
Leí un texto de Juan Ramón Jiménez sobre Segovia y comprobé, no sin extrañeza, que no mencionaba los grandes monumentos, porque no le gustaron o porque los juzgó pretenciosos, pero sí que recordaba muchas cosas capaces de emocionar, por pequeñas. Así hablaba de un jardín: “Soñando en el rincón de pena de mi alma está – a su luz y a su melancolía- el antiguo claustro del convento de las hijas de Santa Clara con sus filigranas de piedra dorada y su jardín abandonado, su jardín chiquito, como hecho para dos corazones: el corazón de una novicia melancólica y mi corazón de solitario; con cipreses verde-oro, con su pozo sin agua, con la yerba alta y seca y las flores santas por el suelo”.
JARDIN DEL CONVENTO DE SANTA ISABEL
Ignoro a qué jardín se refería pues hay cuatro conventos de clarisas y no he tenido acceso a todos. Del que aquí hablo no es chiquito ni está dentro de un claustro hecho con afiligranada piedra caliza, sino con columnas de granito. Y si le considero renacentista no es tanto por su trazado cuanto por la arquitectura que lo envuelve y por poder incluirse entre los concebidos y realizados como hortus conclusus.
El convento de Santa Isabel, un edificio gótico que data de 1486, posee un claustro único en Segovia por su falta de unidad, consecuencia de haberse construido en tres diferentes momentos. El lado de levante se cerró con esbeltas columnas rematadas por capiteles que reciben arcos carpaneles rebajados deprimidos, usuales en la ciudad a principios del siglo XVI; los lados del sur y poniente, posteriores, tienen una columnata adintelada; y el del norte, aún más tardío, columnas de menor altura con arcos de medio punto.
Tanto el trazado como las plantaciones actuales son el resultado de reformas recientes, pero se integran bien en el marco arquitectónico. Hay una parte separada del resto por setos de aligustre y con césped, algo que parece anterior a la reforma y que pudo ser respetado por los promotores de ésta. En lo demás, distribuidos por espacios de variado dibujo hay flores vivaces y de temporada, rosales, adelfas, palmeras y dos cipreses recortados en curiosa topiaria.
La primera sensación que se tiene al contemplarlo desde las galerías es la de un jardín abigarrado y lleno, pero paseando se aprecia que todo está ordenado y en su justo lugar: entre marzo y noviembre, tiempos de violetas y crisantemos, discurren los de muchas flores que soportan nuestro clima, como colocadas para que el paseante se sienta en todo momento cerca de su aroma y del roce de sus pétalos. Y para que recite, mientras disfruta de sus colores, los versos de Fernando Pessoa:
“Dame lirios, lirios / y rosas también. / Dame rosas, rosas y lirios también. / Crisantemos, dalias, / violetas / y entre todas las flores, los girasoles”.

JARDIN DE LAS CARMELITAS DESCALZAS
El convento de San José, que data de 1576, también tiene un claustro original. El cuadrado que ocupa está delimitado por sólidas columnas de granito, con marcado collarino y capitel de bien labradas volutas, pero mientras que las columnas de tres de sus lados se ven exentas, sólo soportando dinteles pétreos, las del cuarto reciben dintel de madera sobre el que carga una galería de este mismo material. En el centro hay una cruz -herencia del jardín claustral medieval- y al pie de las columnas se monta y desmonta un jardín que podemos considerar intermitente pues se crea cada año con tiestos y jardineras donde se plantan rosales trepadores y flores de temporada. Contemplado en las estaciones floríferas, a pesar de su sobriedad, es alegre; cuando en los inviernos se cubre de nieve, de un ascetismo sobrecogedor.



JARDIN DE SANTA CRUZ
El segundo modelo de jardín renacentista, el trazado sobre superficies en pendiente, fue ceración de Bramante a quien se encomendó unir los dos puntos de mayor y menor altura del Belvedere -un desnivel de 300 m- en el Vaticano. La solución propuesta por el arquitecto fue dividir el espacio en planos y rampas que se combinaban con muros transversales y escalinatas, todo ordenado simétricamente en torno a un eje longitudinal que centraba las plantaciones, las estatuas y las fuentes.
Un jardín de este tipo, aunque reducido al mínimo, sin escultura y sin agua, es el situado frente a la fachada de Santa Cruz, donde el desnivel existente entre la calle y el enlosado que alcanza la portada del templo, se llena con muros y escaleras que rodean un semicírculo destinado a plantas. Tuvo flores de temporada y rosales. Hoy, únicamente un arbusto que eleva su verde sobre las piedras blancas y menudas que cubren el suelo.

JARDIN DEL CONVENTO DE PADRES CARMELITAS
Realizado siguiendo el mismo patrón, sin fuentes ni esculturas, es el jardín que une la calle con la fachada de la iglesia de Carmelitas Descalzos, fundado por San Juan de la Cruz en 1588.

de los Padres Carmelitas. Foto: Juan Manuel Santamaría
Está organizado en torno a un eje longitudinal dividido en tres partes, una central con varios tramos que reciben escaleras y muretes de contención, y dos laterales, ocupadas por rampas largas y estrechas que conocieron plantaciones de lirios -morado nazareno- sustituidas no ha mucho por dos arriates de flores de temporada en la plataforma superior y dos alineaciones de cipreses que llenan el resto del talud. En los muchos días luminosos que tiene el año segoviano, el verde oscuro de los cipreses atenúa la restallante luminosidad de la fachada ante la que se recortan; en los húmedos y melancólicos días de noviembre resulta reconfortante mirar hacia lo alto siguiendo la dirección que marcan sus flechas.
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*Académico de San Quirce.
Porunasegoviamasverde.wordpress.com