Ha terminado un año natural para los cuellaranos, ya que nuestro tiempo transcurre aparentemente entre fiestas de toros; difícil como los dos anteriores, puesto que cuando parecíamos salir de las nefastas consecuencias de la pandemia, nos enfrentamos a los no menos resultados negativos de la guerra de Ucrania.  Cualquier tipo de balance sobre este trienio se encuentra condicionado por estos acontecimientos.  Centrándonos en nuestro entorno, este año cierra prácticamente la legislatura, de modo que nos encontramos expectantes ante la confirmación de los candidatos a la alcaldía que confirmen o desmientan rumores. A uno le queda la sensación de que, con todos los condicionantes anteriores, el año que se va, poco o nada nos ha acercado a un futuro halagüeño. Quizá esta pueda ser una buena promesa electoral:  un proyecto de pueblo próspero cultural, industrial, deportivo; no se.  Llevamos años de retraso, tal vez porque en política trabajar a largo plazo no reporta votos, que si pueden obtenerse del día a día.  La altura de miras parece ser un valor escaso hoy. Sembrar un futuro prometedor requiere tiempo y probablemente recoger sólo reconocimiento. Esperemos un año mucho más propicio, en el cual se nos ofrezca la senda que permita recuperar un pasado que si fue brillante.