Fermín Bocos – Una verdad incómoda

No hay novedad en orden al incumplimiento de las promesas electorales. De hecho tiene detrás una larga tradición y hasta doctrina en boca de cínicos doctores como lo fue en su día Enrique Tierno Galván. Incluso se puede decir que en ocasiones y por el bien de la mayoría el olvido de lo que se dijo en el calor de mítines y debates puede llegar a ser recomendable. Ahora mismo estamos atravesando por una fase de pactos en la que a tenor del endiablado rompecabezas que dejaron los últimos comicios -los generales y los locales y autonómicos-, si algunos dirigentes políticos sacrificaran los intereses de partido a los intereses del común, sería lo menos malo que nos podría pasar.

Por poner un ejemplo. La incertidumbre que rodea la investidura de Pedro Sánchez desaparecería si un partido como Ciudadanos -tercero en número de votos, 57 diputados- optara por abstenerse en la votación facilitando así que el candidato pudiera salir elegido Presidente. Esta opción cerraría el paso a las exigencias de Pablo Iglesias líder desesperado de Podemos que emplaza a Sánchez a nombrarle ministro del futuro Gobierno como tabla de salvación personal. Conocidas las condiciones de Iglesias, el pacto con Podemos empujaría al PSOE a escenarios de radicalización que no se corresponden con las expectativas mayoritarias de la sociedad española. La reflexión acerca de las consecuencias políticas y económicas de la deriva a la que acabaría siendo empujado un Ejecutivo fruto de un pacto del Partido Socialista con Podemos, debería llevar tanto a Albert Rivera como a Pablo Casado a meditar el sentido de su voto el día de la investidura.

Reflexión más factible en el caso de Ciudadanos visto que el PP todavía respira por la herida de la moción de censura que liquidó políticamente a Mariano Rajoy.

Ciudadanos es un partido que nació para constituirse en baluarte frente a los grupos independentistas al tiempo que refugio de electores centristas frente al populismo izquierdista, la reconsideración de la promesa electoral que les emplaza a no pactar “con el PSOE de Pedro Sánchez” ,no debería condicionar a Albert Rivera hasta el punto de no tener en cuenta que si mantiene su veto va a facilitar aquello que según su decir sería los más lesivo para España: un Gobierno que estaría en manos de populistas y separatistas. Si Rivera tiene la convicción de que semejante alianza sería dañina para los intereses de la mayoría de los españoles, está en su mano impedirlo. Es sabido que la verdad suele ser incomoda.