Desde que la Sociedad Económica de Amigos del País, finales del siglo XVIII, iniciara la plantación de árboles en caminos y alamedas, Segovia ha contado con muchos Ayuntamientos dispuestos a continuar, aunque con intermitencias, esa tarea de embellecimiento.
A ello se debe esta zona arbolada que la gente conoce como Alamedilla de Conejo, por ser pequeña y por haber sido plantada a instancia de un concejal llamado Antonio Well, apodado con el nombre de tan simpático roedor.
Su creación fue, como la de tantas otras en Segovia, tarea laboriosa pues hubo que empezar por hacer el espacio. A ello ayudó la construcción de la Carretera de Boceguillas, años 1863-1864, la cual, conteniendo las tierras que arrastraba el arroyo de los Batanes, consiguió que al pie de la cuesta de la Cueva de la Zorra se fuese formando una pequeña terraza de aluvión que, drenada y rellenada convenientemente, pasó a ser terreno apto para recibir arbolado.
Hasta que éste llegó, la carretera se había convertido, escribió un periodista de El Porvenir Segoviano -año 1864-, en “uno de los más conocidos y amenos paseos de esta ciudad”, sobre todo después que el Sr. Ingeniero Jefe de Caminos, aquel mismo año, eliminara “del tránsito público el peligro que existía por falta total de defensas al borde de los terraplenes de la carretera de Boceguillas a la salida de esta ciudad inmediata al Azoguejo”. Con aquella defensa, el sólido pretil que aún existe, la ciudad ganó un espacio por el que pasear.
En 1901 se aprobó “el extendido de escombros en los vertederos de la carretera de la fábrica de loza” y en 1910, con la infraestructura conseguida, se efectuó la plantación en la que siempre fue tenida por alamedilla, alameda chiquita, aunque nunca tuvo álamos sino castaños de Indias.
Su superficie, nunca amplia, se fue reduciendo cada vez que había que ensanchar las vías que la circundan e incluso a punto estuvo de desaparecer cuando se pensó que era el lugar ideal para construir la estación de autobuses que tanto necesitaba la ciudad. Hubo protestas y un fino periodista local, Luis Martín García Marcos, le dedicó estos versos jocosos:
Alamedilla del Conejo, / pronto te van a demoler. / Antesala del Azoguejo, / como te lloro sin querer. / Destruirán la amable yedra / donde reptaba el caracol / cuando pongan la primera piedra / y nos den un vino español. / Vieja alameda provinciana / de perfiles celestinescos, / te pondrá el R. I. P. la Comisión / de los Parajes Pintorescos.
Pero fueron tantas las voces que se alinearon con el poeta en favor de que la alameda se mantuviese, que consiguieron su conservación y la estación no se hizo.
En los últimos tiempos ha recibido obras de mejora: una hermosa fuente de granito con pilón se ha añadido a la más sencilla y de un sólo caño que tuvo al principio, se han ordenado los recios asientos pétreos y en la ladera se han puesto árboles y arbustos, que pronto la embellecerán.
JARDÍN DE MARIANO CONTRERAS “El Obispo”
Es este un jardín de trazado extraño, a retazos, entre dos ríos -Eresma y Ciguiñuela-, la calle Anselmo Carretero y la carretera de Boceguillas. En el pasado fue el paraje de Las Delicias, del barrio de San Lorenzo, alejado del núcleo y poco poblado. En lo que mis recuerdos alcanzan, fue arboleda en la que unos canteros trabajaban a la sombra de los árboles, labrando dinteles y bancos de granito.
Hoy es más, pues se han plantado árboles a ambos lados de la carretera -nombrada Vía Roma-, a las orillas del Eresma y junto a los modernos bloques de viviendas, estos, pienso que por imposición urbanística, pero conservando el núcleo primitivo, que el año 2011 fue dedicado al dulzainero Mariano Contreras “el Obispo”.
El núcleo del jardín, donde se ha colocado el monolito de la dedicación, es de forma próxima al triángulo. Por el lado que da a Vía Roma tiene césped y arbustos alternando con árboles; por el lado opuesto, hacia la calle Anselmo Carretero, un talud poblado de hierba y arbustos recortados en forma de bola.
Antes de bajar al Eresma, junto a la que ha pasado a ser casa de vecinos, hay varios tilos; y saliendo hacia la ribera del Ciguiñuela, césped salpicado de castaños de Indias y rodales de rosas. Al otro lado de Vía Roma, entre rosales y vivaces luce el color grana de los prunus. Más arriba, perdiéndose hacia la bifurcación, entre otros árboles añosos destaca una vieja acacia, superviviente de las que plantó Marcelo Laínez.
Todo lo existente, unido en una muy poco formal mezcolanza, da belleza al lugar y suaviza lo que el cemento, el ladrillo y el asfalto endurecen.
EL ARBORETO DE CONIFERAS DE LA GRANJA-ESCUELA
Donde la Vía Roma termina y la carretera de Riaza empieza, hay un arboreto de coníferas que llama la atención del paseante. ¿Quién lo hizo posible?
El director de Caja Segovia, Fernando Albertos Redondo, con una acertada gestión y rodeándose de un equipo eficiente, supo aprovechar el cambios de coyuntura económica para abrir oficinas por toda la provincia, conseguir que los beneficios se multiplicaran y hacer que la Obra Social alcanzara cotas que nadie se hubiera atrevido a soñar.
Impulsó la creación de centros de Jubilados, de Formación para Mujeres y de Educación Especial, Guarderías infantiles y Estudios Universitarios. Y a donde su acción llegaba, si había suelo disponible, ponía árboles y jardines. Aunque fuera sólo un rosal. En la Granja Escuela se pusieron muchos.
Fue un centro concebido para la formación de muchachas del medio rural, creado en 1966, justo cuando ese mundo se estaba quebrando. Constaba de un edificio con habitaciones y aulas, zona deportiva y piscina, todo rodeado de verde, con pradera, una alineación de boleanos que aislaba el complejo del tráfico y una plantación de coníferas dirigida por el ingeniero de montes Miguel Sainz Margareto con cedros del Himalaya, abetos blancos, abetos rojos, secuoyas y juníperos de Virginia. Todo se ve, recién plantado, al otro lado de la ventana sobre cuyo alfeizar lee, sentada, la ensoñadora joven de la fotografía.
Se concibió como espacio para el ocio tras el trabajo, así que se trazó una red de paseos, se añadieron dos áreas de estancia y se colocaron dos estatuas en piedra esculpidas por Santiago de Santiago: una muchacha acariciando un ternero, representación bucólica de la nueva mujer campesina que se quería; otra llevando un cántaro, imagen de un pasado reciente, la que todavía tenía que ir a por agua a la fuente, y de un pasado legendario, la que vende su alma al diablo para no tener que hacerlo.
Desde que se hizo la plantación, año 1967, hasta hoy han pasado 56 años, muchos para que se haya mantenido inalterada. Han desaparecido la plantación perimetral de boleanos y algunas coníferas del interior. Sí permanecen en pie los tres juníperos de Virginia.
Pero ya no es Granja-Escuela.
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* Académico de San Quirce
>> porunasegoviamasverde.wordpress.com