Sanidad y economía

El Banco Central Europeo ha dado un respiro a las economías más endeudadas y más necesitadas de impulso público al mantener los tipos de interés en sus niveles actuales. Ello supondrá que el dinero barato seguirá fluyendo al mercado financiero durante un tiempo, y que las primas de riesgo no sufrirán oscilaciones peligrosas cuando el proceso de recuperación económica se va a ralentizar más de lo previsto por el repunte explosivo de casos pandémicos.

Aunque pueda parecer esta una noticia macroeconómica, tiene una enorme repercusión en los bolsillos de los españoles, sobre todo de aquellos endeudados. También en las administraciones públicas que han emprendido políticas de expansión de gasto ante el decaimiento del sector privado. Por desgracia, los incentivos laborales y fiscales y los programas de alivio financiero y subvenciones van a seguir resultando vitales ante el retraso de los periodos de crecimiento neto y la baja intensidad de la recuperación. Las expectativas económicas para este año se van a ver modificadas a la baja, y la campaña veraniega, aun superando los indicadores de la temporada pasada, va a distar mucho de la época prepandémica. Las nuevas restricciones en países como Gran Bretaña, que hace unas semanas anunciaba la inmunidad de rebaño, o como Francia, como una tasa de incidencia muy baja, señalan bajo qué parámetros va a regirse toda actividad económica que dependa del sector servicios.

La cuestión es cómo se puede hacer compatible el desarrollo económico con el control de una pandemia

Una vez que la desescalada ha supuesto un absoluto fiasco —y la responsabilidad debe ser asumida también por comunidades autónomas y administraciones locales, no solo por el Gobierno central, por otro lado máximo responsable de la situación—, la cuestión es cómo se puede hacer compatible el desarrollo económico con el control de una pandemia que seguirá viviendo entre nosotros todavía un largo periodo. Por supuesto que la primera medida sigue siendo la vacunación. Es preocupante que algunas comunidades autónomas hayan denunciado en las últimas horas la escasez de dosis y la dificultad para seguir con el ritmo alto mantenido hasta ahora. Es esta una cuestión esencial y sobre la que no debe caer ninguna sombra de duda. Un alto índice de vacunación no va a extinguir la propagación del virus, pero sí permitirá el despliegue de dos consecuencias: primera, y principal, el que los casos no tengan la gravedad del pasado y se pueda seguir manteniendo la base esencial de la actividad económica, aunque se sufran algunas restricciones; la segunda, como es obvio, es la menor incidencia, en comparación con el pasado, en la ocupación hospitalaria, aunque siga tensionando la prestación de servicios sanitarios en atención primaria. Quizá haya que ir acostumbrándose como indicador de referencia más que a la tasa de incidencia a valores como el índice de ocupación de camas hospitalarias o de ucis, y no bajar la guardia, mientras tanto, en la dotación de efectivos en los centros de salud.

Pero también tendrá consecuencias en el ocio masivo. Las grandes aglomeraciones de personas sin que se guarden las medidas de seguridad o las de protección personal han sido señaladas como el germen de la quinta ola, u ola joven. Al contrario, aquellas manifestaciones culturales o de ocio en donde se han respetado las medidas de seguridad se han podido desarrollar sin consecuencias negativas. La conclusión, por lo tanto, es sencilla.

Hace un año, desde estas páginas aventuramos los cambios sociales, culturales y económicos que la pandemia iba a introducir en nuestras vidas. Aunque el comportamiento de la población ha sido ejemplar, algunos sectores no han querido asumir las restricciones, y se han visto los resultados. El anuncio de la ministra de que habrá posteriores vacunaciones, más allá de la doble pauta, demuestra que hay que vivir con el virus. Sin alegrías pero sin pesimismo: adecuándose al momento; uniendo la sanidad a la economía, que a la fuerza tienen que conformar un binomio indisoluble. Y aprendiendo de esa otra memoria histórica, que es el pasado reciente con sus errores.