Ángel Galindo García – La amazonia

Hace unos meses, un gran incendio arrasó miles de hectáreas de bosque en la Amazonia. Como en tantas realidades, aparece un cruce de intereses. Por una parte, el lícito interés, que responde a un derecho, de los indígenas a vivir conforme a sus tradiciones y su cultura. Por otra parte, el interés egoísta y competitivo de los poderes de este mundo: las ideologías, los estados y los potentados.

Dicen, es verdad, que estos incendios suelen ser provocados: la búsqueda de subida de precio de las maderas y el deseo de adquirir tierras libres en la floresta para dedicarlos a otros sistemas de producción están entre las causas de estos incendios. Hay consecuencias evidentes: empobrecimiento de los pobres, los ricos se enriquecen y la naturaleza se destruye con la consiguiente contaminación.

Los estados organizan conferencias y congresos para ponerse de acuerdo sobre la contaminación del mundo y para dar respuesta a la desertización cada vez mayor del planeta: palabras, palabras, palabras. Junto a ellos, grupos de ecologistas luchan por concienciar de la necesidad de hacer un mundo sostenible.

En Roma, el papa Francisco entra en este debate y acaba de inaugurar el Sínodo de la Amazonia. Es la primera ocasión que en Roma se discutirán, en un contexto como el del Sínodo de obispos, los problemas y retos, que enfrenta el trabajo de la Iglesia en una zona del mundo especialmente difícil por los cambios acelerados que ocurren allá y que tienen implicaciones globales para la estabilidad del clima.

Hace varios años que el Papa ha constituido todo un dicasterio dedicado al cuidado de la casa común, a la ecología, e incluso ha dedicado una encíclica, Laudato SI, a este tema. El papa no ceja de impulsar una evangelización desde el cuidado de la naturaleza. Las conferencias episcopales se han unido a otras religiones para aportar su granito de arena en este sentido.

Por ello, lo que se resuelva en el Sínodo de la Amazonia podría tener implicaciones para el bienestar de esa región y para el conjunto de la Iglesia. Ése es el temor de algunos de los enemigos del papa Francisco y de la Iglesia que, comprometidos como están con que nada cambie, han emprendido una campaña de desprestigio contra él y sus colaboradores.

La campaña pierde de vista la gravedad de los retos que enfrenta la Iglesia católica en esa región del mundo, así como los efectos positivos que tendría impulsar una serie de reformas que mejorarán el desarrollo de las diócesis y las parroquias. La campaña ha seguido las líneas de las otras, contra el sínodo de la familia y de los jóvenes: el “riesgo” de que se introduzcan cambios doctrinales que —en la opinión de los rigoristas— pudieran acabar con la Iglesia como la conocemos, aunque en el caso del Sínodo de la Amazonia se han agregado actores como el gobierno nacional de Brasil, además de organizaciones retardatarias, enemigas desde hace muchas décadas de la Iglesia como Tradición, Familia y Propiedad (TFP).

A algunos cristianos y especialmente a los poderes de este mundo no quieren ni les interesa que la Iglesia hable de política y se preocupe de los problemas sangrantes que hacen que miles de personas mueran de enfermedad y de hambre. Los políticos no quieren que los cristianos hablemos de sus injusticias. Les molesta. Y, a la vez, algunos cristianos prefieren encerrarse en los templos dejando que los «hijos de las tinieblas» acampen por sus fueros.

En el contexto de la amazonia la TFP apoya las conspiraciones que usan para defender sus privilegios como terratenientes en las zonas rurales de Brasil y, de manera más general, como miembros de la casta de privilegiados que domina Brasil desde finales del siglo XVIII.

Habrá que ver cómo se desarrolla el sínodo y conocer en detalle las propuestas que se hagan. Lo que debe quedar claro es que tanto la urgencia de evangelización como la urgencia ecológica de la Iglesia, obligan a cambios profundos que no se queden en las apariencias. No se trata sólo de permitir curas casados o no. Se trata de cambiar de fondo la mentalidad y la relación del clero con los fieles y eso sería bueno no sólo para la Amazonia.