
Desde el primer tercio del siglo XVI, se establecieron en la villa de Cuéllar un grupo de escultores y pintores que atenderán a la demanda artística de obras para las iglesias de la comarca y tierras adyacentes. Esto dio lugar a la aparición de la que se conoce como escuela cuellarana, un taller local que cubrirá la demanda próxima, formado por artistas llegados de fuera y otros ya nacidos en Cuéllar. Se ha venido datando su existencia en los últimos años del siglo XVI y primeros del XVII, en relación principalmente a la obra de Pedro de Bolduque y los pintores Maldonado. Sin embargo, nuevos datos aportados por distintos investigadores del arte nos permiten asegurar que la vida de la escuela cuellarana tuvo un recorrido más largo de lo hasta ahora creído.

Hoy podríamos establecer los orígenes de esta escuela en base a la labor iniciada en Cuéllar por los artistas flamencos Arnao y Mateo de Bolduque, establecidos en la villa segoviana antes de 1530. Por lo tanto, la existencia de este grupo no fue tan efímera como se ha pensado hasta ahora. A esta conclusión se llega a partir de la integración de los datos aportados por las últimas investigaciones y por los que presentamos, concluyentes, además, para establecer las relaciones de parentesco entre los Bolduque cuellaranos y los de Medina de Rioseco.
Arnao y Mateo de Bolduque, entalladores-escultores portadores de un nuevo estilo, a los que les unía una profesión común y su lugar de procedencia, Bois-le-Duc, actual Holanda, crearon taller en Cuéllar, donde trabajaron asociados durante un periodo de unos quince años. Su establecimiento en la villa segoviana está documentado en los libros parroquiales de la iglesia de San Pedro, que recogen los bautismos de los hijos de ambos escultores. Porque, efectivamente, Mateo y Arnao Bolduque casaron con las cuellaranas, y hermanas, Ana y Juana Muñoz, respectivamente. Las obras realizadas por los Bolduque en esta primera etapa de formación de la escuela están pendientes de ser identificadas, pues la documentación no ayuda.
Este primer periodo de la escuela cuellarana, que se corresponde con la presencia de los dos flamencos en Cuéllar, se interrumpe con la salida de Mateo de Bolduque hacia Medina de Rioseco. No fue una ruptura, pues Arnao sería el padrino de pila de su sobrino Pedro de Bolduque cuando este nació en la ciudad de los Almirantes en el año 1545. Pedro podría haber nacido en Cuéllar, como su hermano mayor Juan Mateo Bolduque, pero las circunstancias habían cambiado. Por parte de su madre, Juana Muñoz, tenía sangre cuellarana y esta es una importante aportación para la historia de Cuéllar. Digo esto porque se suele presentar a Pedro de Bolduque como artista de origen flamenco y esta afirmación no se ajusta en todo a su realidad. Se formó en el taller de su padre, el Maestro Mateo, pero recibiría en Medina de Rioseco las influencias de otros escultores de primera línea como Juan de Juni o Becerra, con los que colaboró, convirtiéndose en un escultor de indudables improntas castellanas.

La marcha de Mateo de Bolduque coincide con la llegada al taller cuellarano de Juan Maldonado. Era éste hijo del pintor Juan Maldonado el Viejo y natural de Horcajo de las Torres, en la Tierra de Arévalo, y llegó a la villa segoviana en 1542 como pintor de Arnao. De ello da fe otra partida de bautismo de la parroquia de San Pedro. En ella Juan Maldonado aparece como padre del bautizado y como estante en Cuéllar viviendo en casa del entallador Arnao de Bolduque. Previamente trabajó en obras en Santa María de Nieva, donde había casado. En 1550 se bautizó a otro hijo del pintor en la misma parroquia, con lo que se concreta su permanencia en Cuéllar, demostrada después por el pleito sobre su hidalguía que sostuvo con el Regimiento de la villa, del que ganó ejecutoria en 1555. Algún año después se instaló en Cuéllar Julián Maldonado, hermano del pintor citado, que sería el padre de Gabriel de Cárdenas Maldonado, el artista más destacado de la saga familiar y de los pintores de la escuela cuellarana.

