
La labor de Antonio Horcajo para con Segovia ha sido un regalo a los propios segovianos. Vinculado a la tierra de muchas maneras, es su sentimiento y amor por la misma el que ha logrado que en Madrid, todos los segovianos hayan tenido y tengan un lugar de referencia en el que sentirse unidos, donde todos los valores de su gente y cultura queden patentes y puedan disfrutarse. Desde 1996, cuando comenzó su trabajo como presidente del Centro Segoviano de Madrid, la capital de España ha tenido un pedacito de la ciudad del acueducto muy vivo en distintos puntos, las diferentes sedes que ha tenido el Centro Segoviano hasta estar donde está, en la calle Alburquerque. Horcajo es un viejo amigo de El Adelantado de Segovia: sus colaboraciones se remontan a su juventud: con 18 años escribió su primera columna, y hasta sus 92 actuales, la relación ha sido estrecha y grata, y en el propio diario ha plasmado sus vivencias, logros y reflexiones.
Antonio Horcajo Matesanz nació en Segovia el 14 de febrero de 1931. Cursó los estudios de Ciencias Políticas y Económicas en la Universidad de Madrid. Es Diplomado de Alta Dirección de Empresas por la Escuela de Organización Industrial, y solo queda él de su primera promoción. Perteneció al Cuerpo Superior de Técnicos de la Administración del Estado, en el que alcanzó el máximo nivel. También ha sido profesor de Economía Financiera en la Universidad de Verano de Jaca. Como Vicesecretario de Ordenación Económica de la provincia de Segovia fue el creador de los Polígonos Industriales de la ciudad, así como de los Consejos Económicos Comarcales que marcaron una pauta de desarrollo de la provincia. Entre su vasta trayectoria y un brillante currículum, destaca su ahínco por llevar Segovia por cada rincón; así llevó al callejero de Madrid a cuatro segovianos ilustres: el Doctor Andrés Laguna, el Doctor don Teófilo Hernando, el también doctor don Antonio García Tapia y el Marqués de Lozoya.
Fundador de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), perteneciente a la OCDE y FAO, su espíritu ha sido segoviano desde sus entrañas, y por eso impulsó la industrialización de la ciudad. Sus publicaciones siempre han llevado a Segovia por bandera como Hijo Predilecto, y ha guiado todas sus actuaciones; es así como lo ha dejado impregnado en el Centro Segoviano.
Antonio, ¿cómo nació el Centro Segoviano?
— El centro se fundó en 1920, y es el centro regional más antiguo de Madrid. Queda pendiente la celebración del centenario no por su edad, sino por recordar a toda esa gente que durante 100 años estuvo vinculada al Centro Segoviano.
El centro nació por la iniciativa de un camarero que estaba en un café; allí se reunían unos cuantos segovianos y dijeron, “¿pero por qué no hacemos un centro?”. Luego estuvo en muchas localizaciones. Que yo me acuerde, en la calle Mayor, muy cerca de la Puerta de Alcalá, en la calle Alcalá, y antes en la Plaza de Santiago y en la Carrera de San Jerónimo. Nació en una entreplanta en un bar que había en la Plaza de San Miguel, pero eso yo no lo llegué a conocer. Era un sitio de reunión para muchos que se habían ido de Segovia, jóvenes que se habían ido a trabajar a Madrid. Había baile entre los jóvenes segovianos, chicos y chicas, y de ahí surgieron matrimonios. Ahora oyes a jóvenes decir que sus padres se conocieron en el centro. Yo iba como usuario cuando estaba en la universidad, me iba precisamente a leer El Adelantado.
El centro cuando estuvo en la Puerta del Sol fue un referente para todo el mundo. Ahí conocí a mucha gente, participé en muchas actividades como cuando se publicó la Monografía del Centro Segoviano, en 1952.
En otra etapa fue cuando los socios decidieron que debían irse a un local propio, cuando se compró la casa donde radica ahora el centro, en la calle Alburquerque.
—¿Cómo llegó el nombramiento de presidente?
— Yo formaba parte de la junta directiva del centro y cuando cesó el Marqués de Lozoya, los integrantes de la junta pensaron que me podía ocupar yo. Hubo que convocar una junta de socios, de acuerdo con los estatutos; la junta me eligió como presidente y así, a partir del año 96, yo ya tenía el nombramiento oficial de presidente del centro.
