Hellboy.
Hellboy.

La voz de Ingmar Bergman, de “… el cine como sueño, cine como música. Ninguna forma de arte va más allá de la consciencia ordinaria como el cine, directo a nuestras emociones, profundo en el cuarto crepuscular del alma”.

En el diccionario de la Real Academia, “monstruo”: “Ser que tiene alguna anormalidad impropia del orden natural y es de apariencia terrible”.

“Monstruo” es quizá la palabra tótem para encontrarse ante el cine de Del Toro, cine a propósito del cual he preguntado a algún amigo que conoce bien el cine del mejicano. Me sirve como trampolín. Carlos Gracia, estudioso del cine: “(…) Del Toro hace cine comercial mostrando su autoría desde la pasión cinéfila, sin darse humos ni imponer nada. Hace su “Blade” o su “Hellboy” con la esperanza de atraer a nuevos fans, pero respetando a los que ya habían cosechado los personajes en su medio original. … … Acerca a los Goya o a los Oscar a su Fauno y su Anfibio, no se acerca a los premios vendiendo su visión al mejor postor. Es un apasionado de su cultura pop y quiere compartirla con honestidad. Puede que alguna producción de Del Toro no me guste, pero ninguna me ha parecido deshonesta”.

Para José Cantos: “Es magistral. El tipo rueda cuentos, historias que podrían ser para niños… si no les metiera ese gotero de terror que al final hace que sean cuentos para adultos. Una fantasía muy entretenida y hecha con gusto”.

Para Rubén Sánchez: “Fantasía a la antigua. Atemporal. Podrían ser películas rodadas hace cincuenta años, setenta y cinco o veinticinco en el futuro”.

Es el cine de Guillermo del Toro el cine de mundos que existen dentro de otros mundos. Así lo ha manifestado él mismo. Es cine de tristeza y pérdida.

‘El Laberinto del Fauno’.
‘El Laberinto del Fauno’.

O así lo era. Quizá su cine ha ido cambiando. No siempre tiene porque ser así. Como en su reciente y oscarizado “Pinocho”, un proyecto que necesitó años y años para desarrollarse, con un gigantesco equipo de creadores que trabajó la técnica del “stop-motion”, un clásico del cine de animación. Todo más de ochenta años después de la versión de Walt Disney. Pero siempre se puede volver a contar las historias. Necesitamos que vuelvan a contárnoslas. Las veremos con otros ojos al no ser ya niños, pero siempre es posible recuperar esa manera de mirar del niño, dejando ausente el cinismo.

Te enfrento, cine destruido, maltrecho, olvidado. Te recupero con Guillermo del Toro, con mi querido Cine Imaginación. Son los de la realidad los verdaderos monstruos. Del Toro: “No es posible mantener una caricatura de la existencia humana y los monstruos y la oscuridad en la narrativa ayudan a conciliar la existencia de ese lado, porque además somos nosotros, no nosotros y ellos: es una sola unidad”.

Dice Del Toro que las películas que hace son su biografía. Siempre: “Los monstruos son criaturas evangélicas para mí, la razón por la que estoy vivo y más o menos cuerdo. De niño esas criaturas me hicieron sentir que yo era como ellas, y que podía encajar en algún lugar, aunque fuera uno imaginario y grotesco. Desde muy pequeño comprendí que los monstruos son mucho más amables y civilizados que los monstruos que viven dentro de cada ser humano. Y, a lo largo de mi carrera, a través de las bestias he podido exorcizar lo monstruoso que hay dentro de mí. El problema es que, cuando niegas ser un monstruo, te comportas como uno”.

‘El callejón de las almas perdidas’.
‘El callejón de las almas perdidas’.

Guillermo del Toro nació en Guadalajara, Méjico. Ya desde su infancia le rodea la violencia, tal y como le sucedió por ejemplo a Scorsese, otro cineasta total. Del Toro es total porque también vive exclusivamente para el cine desde niño, cuando ya siendo de corta edad ve un cadáver, un cadáver real. No deja de ver películas, ya con cuatro años ve “Cumbres borrascosas”, que le produce una intensa impresión. Todo le ha interesado. Clásicos, Kubrick, Buñuel, Michael Mann o George Miller, Víctor Erice. Su amigo James Cameron. No hay que perderse nada: Siempre, siempre viendo cine, hasta la locura: “Fui al cine, nadie sabía de la existencia de “La guerra de las galaxias”. Fui al cine, entre a la mañana, a la sesión de las diez de la mañana le di la vuelta a la cuadra, volví a entrar, le di la vuelta a la cuadra, volví a entrar y al final la gente del cine se apiadó y me dijo quédate allá adentro, no vayas, no salgas. Y me quedé, vi la película todo el día”.

