
Señora directora:
Irse a estudiar fuera es fácil, volver no. El discurso de los profesores se repite de un año para otro en los IES (instituto de educación secundaria) bilingües (inglés y/francés entre los más comunes). El empeño que ponen para que sus estudiantes continúen su formación académica en el extranjero resulta fruto de este idealismo que tenemos ante la educación en Europa. Acentuada por una lista infinita de ventajas a nivel académico y personal que conlleva irse a estudiar fuera de España con 18 años, en un país diferente donde la adaptación a la sociedad, a la cultura y al idioma van a ser cruciales. Este discurso se apoya en leyes como el plan Bolonia, acuerdos internacionales sin tener en cuenta la lentitud de los procesos administrativos.
Soy Mauro, ahora tengo 22 años y estudié en el IES La Albuera, en Segovia en el programa bilingüe de francés. Con 18 años, tras acabar BachiBac (un programa que fusiona el bachillerato español y francés) fui uno más de los que cogimos las maletas y nos fuimos a Francia, a estudiar en distintas universidades, gracias a una prueba de acceso a la universidad especial para optar a plazas en universidades en Francia. En mi caso la universidad de Perpignan Via Domitia, en un campus situado en la villa olímpica de Font Romeu, donde se pueden ver entrenar a deportistas de muy alto nivel. Y donde ya a mediados de marzo había conseguido una plaza, sin ni siquiera presentarme a la PAU franco-española, a esto me refiero cuando decía que “irse es fácil”. Volviendo al tema principal, nos vendieron la idea de que podíamos hacer un año de prueba y decidir si continuar fuera o volver cerca de casa, nos vendieron que con un título extranjero no tendríamos problema en continuar la formación u optar a entrar en el mundo laboral de manera sencilla en nuestro país de origen, España.
Lejos de la realidad, nos vimos inmersos en un sistema diferente, del cual salir, iba a ser una hazaña heroica ya que nos veríamos inmersos en un mar de papeles, gestiones administrativas, plazos, solicitudes, que nos impide continuar los estudios de un año para otro en casa, en España. Los diplomas tardan meses en llegar, las traducciones tienen precios desorbitados, las gestiones de homologación no son precisas y tardan mucho en realizarse, por lo que nos vemos obligados a continuar nuestro camino fuera, donde todo parece más fácil y llueven las ayudas para trabajar, investigar, estudiar, o intentar volver y hacernos a la idea de que estaremos un año en blanco destinado a gestionar, a través de los distintos organismos, una equivalencia de un título en el extranjero con el correspondiente en España.
Este último caso es el mío, que tras llevar 4 años en Francia he querido continuar cursando el máster en España para poder trabajar aquí en un futuro. Las universidades españolas, con un título francés, no te aceptan a menos de que tengas una traducción de un diploma que tarda meses en llegar, siendo los meses de verano la época de preinscripciones a los máster, y donde aún ni hemos oído hablar de la fecha cuando nos llegará el diploma. Y es por esto que, en junio de este año, cuando di por finalizada mi carrera y empecé a darme cuenta de la cantidad de impedimentos que me pondrían, me propuse realizar un proyecto deportivo/reivindicativo que refleje lo difícil que lo tenemos los españoles que hemos estudiado fuera para volver a España y continuar nuestra formación.

en una bici
El proyecto consistía en recorrer los 1004 kms con 10.000m de desnivel positivo acumulado, que separaban la universidad en la que estudié (Université de Perpignan Via Domitia) con mi casa, en Segovia, en bici de carretera. En 7 días recorrimos un total de 6 comunidades autónomas, 8 provincias diferentes, haciendo medias de 150 kms al día en los cuales atravesamos una ola de calor y otra de frío. De esta forma, como decía anteriormente, quisimos reflejar que no nos lo ponen nada fácil para volver a nuestro país, a estudiantes bien formados en universidades Europeas, pero al contrario, se nos anima mucho para irnos, para descubrir mundo y estudiar en Europa.
El proyecto se pudo llevar a cabo gracias al apoyo incondicional de Adrián Hernández durante los primeros y últimos días de la travesía en la que fuimos filmando y disfrutando de los diversos parajes de la península. Sin poder esquivar ni un solo día el sufrimiento que cada día llegaba por algo diferente que siempre nos pillaba por sorpresa: como la deshidratación inevitable los días de bochorno, dolores de todas las formas y colores que se mantenían con el paso de los días, frío, lluvia, viento que hacía muy duros los días que aparentaban ser más de descanso…
Pero con esto espero haber podido dar algo de visibilidad a un tema que cada vez es más común y más gente lo sufre en silencio, viendo cómo otras personas que no se atrevieron a irse prosiguen su formación y ellos en vez de recompensarlos, les dejan sin estudiar un año académico mínimo.
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Mauro Candalija