—¿A qué te dedicabas en ese momento?
— Por entonces yo ya era concejal del Ayuntamiento de Madrid. Me habían elegido presidente de la junta del distrito de Moratalaz y Vicálvaro. Tal vez por esa influencia, o porque tenía acceso al Ayuntamiento, me eligieron a mí de presidente. Tuve mucho contacto con mucha gente. Eso se ve reflejado en los documentos del centro, la evolución que hubo en ese momento.
—Entonces, queda patente la evolución desde tus inicios como presidente del centro a tus últimos años de mandato.
— Ha habido mucha evolución. Al principio el centro era un lugar al que iban chicos a reunirse, jugar la partida… se juntaban hasta 200 los fines de semana. Había dos salones y uno se alquilaba a compañías de teatro de Madrid que iban a ensayar. Toda la actividad se refleja en las invitaciones que enviábamos por carta, porque no había internet, y también en el censo, donde se recogen los socios que han pasado por el centro: de dónde venían y qué hacían en Madrid, a qué se dedicaban. Había mucha solidaridad entre la colonia segoviana en la capital.
Por entonces se reunían en el centro gente como el Marqués de Lozoya, el doctor García Tapia, el doctor Teófilo Hernando y alguno más: tomaban café y después se iba cada uno a su Real Academia, lo que pone de manifiesto que el Centro Segoviano de Madrid tenía a gente de mucha prosapia, personalidades. Siempre ha habido personalidades y hemos hecho por Segovia todo lo que hemos podido.
—Esas personalidades, a la vez, compartían centro con gente de a pie que había ido a buscarse la vida a Madrid desde distintos puntos de Segovia.
— Claro. Mucha gente por entonces iba a buscarse la vida al Centro Segoviano, a buscar trabajo. Como en el centro había segovianos que ya tenían empresas, les daban trabajo. Y esa gente también podía disfrutar de conferencias que ofrecían gente como la escritora María Zambrano.
Entre la gente trabajadora también tuvimos presidencias que es importante recordar. Cuando se declara la guerra, Madrid queda en la zona republicana y dos segovianos tuvieron mucha relevancia: Emiliano Barral, anarquista muy vinculado a los socialistas, y Agapito Marazuela; ambos fueron presidentes del Centro Segoviano. Crearon allí las milicias populares segovianas, que eran voluntarios segovianos que iban al frente a defender Madrid. El centro era el cuartel de las milicias. Emiliano Barral fue muy querido, era sepulvedano. Agapito tocó en muchas veladas en el Ateneo; cuando tocaba la dulzaina en el centro se le pagaba una peseta.

—Todo esto se queda lejos de lo que es hoy el Centro.
— Completamente, ¡ahora es otro mundo! Ahora que ya hay inteligencia artificial… ¡antes todo era inteligencia natural! y amor a la tierra, eso siempre.
Aunque hay cosas que se mantienen, como la del jueves pasado, que tuvimos una comida en el centro con un grupo de amigos: el último jueves de cada mes comemos un cocido exquisito, con garbanzos de Valseca, eso sí. En su día puse una condición, y es que todo lo que se consuma en el centro sean productos de Segovia. Encarnita, la cocinera, y Guillermo, el camarero, llaman a Eva para comprar los mejores garbanzos del mundo, que son los de Valseca.
—Ahora que empieza la etapa de Sonia Juárez al frente de la presidencia, ¿cómo crees que encara el cargo en el Centro?
— Sonia ha estado muchos años conmigo en la junta directiva y ella me ha oído muchas veces decir, “aquí, gente joven ¿eh?, esto tiene que cambiar”. Ya lo saben; Sonia aprendió la lección y la repite: gente joven. Porque la continuidad de una institución como esta tiene que estar en la juventud. Los que aman a Segovia, muchos son hijos y nietos de aquellos socios, son ya nacidos en Madrid y vuelven los fines de semana al pueblo de sus abuelos, no al suyo, como iba su padre o su abuelo. Ese cambio generacional tiene que permanecer en el corazón de esos chicos, que se sientan vinculados al Centro Segoviano.