Es como Obelix al caer en la marmita. Todos esos tebeos y libros que ha leído, todo el cine que ha visto, todo lo que ha escrito y todo lo que ha filmado. Todo es cine. Es su biografía. Del Toro lo hace suyo. Hace suyos los relojes, los insectos, las hadas, un sapo gigante o un robot gigante. Todo vale en su mundo de fantasía.

En el Cine Imaginación se proyecta “El laberinto del fauno”. Recuerdo, recuerdo aquella magia. Me gustaría volver a ver esa película. Cuando no había público esperando entraba en el cine real y veía escenas sueltas en los ratos en que no había que atender la entrada.

‘Pacific Rim’
‘Pacific Rim’

Con apenas veinte años ya escribe un libro sobre el cine de su admirado Alfred Hitchcock. Cerca de él, de sus cosas más queridas, un gran póster de “Los pájaros”. Y tras haber rodado cortometrajes y estudiado cine, durante años prepara la película que desea filmar, su querido proyecto “Cronos”, con Federico Luppi. Con esa película descubre la dificultad de llegar a filmar. La mayoría del tiempo un cineasta da con una pared: “El estado natural de una película es que no suceda, es la realidad, y lo cierto es que a veces las que más valen la pena hacer son las que más trabajo cuesta que se hagan, lo cual es muy curioso. Cuando eres joven, crees que terminarás el guión y se hará la película, pero conforme vas creciendo te das cuenta de que es probable que eso no suceda”.

Lo justo para vivir, para su familia. Si hay que jugársela se la ha jugado, incluso hipotecando su casa: “no necesito dinero: visto como un vagabundo, conduzco un coche viejísimo, no tengo una isla privada ni un jet privado.

Mientras escribo todo esto, de nuevo me levanto del banco del parque, inquieto por la llamada. Es la llamada de la selva, la llamada del Cine Imaginación. Palpo de nuevo la arcilla y subo por la rampa de discapacitados. Sí, sí, aquí estoy de nuevo. La puerta parece atascada, hoy no está abierta de par en par, pero tengo una llave copiada que me dio Jaime. Parece una ganzúa. Me empeño y de repente abre. No debía estar echado el cerrojo porque si no me hubiera quedado en la calle.

A pesar de mis achaques subo las escaleras de dos en dos. Me acerco a la sala primera, en la que vi la que pienso es la mejor película de Guillermo del Toro: “El laberinto del fauno”. Todo su cine anterior, “Cronos”, “Mimic”, “El espinazo del diablo”… Todo parece preparado como si fuera un entrenamiento para hacer el “Laberinto”.

Son los de la realidad, de nuevo, los verdaderos monstruos; el olvido, la tristeza. Son los que acechan a mi memoria, pero he visto más de una vez “El laberinto del fauno” y se ha atrincherado mejor en mi memoria. Se ha atrincherado la lucha entre Ofelia y sus hadas frente a un mundo oscuro y siniestro.

Es la vieja historia: escapar, fugarse, cuando la soledad acecha a la niña Ofelia. Ella escapa con un libro, entra en el tronco de un árbol, sigue a las hadas. Pero ¡Cuidado, Ofelia! Acecha el “hombre pálido”.

Ofelia es Guillermo del Toro, refugiado de la violencia en sus libros, en sus propias hadas, hadas del cine. Guillermo del Toro tiene cara de buena persona, como Ofelia, encarnada por Ivana Baquero. Del Toro: “Mi religión es ser o tratar de ser buena persona”. Del Toro decide hacer cine, ser cine (se ha definido a sí mismo como un “tontorrón romántico”), ser una ilusión, vivir rodeado de sus libros, sea cual sea la presión: “Siempre hay presión, pero al mismo tiempo un director o un productor tiene que ser aventurero y capaz de llevar el barco sin tener que mirar los peligros que vienen por detrás. Con una película siempre hay que mirar hacia adelante”.

