Los hermanos López, la filósofa Isabel y el periodista Miguel, autores del libro.

Sílex Ediciones acaba de lanzar Viaje a Caledonia, biografía sobre el músico Van Morrison escrita por dos autores españoles que llega este mes a las librerías. El volumen recoge información sobre sus discos (incluido el más reciente, What´s It Gonna Take, de mayo de 2022) y disecciona los mejores textos poéticos del “León de Belfast”. Los hermanos López (la filóloga Isabel y el periodista Miguel) han dedicado veinte años a desentrañar las claves creativas y personales de un personaje tan brillante como controvertido.

 

El artista se ha movido siempre en aguas místicas desde su nacimiento en Belfast (agosto de 1945) hasta alzarse como un músico capital de nuestro tiempo. La novedad editorial arranca con los primeros pasos infantiles del artista por su ciudad natal, desbroza sus inicios en grupos como Them y aborda su trayectoria por Estados Unidos hasta regresar a Europa confirmado como un ídolo mundial.

 

En 1968 aparece Astral Weeks, su enigmática obra maestra, un asombroso trabajo que abre camino a otros discos que forman parte de la historia de la música popular: Moondance, Saint Dominic´s Preview, It´s Too Late to Stop Now, Veedon Fleece, Into The Music, Common One o Hymns to the Silence, entre otros. En todos ellos, ha peleado por salvaguardar su libertad creativa y ha mostrado un talento sin par en miles de conciertos por todo el planeta, como se narra en el libro Viaje a Caledonia.

 

Los autores se detienen especialmente en Astral Weeks. un disco revolucionario donde brota la cosmogonía de Van Morrison y queda inventada una nueva forma de concebir la música. Se trata de un prodigioso hijo de su tiempo, el verano y otoño de 1968, cuando las esperanzas de los sesenta se turban con nubarrones de derrota, unas semanas brumosas con más incógnitas que certezas. Los muertos en Vietnam se suman a los de la plaza de Tlatelolco (México) o a los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy, por no hablar de la sangre derramada en Irlanda. Aquellos fueron unos meses astrales que empaparon de contracultura al irlandés y le empujaron a una especie de renacimiento, de modo paralelo a la aparición, ese mismo año, del doble blanco de The Beatles, un color que simbolizaba el comienzo desde cero para toda una generación de artistas.

 

Van Morrison construye Astral Weeks con 23 años, una increíble juventud para culminar esta obra tan madura. Algo inconcebible salvo que se recuerde que su autor llevaba mamando música desde que le salieron los dientes. El disco es distinto a todo lo anterior, se sitúa en una dimensión muy alejada de su trayectoria previa y al mismo tiempo se parece a todo lo que seguirá durante varias décadas de producción musical. Es una obra de arte con pluralidad extrema de significados, fascinante en su ambigüedad, con rabia y amor, con temores y anhelos, abandono y sensualidad, desencanto y esperanza, con una transparencia tan densa que roza la opacidad. El sonido adopta una forma que no encaja en ningún traje fabricado hasta ese momento, por mucho que la imagen de la portada quisiera enmarcarlo en la onda expansiva de la psicodelia.

El misterio que envuelve Astral Weeks es leyenda longeva entre los fieles seguidores de Morrison. Un número considerable de “vanáticos” (apasionados por la música del irlandés) ha estudiado minuciosamente el proceso de creación del disco, llegando incluso a plantearse en varios foros la posibilidad de que el músico hubiera recibido un acetato con las canciones del elepé directamente de manos de extraterrestres; según estas hipótesis, aún no refutadas, el esfuerzo de Morrison se limitó a imitar el material sonoro recibido con músicos de estudio. Estas teorías, lejos de ser arrinconadas, no han hecho más que extenderse desde el nacimiento del álbum y se han recrudecido a raíz de la versión en directo que lanzó en 2008 el León de Belfast (o Tío Vinagre o Van the Man). Los creyentes en esta génesis alienígena se apoyan en los numerosos avistamientos de Ovnis durante el año 1968 en la zona de Boston, donde residía entonces Van Morrison con su mujer.