Ayer hablé de este tema con Mario San Cristóbal, joven miembro de la directiva. Sabe que esto continúa con gente joven; la sucesión de generaciones es importante. Nosotros ya somos pasado. Lo que vivimos dentro de nosotros como recuerdo tiene que ser el inicio de vuestros recuerdos cuando seáis mayores. Le digo que son ellos los que, con su personalidad y los tiempos que se viven, nada que ver con los nuestros, tienen que seguir la historia.
—Empieza nueva etapa pero a la espalda queda un sitio fundamental para los segovianos que marchaban a buscarse la vida.
— El centro ha sido un lugar referente de Madrid. Yo reunía a los presidente del resto de casas regionales de la capital varias veces al año. Todo lo que hacíamos era el significado de una sociedad que se diversifica pero que está muy unida, porque eso es lo que yo quise mantener, la unión de todos los segovianos en Madrid. El objetivo era que nadie de Segovia que estuviera en Madrid y tuviera una necesidad, se quedara solo. De hecho, te puedo decir que había gente que llegaba a Madrid a trabajar, de los pueblos, e iban al Centro Segoviano a comer porque no tenían nada y allí siempre había un plato de sopa; así hasta que encontrábamos un trabajo para ellos.
Ha sido un lugar muy importante y lo sigue siendo, aunque no hay las mismas necesidades. Antes, ¿dónde iba a ir un segoviano que venía de, por ejemplo, Pinillos de Polendos? ¿o de Sacramenia? A mí me venían a mi despacho de concejal segovianos que habían ido a Madrid a tratar de mejorar su vida. Les decíamos que subieran, que tenían un bocadillo y un plato de sopa; y la gente, agradecida. Venían incluso a pedirme una licencia de taxis: acabaron haciéndose una peña de taxistas segovianos, ¡con 3.000 socios! Ellos también hacían cenas, se tocaba la dulzaina…
—Y todos aquellos segovianos que marchaban a Madrid, ¿cómo se enteraban de que en el Centro Segoviano podían encontrar su casa?
— Nosotros dábamos publicidad a través de El Adelantado, y de los alcaldes. Cuando se creó el centro vino Carlos Martín Crespo, entusiasta segoviano, que tenía una imprenta en la calle San Francisco. Le gustaba mucho la música y tenía una banda, La Popular; vino en los comienzos y él se iba con todos los directivos a visitar a los alcaldes de todos los pueblos para decirles que cuando un vecino de su pueblo fuera a Madrid, se acercara al Centro de Segovia, que allí tenía su casa. Después, yo a la familia de Carlos Martín Crespo le rendí un homenaje en San Quirce y le dimos una distinción especial.
El boca a boca también hacía. Y también, que una de las cosas más bonitas que había era, en las Ferias de San Juan y San Pedro, era celebrar el Día de Segovia, que lo organizábamos nosotros. Cuando era el Día de Segovia iban autobuses desde Madrid; había que ir al Centro Segoviano, te daban una escarapela, te la ponías, y luego llevaba a comer a todos los restaurantesque había, y tabernas y mesones. Salíamos de la Puerta del Sol ocho o diez autobuses para Segovia. También corrían las fuentes de La Granja de San Ildefonso en honor al Día de Segovia.
Y por cierto, el himno de Segovia es propiedad del Centro Segoviano, que no piense la gente otra cosa. Lo cantó por primera vez el cuadro de teatro del Centro de Segovia de Madrid, porque no había coro.
—¿Cómo te gustaría que fuera la Casa de Segovia de aquí en adelante?
— Yo llevo tan dentro el tema que me gustaría que la Casa de Segovia tuviera, como siempre he dicho, la puerta abierta para todo el que quiera ir allí con buena fe. Y que tuviera allí el corazón de los segovianos: que ellos sepan que tienen una casa en Madrid que les recibe como si estuvieran en el barrio de San Lorenzo o en Bernuy de Porreros. Es su casa, que vayan. Por cierto, lo primero que les recibe es un gran cuadro de Lop-Tablada de Diego. Me lo pidió el Museo del Prado para una exposición en la Casa de Vacas de El Retiro y les dije que con todo el dolor de mi alma, no se lo podía dejar. Esa vista de Segovia desde la Peña Grajera recibe a todos los que suben la escalera. Quiero que el centro mantenga el amor a Segovia y que los chicos jóvenes se den cuenta de que este es su momento de vivir Segovia en Madrid.