Me quedo con esto de Del Toro. Ser aventurero. Parece no estar hablando sólo del cine. Es la vida. Mirar siempre adelante: “Las decepciones que tengo no tienen que ver con la presión de ser quien soy, sino con la tristeza de no haber podido hacer determinados proyectos que se quedaron por el camino. La presión no es un factor para mí. Intento vivir de la misma manera que cuando tenía 7 años, que es amando lo que hago. Por eso me rijo”.

‘La forma del agua’.
‘La forma del agua’.

Y siempre la duda, el misterio. Estoy en la sala primera, de pie junto a las últimas filas. Dejaron de existir las butacas, arrancadas, despedazadas. Se rompió el proyector. Pero no en el Cine Imaginación. Ya escribió Víctor Marinero que podemos viajar por el tiempo y el espacio sin prácticamente limitaciones. Y volver a arreglar el cine destruido, empeñándonos en ello. Aunque sea sólo una fantasía. La fantasía está en cada rincón. Y podemos de nuevo ver la aparición del fauno a la niña, podemos leer lo que nos dice Guillermo del Toro: “Desgraciadamente para mí, yo veía a un fauno cuando era muy pequeñito y dormía en casa de mi abuela. Al dar las doce de la noche, sonaban las campanas de la iglesia y yo veía a un fauno saliendo de mi armario. Entonces empezaba a gritar. Lo veía siempre igual; salía primero la mano, luego la cara de cabra y luego la patita de cabra izquierda, y en el momento que salía a por mí yo gritaba y me llevaban a la habitación de mi abuela. Por las mañanas buscaba tras el armario, tratando de encontrar un portal o algo detrás. Y de ahí viene un temor recurrente en mis películas: “la visitación nocturna en la cama de los niños”. La niña en “Cronos” que se despierta a media noche y descubre al abuelo yonki, inyectándose con el aparato, todos los niños visitados por el fantasma en “El espinazo del diablo”… Todas esas escenas, vienen de ese recuerdo primigenio”.

El cine no es química, sumando elementos. Es algo más, dice Del Toro. Es alquimia.

¡Qué importante es la ayuda de los otros! ¡Qué grande es la virtud del cine de ser un trabajo en equipo, ayudándose los unos a los otros, aprendiendo los unos de los otros! Y no ser un cineasta domesticado: “Yo esculpo y dibujo pero esculpo y dibujo mal. Pero esculpo y dibujo lo suficiente como para guiar a otra gente que sí que esculpe y dibuja bien”.

Aprender todo lo que puedas de todos los oficios del cine, como cuando el aprendió maquillaje para sus primeras películas.

¿Y qué hacer? ¿Qué cine hacer?: “Vivimos un momento de profunda desintegración de la verdad y la mentira, la manera en que buscamos la retroalimentación del éxito, los seguidores, los clicks, la persecución insaciable que esto lleva, la idea del populismo en lo político, en lo espiritual, la degradación y la brutalidad que tenemos para ser crueles los unos con los otros de manera facilísima… …un gran miedo, el miedo que nos despierta cada mañana y nos arropa en la noche de que todo está perdido o está por perderse”

En su oscarizada “La forma del agua”, una carta para el espectador: “(…) Hay una o dos escenas que no puedo ni siquiera describir sin emocionarme. Es una película muy personal. La amo. La defino como un “cuento de hadas” para tiempos difíciles, porque es un bálsamo contra el mundo, donde nos levantamos cada mañana con peores noticias”.

Entendemos un poco su expresión de cine de tristeza y pérdida. Y la respuesta a ello, al taladro de la realidad, que nos agujerea. Lo repite: “Mi religión es ser o tratar de ser buena persona. (…) es una pena que hablar de amor hoy en día sea casi imposible. Vivimos en un mundo en el que todo, desde la emotividad a la inteligencia, ha sido sustituido por el cinismo. Y eso nos está haciendo mucho daño”.

Estoy contigo, Guillermo. En los cines reales, y en mi Cine Imaginación, siempre esperaremos tus películas, las buscaremos. ¡Gracias, Guillermo!