 

Los autores de Viaje a Caledonia escriben que “en unas pocas horas de grabación, Morrison da a luz una inabarcable cantidad de complejas armonías”. Astral Weeks esculpe dos fechas clave para la historia de la música moderna: 25 de septiembre de 1968 (día en que se grabaron “Cyprus Avenue”, “Madame George”, “Beside You” y “Astral Weeks”) y 15 de octubre de 1968 (dedicado al resto de las canciones).

 

Lugar: Century Sound Studios de la calle 52 de Nueva York, emplazamiento emblemático para los artistas. Era probablemente el mejor estudio de la ciudad en aquellos días. Cuenta la leyenda que la primera sesión de trabajo empezó a las siete de la tarde y acabó poco antes de las doce.

 

Morrison lució su lado más taciturno y se le vio enfrascado en sus propios pensamientos.

 

El álbum aparece bajo el sello Warner Brothers. La nueva empresa se siente atraída por su capacidad para generar ventas importantes como Brown Eyed Girl, sobre todo en una época en que la facturación estaba todavía condicionada por el éxito de los singles. Este argumento no deja de convertirse en una primera paradoja, porque los ejecutivos son incapaces de sacar un disco sencillo de algo tan raro como Astral Weeks. Lanzaron unas 20.000 copias del elepé, pero no fue posible apoyar la política de ventas con un vinilo de 45 revoluciones por minuto.

 

La libertad que proporciona Warner a su nuevo fichaje es, por supuesto, una libertad condicional y vigilada muy de cerca. En la producción intervienen Merenstein y Schwaid. Merenstein contrata a algunos de los mejores músicos de estudio en Nueva York con el objetivo de evitar problemas en la producción, acortar los tiempos de grabación y, en definitiva, ahorrar costes. Curiosamente, la defensa del dólar acaba generando esta maravilla tan poco terrenal.

 

Los nombres de los artistas que comparten con Morrison esas horas milagrosas en el estudio quedan grabados en oro para los restos. Al bajo Richard Davis, una de las líneas maestras sobre las que se sujeta Astral Weeks. La primera llamada telefónica de Merenstein fue para este bajista de jazz, extremadamente versátil y muy prestigioso en ambientes musicales por sus colaboraciones con Miles Davis o Eric Dolphy. Richard Davis fue, entre otros, un acierto sobresaliente, porque dejó una huella de enorme calidad en los surcos del álbum; a la batería en la segunda sesión de grabación se puso Connie Kay, cuyo nombre sugirió Davis, con quien había tocado previamente; John Payne se encarga de los inquietantes sonidos que proceden de la flauta y del saxo soprano, y ya conocía a Van Morrison de algunos conciertos en pequeños locales, afición que le llevó a abandonar sus estudios en Harvard. Por el contrario, el guitarra Jay Berliner, un peso pesado que había tocado con Charles Mingus, no tenía idea de quién era ese sombrío cantante. Este virtuoso guitarrista no participó en la grabación de Cyprus Avenue ni en Madame George simplemente porque su horario de trabajo comenzaba a las nueve de la noche y ambas obras de arte se habían grabado por la tarde. Por cierto, reapareció en la grabación de 2008 quizá para demostrar que el huraño músico guarda también amigos para toda la vida.

Más allá de Astral Weeks (valga la redundancia paranormal), el viaje musical de Van Morrison desde su nacimiento hasta hoy refleja la asombrosa evolución de un genio que ha sabido adaptarse durante décadas a los bandazos de una industria cultural en constante mutación. El irlandés ha edificado desde sus primeros lances una carrera cuajada de clásicos indiscutibles, demostrando una capacidad compositora asombrosa con más de 400 canciones publicadas más una cifra indeterminada de creaciones que aún no han visto la luz.

