Un aniversario de luces y sombras

Alemania celebra dos décadas de la unificación nacional sin haber superado la gran brecha social y económica abierta entre dos ‘mundos’ rotos por el muro de Berlín

´Dos décadas después de la reunificación, uno de los procesos más costosos de la historia de Europa, Alemania ha experimentado una transición velocísima hacia una sociedad pluricultural. Se pide paciencia para aceptar la transición y valorar convenientemente sus efectos, pero los datos económicos demuestran de manera irrefutable que siguen existiendo obstáculos que salvar.

A los alemanes les sigue costando el cambio, pero aceptan de buen grado la consecución de un objetivo común. Solo uno de cada 10 ossis -ex ciudadanos de la RDA- echa de menos la vida bajo el socialismo. Es un dato significativo, pero debe ser tenido en cuenta en relación con el hecho de que sus ahora compatriotas creen a su vez que antes de 1989 se vivía mejor en el oeste, en la entonces República Federal Alemana.

Sin embargo, en julio de este año, la tasa de desempleo en el este (11,5 por ciento) prácticamente duplicaba a las zonas del oeste (6,6 por ciento). Deficiencias heredadas de la fuerte desindustrialización de los años 90, tras el cierre de las firmas estatales de la antigua República Democrática Alemana (RDA), que experimentan una recuperación lenta y gradual.

La situación actual combina nostalgia e inercia globalizadora, en el contexto de un cambio drástico del sistema político y económico que afecta a todos por igual.

Todavía hay revuelo en el territorio por las declaraciones del premier socialdemócrata de Brandenburgo, Matthias Platzeck, quien durante una entrevista empleó la palabra Anschluss para describir el proceso de reunificación. El problema era que Adolf Hitler usó ese mismo vocablo 70 años antes para describir la ocupación y posterior anexión de Austria en 1938.

Esta semana, Platzeck matizó la forma de sus declaraciones, pero mantuvo intacto el contenido: «Me alegro de vivir en paz y democracia, pero hay que decir cuándo están mal las cosas, y hay que permitir que una minoría preserve los pocos símbolos y valores que todavía le quedan», puntualizó.

Una mayoría ajustada de germanos -53 por ciento en el este, 57 por ciento en el oeste- celebra el hecho de la reunificación. Pero ello no significa que tengan que tolerar a los vecinos. Para un 69 por ciento de los orientales, las personas del oeste son «arrogantes» y un 54 por ciento les tacha de «tacaños».

A su vez, los occidentales están hartos de que sus compatriotas del este nunca hayan expresado su agradecimiento por las cuantiosas transferencias realizadas al Este para sustentar la transición.

Otra cuestión relevante es el envejecimiento de la población del este, atribuida al éxodo al oeste de gran parte de sus trabajadores. La región se queda cada vez más vacía, hasta el punto de que nadie quiere hacer predicciones económicas a medio plazo.

Para la mayoría de los ciudadanos, el país está en un constante proceso de recuperación. La reunificación deja, a nivel personal, momentos extraordinarios -la reunión de miles de familias separadas por el muro, el fin del envío de los 26 millones de raciones anuales de ayuda al este- pero también fallos en los social. El más destacado de ellos es la falta de integración de las élites orientales.

El ejemplo más rotundo se encuentra en la figura de Ángela Merkel, nacida en la RDA. La canciller iba a abanderar un período de comunión entre las cúpulas de poder de las respectivas Alemanias. Un símbolo de integración. Pero, actualmente, es la única representante oriental del Gabinete.