Los reyes Felipe y Letizia presidieron ayer en Sevilla las celebraciones del Día de las Fuerzas Armadas, que reunieron a decenas de miles de sevillanos y turistas junto al río Guadalquivir para presenciar el desfile militar.
A las 12.00 en punto llegaron a la tribuna principal, frente a la plaza de toros de La Maestranza, acompañados de la ministra de Defensa en funciones, Margarita Robles; el jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), el general Fernando Alejandre, y toda la cúpula militar.
También asistieron el ministro de Asuntos Exteriores en funciones, Josep Borrell; el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, y el alcalde de Sevilla en funciones, Juan Espadas.
Horas antes del comienzo del desfile, bajo un sol abrasador, la zona ubicada frente a la plaza, donde se sitúa la tribuna principal, se encontraba colapsada de público que, armados con banderas, sombreros y abanicos esperaba la llegada de los Reyes y el comienzo del desfile.
Homenaje
El Día de las Fuerzas Armadas se celebró este año bajo el lema ‘30 años defendiendo la paz en el mundo’ para celebrar la labor que los militares y guardias civiles realizan por el mundo, participando en misiones de la OTAN, la ONU y la UE.
Tras el izado de la bandera, tuvo lugar un homenaje especial a los 186 españoles fallecidos en misiones en el exterior, cuyas familias fueron invitadas por primera vez a participar en la fiesta militar.
Tras el homenaje, la Patrulla Águila hizo una pasada sobre la tribuna dejando una estela con los colores de la bandera, con lo que comenzó el desfile aéreo y terrestre en el que participaron más de 2.600 efectivos, 177 vehículos, 49 aviones, 36 helicópteros y 34 motos.
El amor a España y el apoyo a su Ejército pudieron más que el sofocante calor que hizo en Sevilla y miles de sevillanos y ciudadanos procedentes de muchos puntos del país acompañaron a los Reyes.
Los termómetros marcaban unos 35 grados y a pleno sol eran algunos más, pero eso no impidió que el público disfrutase del despliegue militar entre el puente de Triana y el Costurero de la Reina, con el Guadalquivir como constante testigo.
Encaramados a los bancos y las farolas, agarrados a las rejas exteriores del Teatro de la Maestranza, sentados sobre los macetones, a los espectadores les valió cualquier recurso para rendir su particular homenaje a los soldados de los tres ejércitos.