J. Mª. L. López – Europa, ¿tiempo de despertar? Los signos de la esperanza

Es necesario salir de nuestras fronteras, de nuestras visiones localistas y planteamientos a veces ramplones e interesados. Abrir los ojos y el corazón y acercarnos sin prejuicios a nuestras raíces.

“Reunidos para reflexionar sobre Europa, ¿tiempo de despertar? Signos de esperanza, somos ahora más conscientes de la situación en que viven nuestros países y de las diversas contradicciones existentes:

– el deseo de Dios y al mismo tiempo la fragilidad de la vida cristiana;
– el deseo de vida basado en el Evangelio y al mismo tiempo debilidad eclesial y humana;
– el deseo de santidad y al mismo tiempo el poco testimonio de vida;
– el deseo de derechos humanos universales y al mismo tiempo la pérdida de respeto de la dignidad humana;
– el deseo de armonía en la sociedad y con la creación, pero también la pérdida del sentido de la verdad objetiva;
– el deseo de felicidad duradera, pero también la pérdida de un sentido compartido del destino al que la humanidad está llamada;
– el deseo de paz interior y coherencia expresado en una búsqueda espiritual, pero también la negación de esa búsqueda en muchos discursos públicos”.
Son algunas de las situaciones que reflejan, en su comunicado final, los presidentes de las Conferencias episcopales de Europa, reunidos en Santiago de Compostela días atrás.

“Conscientes de nuestras limitaciones y debilidades, dice el comunicado, que causan sufrimiento a toda la Iglesia, nosotros también hemos entrado en la Catedral para depositar, en el rito del abrazo, nuestras aflicciones y súplicas en los hombros del Apóstol, para pedir perdón de nuestros errores y comprometernos con esperanza y confianza en el futuro”.

Los obispos se han centrado en esta reunión “en las cuestiones existenciales que se encuentran profundamente en el corazón humano y nunca desaparecen, aunque queden ensombrecidas por las cuestiones materiales. Todo hombre, de hecho, alimenta el deseo secreto de conocer a alguien que ayude a despertar su conciencia, despertar a las cuestiones decisivas de la existencia, del futuro más allá de la muerte, de los males que hieren a los humanos y de los males que violentan la vida y el cosmos”.

Ese alguien para los obispos es “Jesucristo, la verdadera respuesta a todas las cuestiones de sentido”. “Proclamamos, dice este comunicado final, nuestra fe en su persona, único Salvador del hombre y del mundo. Sólo en él, pan partido para nosotros, encontramos respuesta a nuestras preguntas, puesto que solo Él es la revelación completa del misterio de Dios y la respuesta de la humanidad a este misterio de Amor y Misericordia. Él hace a los que le acogen capaces de escuchar, de amar y de hacerse cercanos, poniéndose, en el nombre de Cristo, al servicio del hombre, especialmente de quienes lo necesitan”.

Nos invitan a escuchar un mensaje de esperanza: “Como los centinelas de la mañana, vigilantes y listos para anunciar el nuevo día, queremos dar un mensaje de esperanza a esta Europa en apuros y decimos con fuerza: Despierta, Europa! En las diversas historias y tradiciones, en los antiguos y nuevos desafíos, hay elementos de esperanza: entre ellos, los santos y los mártires de nuestros países, antorchas que animan el presente y anuncian el futuro. Ellos brillan como estrellas en el cielo”.

Nos animan a redescubrir las raíces de Europa a través “de los muchos ejemplos de esta esperanza realizada, empezando por nuestros santos patronos”.

Y hacen una llamada a nuestro continente: “Alégrate, Europa, de la bondad de tu gente, de los muchos santos escondidos que todos los días contribuyen, en silencio, a la construcción de una sociedad más justa y más a la medida del hombre. Mira a tantas familias, las únicas capaces de generar futuro. Reconoce con agradecimiento su fe en Dios y su ejemplo. Deja que modelen nuestro amado continente y, como nos recuerda el Papa Francisco, se promueva un nuevo humanismo europeo, capaz de dialogar, integrar y generar, destacando al mismo tiempo, lo que es lo más querido a la tradición del continente: la defensa de la vida y la dignidad humana, la promoción de la familia y el respeto de los derechos humanos fundamentales de la persona. Por medio de este compromiso Europa podrá crecer como una familia de pueblos, tierra de paz y esperanza”.