En apoyo a Jesús Torres

Suelo tener presente una de sus normas de vida: “No busques problemas, pero si se presentan, debes afrontarlos con dignidad”.

En las risas y en las lágrimas, siempre ha estado a mi lado, y ya son más de cincuenta años caminando juntos, sin que los kilómetros, por muchos que fueron alguna vez, quebraran el sentimiento de la amistad. Sus problemas son los míos.

No voy a recordar aquí la calidad humana de Jesús Torres, no es necesario, ni voy a explicar de nuevo el conflicto en que está inmerso, a su pesar. Sólo voy a rescatar una palabra que para mí es muy íntima y en esta ocasión lo comprime todo, Piedad.

Personalmente, lo que más deseo para Jesús es que pueda mantener durante muchos años su actual buen estado de salud; como sanitario jubilado, creo que esto lo conseguirá mejor con sosiego que con tensiones sobrevenidas; y así, pueda seguir trabajando como siempre, comprometido con los problemas reales de las personas, preferiblemente en los pueblos que él conoce, donde sus parroquianos le conocen a él. En último extremo, con parroquias o sin ellas, sé que tiene coraje, ilusión y fe para seguir desempeñando su labor, hasta el final de sus días. Nada ni nadie le va a parar.

Por otra razón, he revisado el espíritu del Sinodal. Hace 550 años, el obispo de Segovia, Arias Dávila, acogió en el sínodo de Aguilafuente a clérigos y feligreses, y escuchó su voz. Muy bien. Espero, por lo menos, que los vecinos de las cuatro parroquias sean escuchados, antes de que sea demasiado tarde. Poco pido y es de justicia. Gracias.