Carta abierta al Sr. Obispo de Segovia

    Señora directora:

    Sr Obispo de Segovia. Con esta carta me uno al sentir de otras dirigidas a usted en relación a la destitución de Jesús Torres en sus funciones como cura de los pueblos de Aguilafuente, Aldea Real, Sauquillo de Cabezas y Lastras de Cuéllar. Funciones que no son otras que las de atención netamente evangélicas para con las personas de aquellos pueblos.

    Funciones y tareas que debemos entender que usted y la Diócesis conocen de primera mano, a excepción, claro está, de los propios atendidos, que no son otros que los propios vecinos y allegados que a estas tierras se acercan y que, de parte de Jesús en primera persona saben, sabemos, lo que es recibir alegría, espiritualidad, amistad y tolerancia. Actitud ésta que si bien siempre podremos decir que es muy humana, no es entregada sino a la luz del Evangelio y de la Palabra de Dios. Siendo usted autoridad docta en esto último, no puedo más que dejarlo ahí, acaso solicitarle, humildemente, alguna explicación de la forma que vea más clarificadora.

    Sin embargo y también a la luz del mucho tiempo transcurrido desde que conocí a Jesús como párroco recién ordenado sacerdote en el pueblo de la Estación de El Espinar, sí podría constatar algunas experiencias recibidas, como lo podrán hacer muchas otras gentes. La primera y fundamental la coherencia por seguir una vida inspirada en el evangelio, acercándonos a la vida más cotidiana y sencilla, donde los jóvenes nos reuníamos para comprender que una vida cristiana era ofrecer nuestra ayuda a quien lo necesitase de manera evangélica, práctica y alegre. Acciones que fueron vigiladas por las autoridades civiles y eclesiásticas y que hoy no serían más que una reunión de amigos hablando libremente de asuntos elementales y sencillos. Si bien, debería recordar cómo el entonces obispo de la Diócesis se acercó a nuestro pueblo vestido de calle y entró en las casas de nuestros padres para celebrar con nosotros aquello en lo que creíamos. Hoy es sabido que Jesús sigue recorriendo los caminos de pueblo en pueblo, de casa en casa, de hospital en hospital acompañando a los enfermos. Sin olvidar, que en medio se detuvo en África en un trabajo religioso y social, duro pero fructífero.

    En fin, Jesús Torres, cura y misionero desde la propia Iglesia de Dios, algo que siempre nos llamó la atención, pero que él nunca abandonó con tozudez, creyendo en la Iglesia de los pobres, como él repite.

    Que su vida y su fe influye en las vidas de quienes le conocemos, creyentes y no creyentes, es algo que se puede constatar, pero siempre será para bien. Siempre recordaré aquello que ya de cura joven le oí decir ante quienes le increpaban por la manera en que se comprometía: “Yo no estoy aquí para defenderme, sino para defender el Evangelio”.

    Jesús Torres, ejemplo de sacerdocio sin más pretensiones que la de una vida para entregar. Entregando, por tanto, su salud, sí, pero recuperado para poder seguir y ¿no es una virtud, poder entregar la vida hasta el final?

    Jesús sufre por ser apartado de lo que él cree que puede y debe seguir haciendo en sus parroquias. Por ello, siempre habrá alguien que saldrá en su ayuda.

    J. Manuel Blanco Fernández