La colaboración entre los entalladores y los pintores en un taller de realización de retablos era de mutua dependencia. El pintor cubre el papel de decorar la estructura del retablo, así como las imágenes de madera y los relieves que acaban de salir del taller del escultor. En muchos casos se va más allá, porque las tablas en relieve son sustituidas por cuadros de pincel en los contratos ya que resultarían más económicas para el comitente.
Juan Maldonado tiene documentados pagos por trabajos realizados en Gomezsrracín y en Pesquera, despoblado entre Arroyo y Chañe. En el primer caso considero que fuera por la policromía del artesonado del presbiterio de la iglesia de su parroquia; en Pesquera por la realización de un retablo.
Lo expuesto supone la continuidad de la escuela cuellarana que quedó garantizada con la permanencia en Cuéllar del flamenco Arnao de Bolduque, con su taller en la parroquia de San Pedro y con la incorporación en estos años de los hermanos Maldonado como pintores. Arnao enviudó de Ana Muñoz y casó en segundas nupcias con la vallisoletana Francisca Ortíz, huérfana del cantero Ortuño de Marquina. Falleció Arnao de Bolduque en el año 1560. De su segundo matrimonio no consta descendencia. Del primero con Ana Muñoz nacieron los más modestos entalladores, que nunca fueron llamados Bolduque, sino que tomaron como apellido el nombre de su padre. Nos referimos a Juan de Arnao el Viejo y Diego de Arnao el Viejo, llamados así para distinguirlos de sus respectivos hijos homónimos Juan de Arnao el Joven y Diego de Arnao el Joven, que serían la tercera generación de la saga en Cuéllar.
Paralelamente, en Medina de Rioseco Mateo de Bolduque desarrolló su actividad durante veinte años hasta su muerte en 1564. Entonces se pondría a la cabeza del taller familiar su hijo mayor Juan Mateo de Bolduque (Cuéllar 1541-Medina de Rioseco 1570), trabajando con él sus hermanos Diego, Andrés y Pedro de Bolduque, siendo éste el más hábil de todos. Por muerte de su hermano, sería Pedro el que asumiría la dirección del obrador familiar que prosiguió la terminación de las obras iniciadas, como el retablo de Capillas, en la Tierra de Campos, donde el Santiago peregrino que Bolduque realizó nada se parece al de la capilla de Santiago de la catedral de Segovia.
Se comprueba de esta manera que en las décadas de los sesenta y setenta del siglo XVI las

dos ramas de los Bolduque trabajaron al tiempo, una en Cuéllar, los descendientes de Arnao, y la otra en Medina de Rioseco, los del llamado Maestro Mateo, que eran primos carnales entre sí. Para los de Cuéllar, hay algunas obras documentadas de Juan de Arnao el Viejo, que ejecutó una cajonería para la sacristía de Bahabón. También un tabernáculo para San Andrés en Cuéllar en 1583 que no terminó por fallecimiento. Sería Pedro de Bolduque, ya en la villa segoviana, quien se hiciera cargo para finalizarlo, prueba de la relación profesional y colaboración entre los primos desde la llegada del de Medina de Rioseco.
Mucho debemos a la labor que realizó Fernando Collar de Cáceres, especialista en el estudio de la escultura y pintura en la diócesis de Segovia en el siglo de oro. Sus investigaciones son el pilar de esta revisión que hacemos. Sin embargo, Collar en su labor emplazaba a otros para desentrañar las relaciones de parentesco entre los Bolduque de Cuéllar y los de Medina de Rioseco, que ahora quedan claras. O los orígenes de los pintores Maldonado, que él creía palentinos. O de qué manera el contador Francisco Gutiérrez de Cuéllar había contactado con Pedro de Bolduque para la realización de su capilla en la catedral de Segovia. Yo creo que los intermediarios fueron sus parientes de Cuéllar. Esta hipótesis es la única licencia que aquí me tomo.
EL GRAN ENCARGO DE GUTIÉRREZ DE CUÉLLAR

