y de muy especial ilusión para nuestros niños tan aficionados a celebrar sus cumples.
Habrá que preguntar a la regidora catalana si se ha equivocado de festividad, y ya anda celebrando el carnaval, o su intención es ofender los sentimientos de los creyentes, y hasta la ilusión de los catalanitos que impacientes esperan ver a sus personajes del Misterio colocaditos en el portal o pesebre y, cómo no, a los Magos Melchor, Gaspar y Baltasar, o que no pierde comba para llamar la atención hacia los cansinos y reivindicativos lacito y pancarta colgaditos, y el tenderete es un reclamo. Me parece algo inoportuno este adefesio de instalación tan ajeno al significado de estas fiestas, que ni representa el misterio, ni emociona las caritas de los xiquets que en estas fiestas son los auténticos protagonistas.
Pero volviendo a nuestra Segovia, veo que, aunque más tarde que en ciudades vecinas, ya se han instalado las luces navideñas y alguno de los adornos, que como los malos estudiantes repiten cada año, la gigantesca bola que cada Navidad se instala en la Plaza Oriental, que ya debe de venir rodando solita por conocer el camino, tal vez pensando doña Clara que es mejor malo conocido que bueno por conocer, y que experimentos, con gaseosa, y por lo de ande o no ande…bola grande, como aquí se lleva lo megalítico… Sin embargo echo de menos el conjunto de divinos personajes que con mula y buey luminosos antaño habitaban la enorme bola, y que son los que aluden al nacimiento de Jesús que justifica estas alegres fiestas. Ese bolón, sin personajes dentro bien pudiera creerse esperar el pregón de las Ferias y Fiestas o la imprescindible actuación del Méster, de los Santos Juan y Pedro, o para unirse a las figuras articuladas de los carnavales.
Parece que algunos gobernantes en ese anunciado propósito de laicalizar el país andan entrenando o haciendo méritos, y al modo que se celebran bautizos civiles, bodas sin pareja, primeras comuniones laicas, o fiestas de quintos sin mili…prueban celebrar la Navidad, que es Natividad, nacimiento de Jesús, estilo bodrio laico.
Pues recomiendo a estas alcaldesas y a otros regidores que por ideología o esnobismo tergiversan la celebración, que si no creen, o no quieren celebrar como Iglesia, pueblo y tradición mandan, dejen que la ciudadanía disfrute visitando los entrañables belenes o “pesebres”, cante los populares o clásicos villancicos, coma turrones y mazapanes, brinde con sidra asturiana, que el champagne catalán lo impiden salir para España los insurrectos “pacíficos”, salvo que como se hace en toda guerra, estos días declaren alto el “juego” de las barricadas.