Esta crisis salvaje está poniendo al descubierto las debilidades de nuestra sociedad, que creíamos tan segura y confortable. La mayor parte de esas debilidades se acumulan en las grandes ciudades, cada vez más monstruosas e incontrolables. Delhi, El Cairo o Mexico DF son locuras humanas, pero nadie se plantea poner límites al crecimiento de Madrid o Barcelona, que siguen despoblando pueblos y pequeñas ciudades. Cada Operación Chamartín es una puñalada al mundo rural.

Las grandes ciudades se han convertido en trampas mortales ante los ataques de los nuevos enemigos. Han sido muy eficientes para el Capitalismo porque le permite concentrar dinero, infraestructuras, recursos humanos, productores y consumidores en  espacios controlados que maximizan las ganancias y derivan los problemas, ecológicos o humanos, hacia otros lados. Ahora es tiempo de mirar al mundo rural. Es el mundo primario, de donde todo surge. Desde el huevo a la energía eléctrica, del puerro al mineral de hierro, del lechazo a la brisa fresca del bosque. En el más absoluto anonimato, los agricultores siembran, los ganaderos abastecen de proteínas animales, otros mantienen y cuidan la naturaleza… todo  ello para que los urbanitas puedan continuar ejerciendo sus “importantísimos roles”, esos que nos conducen sin remedio al desastre ecológico.

La civilización surgió en las ciudades pero hoy se han convertido en un cáncer que está devorando esa misma civilización.