 

Todas las músicas bullen la cabeza de este artista capaz de reinventarse una y otra vez para volver a sus raíces musicales. Durante ese intrincado trayecto, ha exhibido una maestría sin parangón en elepés donde ha explorado y entrecruzado con valentía todo tipo de géneros: blues, jazz, folk, soul, rhythm and blues, música celta…

 

La biografía profesional se entrelaza con la vital en este hombre entregado absolutamente a su causa musical, compromiso que le ha enfrentado a las discográficas, medios de comunicación y más recientemente a las autoridades sanitarias en defensa de una concepción artística que los autores de este libro simbolizan en el concepto de “Caledonia”. En la pandemia, tras unos meses de pánico y palos de ciego de las autoridades, Van Morrison comienza a gruñir desde su cuenta oficial de Twitter a mediados de 2020. Siempre a la contra, peleón y defensor a ultranza de la música y los músicos, emprende una cruzada casi en solitario contra las medidas sanitarias adoptadas. También da zarpazos de creciente intensidad contra la forma de actuar de las autoridades en la crisis global, a las que acusa de aprovechar el drama para acentuar sus tejemanejes contra la libertad personal. Su modo de vida queda atrapado en un paréntesis que no parece cerrarse nunca. No le queda mucho tiempo sobre la tierra y le solivianta derrochar parte del que le resta.

 

El ejecutivo implanta regulaciones que prohíben la música en vivo en lugares cerrados que se prolongan durante los meses más duros de la pandemia. El enfado crece semana tras semana y en verano de 2020 lanza un llamamiento para luchar contra la pseudociencia. La proclama da paso a tres canciones protesta, criticando las restricciones gubernamentales para frenar los contagios. Morrison utiliza la música como arma propagandística y esa novedad sorprende. El músico está entre la espada y la pared tras una vida completamente entregada a la creación.

El mitin que suelta en No More Lockdown (No Más Confinamiento) no deja títere con cabeza: No más extralimitaciones del gobierno / No más matones fascistas que perturben nuestra paz / No más quitarnos nuestra libertad y nuestros derechos dados por Dios / Fingir que es por nuestra seguridad, cuando en realidad se trata de esclavizar / La nueva normalidad, no es normal / Nacimos para ser libres. Para reducir dudas, aclara en un tuit posterior que sus dardos van dirigidos contra el Gobierno de Boris Jonson.

Publica en su web: “Hago un llamamiento a mis compañeros cantantes, músicos, escritores, productores, promotores y otros en la industria para que luchen conmigo en esto. Avanza, ponte de pie, lucha contra la pseudociencia y habla”. No recibe demasiadas adhesiones, pero sí el apoyo de uno de los más grandes, Eric Clapton, quien se suma al irlandés en otra canción contraria a los confinamientos: Stand and Deliver. Meses después, en junio de 2021, repetirán colaboración con The Rebels, siguiendo la estela de otra canción-reproche que lanza el irlandés en su nuevo disco.

La recaudación de las tres composiciones propias se destina a una fundación alentada por Morrison, de nombre Lockdown Financial Hardship Fund. El objetivo del fondo es ayudar a los músicos en tiempos de pandemia. El dinero acumulado se distribuye en ayudas de 500 libras al mes para los artistas más necesitados. Varios estudios en Reino Unido y Estados Unidos confirmaron las estrecheces económicas de los músicos por la pandemia. El 55 por ciento de los músicos profesionales británicos indicaron a Help Musicians (organización caritativa) que sus ingresos eran cero desde meses atrás y un gran número de músicos barajó la opción de abandonar para siempre la industria.

