
Señora directora:
Tal vez para liberarnos de culpa, achacamos las multas de tráfico al recurrente afán recaudador de la Guardia Civil o municipal. La presente nota es para dar cuenta de unos hechos que desmienten tal afán. En el tramo de la SG-P-7211 (Carretera de La Losa) inmediato a la localidad de Madrona, la velocidad máxima está limitada a 50 kilómetros por hora y está debidamente señalizado, con señales de gran tamaño, como muestra la imagen.
La realidad es que ninguno de lo vehículos de los más de 300 diarios por cada sentido que transitan por este tramo, guarda, ni de lejos, la limitación. Algunos incluso la duplican. Dado que por este tramo, que de otra parte carece de arcenes, aceras y espacios peatonales, transitan personas de todas las edades y también bicicletas, estos excesos suponen un riesgo que tarde o temprano se materializará en atropellos. Emulando al gran maestro, esta es la crónica de un suceso anunciado.
Si la Guardia Civil tuviera, al menos en este tramo, un afán recaudador, obtendría, con un simple aparato con cámara que se adhiere al soporte de la señal metálica, como mínimo 600 sanciones de cantidades variables a partir de un mínimo de 100 euros. Echen cuentas.
Madrona es de las escasas localidades que no dispone de reductores físicos de velocidad en ninguna de sus vías más transitadas. Algunas soportan un tráfico de auténtica locura. Por parte de los vecinos se reclama sucesivamente su instalación, sin obtener ningún resultado. En consecuencia, esta falta de atención multiplica la inseguridad y con ello el riesgo de los viandantes.
Las limitaciones impuestas tan solo por señales no se cumplen. Esto es algo que todos sabemos. Solamente hay dos formas de obligar a su cumplimiento, o bien por radares o bien por impedimentos físicos, como los badenes o reductores de obra. Mientras tanto, en Madrona no tenemos ni una cosa ni la otra. Solo peligros (y cierto hartazgo).
Fernando Ayuso Cañas