La Alameda en otoño. FOTO: MARIO.
La Alameda en otoño. FOTO: MARIO.

Se ha escrito que la alameda más antigua de España es la llamada de Hércules, en Sevilla, que data de 1575. Pues bien. En los libros de actas del Ayuntamiento de Segovia consta que la plantación de la que hablamos, junto al Eresma, se inició diez años antes, en 1565. Saque cada uno sus conclusiones.

Profill de la ville de Sigovie, en Espagne. ¿Louis Meunier? Entre 1665 y 1668.
Profill de la ville de Sigovie, en Espagne. ¿Louis Meunier? Entre 1665 y 1668.

Poco después de plantada ya se hacía notar pues un soldado, Henrique Cock, al describir en 1592 la ciudad, habla del río Eresma “en cuya ribera hay una buena alameda”; y en el siglo XVII ¿el francés Louis Meunier? la llevó a un grabado en el que luce como elemento destacado al pie del conjunto monumental.

Pasó a letrillas populares que se cantaban con acompañamiento de dulzainas: “Viva Segovia que tiene / una alameda famosa / y a las orillas del río / una fábrica de loza”.

Inscripción epigráfica recordando el paso por La Alameda del poeta Antonio Machado. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.
Inscripción epigráfica recordando el paso por La Alameda del poeta Antonio Machado. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.

Y cuando el poeta Antonio Machado llegó a Segovia, el año 1919, tuvo a bien citarla, aunque de refilón, en unos versos que se han recordado con una inscripción epigráfica colocada en el pretil de uno de los puentes por los que se accede a ella.

La vieja fuente. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.
La vieja fuente. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.

No se ha recordado que fue, acaso, la primera alameda de España, ni sus fechas, ni el nombre de los regidores que la propiciaron, ni el de los artistas locales que la dibujaron o pintaron…

“Segovia de la Sierra, quien en ti nace no medra; de fuera vendrá quien en ti medrará”, escribió en el siglo XVI Garci Ruiz de Castro, el primer historiador de la ciudad.

Fuente sacada del claustro mudéjar del monasterio el Parral. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.
Fuente sacada del claustro mudéjar del monasterio el Parral. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.

Traigo a este artículo, como brisa del Eresma, una página que es recuerdo a un elegante y agudo periodista y poeta local, Luis Martín García Marcos; a un dibujante notable, Jesús Helguera, a quien la guerra echó de entre nosotros; y a una revista, Cultura Segoviana, editada en 1932 por el naturalista Celso Arévalo Carretero, con quien los anteriormente citados colaboraron. Lean los versos.

Plátano. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.
Plátano. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.

Volvamos a la que para los segovianos es La Alameda aunque nunca fue tal, sino olmeda, ya que la especie dominante en ella fue el olmo, Ulmus Campestris, al que aquí llamaron, y llaman, impropiamente, álamo negro, de donde viene la confusión. En documentos municipales ha figurado como Alameda del Río, Alameda del Parrral, Alameda de Abajo o Alameda de Santa Ana. Y durante mucho tiempo, dos siglos al menos, fue el único espacio verde creado como lugar de recreo para los vecinos que, bajo las oscuras y cerradas copas de los olmos, buscaban un refugio que los defendiese de los rigores del verano, a pesar de que, como escribió el corresponsal en Segovia de Pascual Madoz, resultase “muy incómodo bajar a ella por la distancia y las grandes cuestas que al regreso fatigan demasiado”.

Racimos de manjoletas, el fruto del majuelo. JUAN MANUEL SANTAMARÍA
Racimos de manjoletas, el fruto del majuelo. JUAN MANUEL SANTAMARÍA

Fue dotada de una pequeña fuente con caño de hierro, que perdura, y más adelante, al ser clausurado por la desamortización el monasterio jerónimo del Parral, se trasladó hasta ella la gran fuente de granito con cuatro caños que había en el claustro grande de aquel.

Semillas de carpe. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.
Semillas de carpe. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.

Sólo fue un adorno, pues por esos caños nunca corrió el agua que, abundante y cantarina, sí corre ahora, aunque no por la fuente sino siguiendo la red de canales que se han trazado en la Alameda para su saneamiento y drenaje.

Álamo negro. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.
Álamo negro. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.

Los chiquillos se metían en el caz de los Mostenses y lo recorrían, agachados, buscando los peces bajo las piedras; los mozalbetes jugaban al chito y al marro en las calles abiertas entre las líneas de árboles; las mujeres bajaban a lavar la ropa que tendían en el césped del declive existente entre la carretera y el río; muchas familias iban allí a pasar el día comiendo o merendando cada 26 de julio, festividad de Santa Ana y, caso anecdótico, durante la guerra, las tropas del ejército nacional aprovechaban el oscuro toldo verde de las frondas para esconder sus recuas de mulos. Conoció la existencia de barcas de paseo y el primer puente fue línea de salida para pruebas de piragüismo que descendían siguiendo el curso del río hasta Los Lavaderos, en las cercanías de San Pedro Abanto. Hoy, y no es poco, sólo suele ser frecuentada por paseantes, fotógrafos y pintores.

Álamo gris. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.
Álamo gris. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.

Yo invito a que bajen hasta ella todos los amantes de disfrutar con los árboles, reconociéndolos. Como la grafiosis acabó con los viejos olmos apenas hay ejemplares que llamen la atención por su grosor, pero pueden verse cuatro especies de álamos: el álamo negro, con sus grandes verrugas; el chopo, de apretada silueta; el álamo gris, con el blanco verdoso de su tronco y el álamo de Carolina, reconocible por su agrietada corteza y por las hojas que dibujan la forma de un delta. Luego, siguiendo, el paseante podrá encontrar sauces bastante corpulentos, plátanos (uno de ellos el árbol más grueso de la alameda en la actualidad), tilos, fresnos, hayas, carpes, alisos, arces, nogales… Y arbustos, que crecen muy junto al agua, en la que hunden sus raíces los avellanos, los majuelos, las zarzamoras, el cotoneaster, el aligustre japonés, el cornus, la rosa canina, los saúcos y hasta un mostajo.

Chopos. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.
Chopos. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.

Un ejercicio instructivo a la vez que saludable, y aún apasionante, es hacer el recorrido con papel y lapicero, reconociendo todos los ejemplares de las especies citadas y algunas que se me hayan podido pasar. Y si el concurrente dibuja, todo un gozo llevar al cuaderno detalles de hojas, de flores, de frutos o siluetas de árboles y sus reflejos en el agua del río. El mejor homenaje a los hombres del Renacimiento que nos legaron tan sobresaliente arboleda.

Álamo de Carolina. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.
Álamo de Carolina. JUAN MANUEL SANTAMARÍA.

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*ACADÉMICO DE SAN QUIRCE
porunasegoviamasverde.wordpress.com