
Taberna Libraria ha reunido en una edición facsímil conmemorativa los ‘Autógrafos de Miguel de Cervantes Saavedra’, procedentes de diversas cartas escritas por el autor de ‘El Quijote’ y que, según los expertos que han trabajado en esta recopilación, demuestran una letra “elegante y cuidada” y un uso de mayúsculas sin justificación y arcaísmos. En total, han sido once los autógrafos de Cervantes rescatados en esta obra —una edición limitada de 1616 ejemplares—, todos ellos de documentos administrativos. Esta edición añade incluso un documento redactado desde la cárcel. Una serie de escritos que se encuentran repartidos en distintas instituciones como el Archivo General de Simancas, el Archivo Municipal de Carmona o la Biblioteca Nacional de España, entre otros.
“Rescatar estos textos y estudiarlos en esta edición permite tener aquello, poco y escaso, de lo que tuvo Cervantes entre las manos. Todos estos textos son el ADN de nuestro Cervantes hombre”, señaló el catedrático de Filología Románica José Manuel Lucía, uno de los participantes en la obra.
Otra de las participantes, la catedrática emérita de Paleografía de la Universidad Complutense de Madrid, Elisa Ruiz, desgranó la escritura de Cervantes en base a sus textos. Para empezar, el escritor optaba por la escritura predominante en aquella época entre los maestros, la letra bastarda, frente a la redondilla. “La caligrafía de Cervantes es pausada, cuidada y elegante, aunque es cierto que, como suele ocurrir, en sus cartas a partir de la quinta línea el cansancio se apodera de él y cambia el trazado de la escritura”, señaló. Entre sus caracteres idiográficos destacó el uso de mayúsculas sin justificación, una estética algo barroca y el empleo de letras especiales.
Un ejemplo de ello sería el documento de la petición judicial referida a un pleito contra Pedro de Isunza. En este texto se puede observar la unión de preposiciones y posesivos como ‘desu’ o artículos y verbos como ‘loes’. También hay uniones de vocales con la forma ‘st’ (‘asta’) o el empleo de abreviaturas (‘q’) y se puede observar la ausencia de signos ortográficos, de hecho, ni siquiera pone punto a la ‘i’.
Por su parte, el académico de la RAE Juan Gil habló de la alineación de Cervantes con la escuela seguidora de Nebrija, que proponía la adecuación de la escritura al habla. Asimismo, apuntó a una “llaneza” que se demuestra en la decisión de prescindir de la cedilla o de “los cultismos estridentes”, habituales en esa época.
Por el contrario, Gil señaló una predisposición a usar arcaísmos que le distanciaba de otros autores como Góngora. La aspiración de la ‘h’, el empleo de la ‘x’ o la ‘z’ (‘fazer’) y la separación de las palabras con los adverbios en ‘mente’ serían otros buenos ejemplos de ello. “Pero esto es una muestra del Cervantes ciudadano, porque el Cervantes escritor como el de ‘La Galatea’ muestra un texto con los máximos cultismos”, añadió.
Respecto a los autógrafos, se han recogido un total de once que van desde el año 1582 hasta 1604, periodo “extenso” en el que se puede ver como el autor va cambiando la extensión de la firma la grafía del segundo apellido, su disposición espacial o complementos ornamentales. El primer ejemplo es el de un Cervantes treintañero en una carta de petición para una vacante en Las Indias de 1582. Aquí firma con su nombre y primer apellido —con una ‘M’ “infantil, casi escolar”, según Ruiz— y le añade bucles superiores y una rúbrica “con la arrogancia de la juventud”.
Apenas siete años más tarde, la firma de Cervantes añadió su segundo apellido, “con una clara distinción entre la sílaba ‘Sa’ y el resto de la palabra”, aunque sin incorporarlo demasiado. De hecho, con 50 años, vuelve a la simplificación. La obra cierra los documentos con la solicitud de 1604 de privilegio para la obra ‘El Quijote’, y en la firma, se ven “letras titubeantes” que podrían tener que ver con “falta de fluidez en el proceso neuronal”.