Como Pedro de Bolduque, Francisco Gutiérrez de Cuéllar pudo nacer en la villa, pero sus padres cuellaranos se habían trasladado a Segovia unos años antes. Fue don Francisco caballero de Santiago y contador de Hacienda de Felipe II, además de funcionario leal y comprometido. En los últimos años de su vida adquirió para su enterramiento una capilla en la nueva catedral de Segovia, dedicada al apóstol Santiago, y procedió a contratar a los artífices de la misma.
Gutiérrez de Cuéllar no perdió su relación con el lugar de nacimiento de sus padres y sería en Cuéllar donde realizó la mayor parte de sus pruebas de limpieza de sangre para ser caballero de la orden de Santiago. Consta también que realizó algunas comisiones que le encargó el Regimiento de la villa. Como sobrino y único heredero que fue de Juan Gutiérrez de Cabañas, conquistador de primera hora junto a Diego Velázquez en Cuba, estuvo presente en Cuéllar para organizar las mandas piadosas de su tío, que fundó una capellanía en la iglesia de Santa Marina, parroquia de sus antepasados. Sería el momento en el que contactó con Juan de Arnao, al que propuso la realización del retablo de su capilla. Como quiera que al entallador cuellarano le quedaba grande el encargo del contador, pensó en su primo de Medina de Rioseco como artista capaz de realizarlo. Pedro de Bolduque aceptó la obra de la capilla de Santiago en la catedral, para la que su pariente habría sido el intermediario. Así recaló en Cuéllar en 1580 estableciéndose en ella y casando además con la cuellarana Ana Velázquez, ya que durante la realización de la obra segoviana comenzaron a lloverle nuevos encargos.
Bolduque realizó en la catedral un retablo que superaba en categoría a los que se venían realizando en la capital. Constituye modelo y ejemplo de retablo bolduquiano, caracterizado por el resalte de la calle central, con un manierista horror al vacío. Pero la escultura que lo preside, el Santiago peregrino, es obra italiana, encargo que Gutiérrez de Cuéllar ya había hecho a Orazio Castellino en Génova, noticia que trasladamos recientemente.
Las dos últimas décadas del siglo XVI, coincidente con la colaboración entre Bolduque y el pintor Cárdenas Maldonado, se corresponden con el máximo esplendor y apogeo de la escuela cuellarana. Desde su llegada a Cuéllar, Bolduque comenzó una relación profesional muy estrecha con los Maldonado. Con ellos trabajará hasta su muerte, las obras del taller son pintadas y estofadas por esta familia de pintores. La imagen de la Virgen del Rosario de la parroquial de Bahabón, policromada por Julián Maldonado en 1581, abre la serie de encargos de Bolduque en el ámbito cuellarano. Mientras que en Segovia, a medida que avanzaba en la gran obra del retablo de Francisco Gutiérrez de Cuéllar, comenzaron a venir nuevos proyectos, como un retablo más en la propia catedral, el de San Pedro, encargado por el Cabildo. En Cuéllar dejará obras como el retablo de la Inmaculada, en la iglesia del convento de la Concepción para la familia Rojas, y en Fuentepelayo el retablo de La Quinta Angustia, donde se percibe también la mano de su sobrino Mateo Enríquez. Dejó Bolduque en toda la comarca un puñado de imágenes y relieves y un modelo de estructura de retablo de raíz romanista, que perdurará en el tiempo. Potenció de esta manera la unitaria escuela cuellarana en sus años finales.

Estilísticamente, Bolduqe fue un artista desigual en la calidad de sus trabajos, marcados por la incapacidad para dotar de sentido emocional a las figuras, quizás buscando el decoro propio de ese momento artístico. Dentro de un manierismo reformado, su arte, próximo a Juni y a Esteban Jordán, son reflejo de una solida formación como escultor y ensamblador previa en el taller familiar. Las obras figurativas de su obrador adolecen de una suficiente calidad, tal vez por un adocenamiento resultado de una excesiva intervención de oficiales y colaboradores. Aunque de cuando en cuando Bolduque se zafa de toda mediocridad y toma las riendas para dar forma a creaciones de calidad e interés. Esto queda de manifiesto en tallas como la de la Virgen del Rosario y el Cristo atado a la columna, de la iglesia de San Miguel en Cuéllar. Pero sobre todo patente en una de sus últimas obras riosecanas: el Cristo de la Clemencia. Esta escultura, que procesiona en Medina de Rioseco, es su testamento y la demostración de lo que Bolduque era capaz de realizar, siendo por sí sola un preludio de la escuela barroca castellana de Gregorio Fernández. Porque sería en su ciudad natal donde pasó los últimos años de su vida. En Medina de Rioseco testó en 1596. Se mandó enterrar en su parroquia y encargó a su sobrino Mateo Enríquez terminar las obras pendientes.
En Cuéllar la escuela sería continuada por Roque Muñoz y Pedro de Santoyo, escultores que se hacen cargo de los obradores de la villa y que siguen colaborando con el Gabriel de Cárdenas. Es éste pintor el exponente de sesenta años de continuidad de los Maldonado en la Escuela Cuellarana. La labor de este grupo se proyecta durante los primeros años del seiscientos hasta su desaparición, tal vez consecuencia de la crisis de la primera mitad de dicha centuria.
Pedro de Santoyo figura activo todavía en 1616, año que se tiene por el del fallecimiento de Mateo Enríquez en Medina de Rioseco.