El León de Belfast decide llevar al gobierno de Irlanda del Norte a los tribunales por la prohibición total de la música en vivo, ya en enero de 2021. Su abogado, Joe Rice, declara que “buscaremos autorización para una revisión judicial que impugne la prohibición general de música en vivo en locales autorizados en Irlanda del Norte. No tenemos conocimiento de ninguna evidencia científica o médica creíble para justificar esta prohibición general, y vamos a impugnarla en los tribunales”. Esa misma cantinela la había lanzado el músico durante los meses previos en redes sociales.

Esa lucha, la última por ahora, se suma a una sensibilidad poética donde se recogen los mejores textos de un irlandés errante que ha dado el salto desde la categoría de músico de culto a estrella mundial. Todo eso, y mucho más, se explica en este Viaje a Caledonia que acaban de publicar Los López.

 

 

 

Entrevista a los autores

“La música es el bálsamo que cura los males de los humanos”

 

Los hermanos López han publicado varios libros juntos. Isabel López, doctora en Filología Inglesa, lleva 25 años dedicada a la investigación y la docencia universitaria. Especialista en Bruce Chatwin y la literatura de viajes, publicó junto a su hermano Tom Waits (El Aullido de la Noche, 2019). Miguel López se dedica al periodismo desde hace cuarenta años. Con experiencia en prensa, radio y televisión, colabora desde hace años en estas páginas de El Adelantado de Segovia.

¿Por qué habéis publicado este libro sobre Van Morrison?

“Viaje a Caledonia” es ante todo una invitación a conocer la música de este genio. Hemos visto a muchas personas, de edades y condiciones muy diversas, caer embriagadas por la belleza que es capaz de activar su voz. Él mismo habla de cómo la música es el bálsamo que cura los males de los humanos. Lo que queremos es explicar algunos resortes claves de su vida y de sus canciones para que los lectores puedan adentrarse en el mundo mágico que sabe crear este irlandés. Si conseguimos nuestro objetivo, los lectores serán oyentes que puedan gozar con mayor intensidad su música.

Tiene fama de malas pulgas este artista…

Sí, y bien merecida, como se puede constatar en el libro que presentamos. Si hubiéramos apostado por un enfoque más comercial, el libro se habría centrado en sus incontables guerras contra medios de comunicación o la industria o todo bicho viviente que se ha cruzado en su camino. Son muchas las historias constatadas y los desplantes que acumula en su curriculum son muy numerosos. Se pueden leer en Viaje a Caledonia las más gordas. Sin embargo, lo importante en su caso y en tantos otros está en su obra. Sus rabietas no deberían enturbiar una valoración estrictamente artística.

¿Han sentido el riesgo de ser parciales en los juicios que emiten sobre el personaje?

Ningún riesgo. Hemos caído totalmente en la tentación de transmitir con pasión la grandeza de su arte. Eso no significa que en las páginas se oculten algunos episodios escabrosos de su vida que revelan comportamientos difíciles de digerir. Esto confirma una vez más la distancia entre la calidad de una obra artística y la dificultad de soportar la personalidad compleja de algunos genios. Nuestro auténtico desafío ha consistido más bien en organizar las pasiones, en dar coherencia al “lenguaje indescifrable del corazón”, tal y como dice Morrison en uno de sus discos.

¿Por qué algunos artistas permanecen décadas “en el candelabro” y la mayoría apenas dura un suspiro?

Precisamente el León de Belfast ha sido uno de los músicos que ha combatido con más fiereza las dentelladas que el mundo de los negocios ha lanzado al arte. Toda su carrera está trufada de peleas en defensa de la pureza de su música, en favor del placer de crear en libertad frente a la producción estereotipada de éxitos para el mercado. Es difícil encontrar a alguien que haya luchado tanto contra las imposiciones de la imagen, las exigencias de las discográficas o el embudo del marketing, que quiere pañuelos humanos de usar y tirar. Y tal vez resida ahí, y en su talento demencial, su capacidad de supervivencia en plenitud a lo largo de casi seis décadas de producción incesante y torrencial.