Editorial – Urge un segundo hospital en Segovia

La estructura de un sistema de salud descansa en tres patas: la atención primaria, una red hospitalaria y clínica de media estancia y los hospitales generales. La pandemia vírica reciente ha resaltado algunas evidencias que hoy aparecen como incuestionables. La primera, y fundamental, es la necesidad de la consideración del gasto sanitario público no como tal, sino como una inversión, que no solo protege la salud y el bienestar del ciudadano, sino que es clave a la hora de la activación ante cualquier ataque de un patógeno, y por lo tanto decisoria de la rapidez con que se retorna a la actividad cotidiana. Diferentes estudios han demostrado que el golpe económico asociado al sanitario por la paralización de la actividad productiva va íntimamente ligado con la tardanza de respuesta ante este tipo de contingencias. Pero cualquier acción eficiente requiere de personal e instalaciones: recursos humanos e infraestructuras. El ratio de camas de España por cada 100.000 habitantes (300) es muy inferior al de otros países de nuestro entorno, entre ellos Alemania (830), Francia (650) o Italia (400). Pues bien, Segovia se queda, incluso, por debajo de esas tasas (230) y se aleja aún más de la media castellana, que se acerca a las 400 camas. Es una situación tan incomprensible como insostenible.

La cercanía a Madrid ofrece muchas oportunidades, pero también no pocas amenazas, como se ha demostrado en el desarrollo de la pandemia. La existencia de un solo Hospital General, con diez camas UCI, para una provincia con la potencial carga poblacional que reúne no solo la capital sino también las poblaciones adyacentes, es una situación que no se sostiene y que se tendría que solventar a la menor brevedad. Sonroja, por no utilizar un calificativo más fuerte, que haya tenido que ser un virus el que ponga en evidencia esta realidad; solo hace falta acudir a las declaraciones institucionales sobre la reapertura del Hospital Policlínico, cerrado hace dieciséis años, para calibrar hasta qué punto la ceguera y la visión alicorta se han visto superadas por los acontecimientos. Contemplar a los radiólogos del Hospital General trasladándose a los municipios segovianos en los momentos más duros de la infección para realizar radiografías con camiones ambulantes, y después volver con rapidez a su centro de trabajo, pone en duda la excelsitud de la sanidad pública española general y segoviana en particular.

Parece que las cosas tienen visos de cambiar, por lo observado en los últimos días. Es loable la unidad de los grupos que componen el Ayuntamiento de la capital en la reclamación de la reapertura del Hospital Policlínico o en su defecto de la dotación de una segunda infraestructura sanitaria para la ciudad. Como también la rectificación de la consejera de Sanidad. Pero la cuestión no debe quedarse en mera declaración de intenciones. Ante las idas y venidas en la posición de la Junta de Castilla y León debería ser el mismo presidente del gobierno autónomo el que se implicara personalmente en la cuestión y le diera el carácter prioritario a la iniciativa. Y, en este sentido, que anunciara una partida en los presupuestos o la vinculación de una parte sustancial de las anunciadas transferencias del Gobierno central a las comunidades autónomas. El presidente Sánchez ha confirmado la dotación de un Fondo Extraordinario de 16.000 millones de euros, y Europa va a aprobar próximamente un préstamo preferencial a España de 24.000 millones de euros para gasto sanitario. Está bien pensada la ampliación de la UCI del Hospital General.

Esperemos que se complemente con el inicio de los trámites para dotar a Segovia de un segundo servicio sanitario que refuerce al anterior. No puede ser una excusa el alto coste de la recuperación del antiguo edificio de la calle de San Agustín —que el Ayuntamiento ha querido proteger con una catalogación especial de uso—; por toda la geografía española se levantan edificios que se han convertido en funcionales por su especial significación a pesar del presupuesto que requerían. Pero no hay que enrocarse en ninguna opción. Lo que es urgente es que la infraestructura se inaugure en el menor plazo posible. Y que no sea necesaria otra pandemia para quitar la venda de los ojos de nadie. La sanidad, como la educación, son bases del Estado del Bienestar. Y cuanto más social es un Estado más sanos y felices son sus ciudadanos.