Les cuento y se sitúan. Circulaba en el calendario, producto de San Gregorio, la fecha del 14 de marzo de 1857. El cura que atiende a la iglesia de Zamarramala, dedicada a Santa Magdalena (1), observa con asombro que la puerta está abierta. Camina hacía el altar y comprueba que el Sagrario también está abierto. En ese camino de la observación su vista se centra en el lugar donde se ubica y venera el Lignum crucis. Sale a la calle alarmado y grita a los cuatro vientos el inaudito hecho. Llegan algunos vecinos y dado que uno de ellos dice haber pasado por la puerta minutos antes y esta no encontrarse abierta, deducen que el ladrón podría encontrarse aún dentro de la iglesia. Acertaron. Tirado sobre el suelo, “tiritando de miedo”, cuenta la crónica, tras uno de los bancos lo encontraron.
Acorralado por los vecinos, estos esperaron que llegaran agentes de la ley quienes identifican al acusado. Se trataba de Lorenzo Ibáñez. Puesto en manos de la justicia esta sentencia: “condenamos al acusado a seis años de prisión correccional”.
¡Qué cosas!
Supongan que les pregunto cuántos conocen al patrón de los sastres. Lo que presupone -me digo-, que muchos, también del otro sexo, se queden mirando hacia Miranda. No sé, incluso, si podría sacarles de dudas el decirles que se trata de San Homobono. Pues, que sepan que existió, que nació en Lombardía, falleció en 1197 y que su festividad se celebra el 13 de noviembre.
De profesión sastre, lo que sin duda conocía muy bien el obispo de Segovia, Antonio García y Fernández. La historia relata que en el año 1899, el prelado burgalés (había nacido en Medina de Pomar), concedió al Gremio de Sastres de Segovia un cuadro con la imagen de San Homobono, como abogado y patrón del gremio. Tengan también por cierto que, el referido cuadro, que se conserva (creo) en la iglesia de San Esteban, había sido donado a la diócesis por el matrimonio formado por Roque Ximeno y María Revenga, año 1692, siendo obispo el segoviano Fernando de Guzmán y Portocarrero.
Ventas por cierre
El Banco Agrícola, que tantas y tan buenas expectativas había creado en Segovia, no tuvo sus puertas abiertas mucho tiempo ¿Causa? Simplemente, se prestó mucho y se recogió poco. Cuando caminaba por sus últimos días, la Junta Liquidadora puso a la venta, a través de subasta, cuatro casas que eran de su propiedad (¡hay los pasivos!), una estaba situada en el nº 8 de la calle de San Antón. Precio: 1.500 pesetas; la segunda en San Marcos 7, precio de “salida” 2.000 pesetas; una más, esta doble, en los números 8 y 27 de San Roque. Pesetas 4.500, y una cuarta en la Cuesta Burriaga nº 1 (2) en 1.500 pesetas.
La subasta estaba firmada por los administradores concursales, Tomás Huertas y Marcelo Laínez. Era enero de 1901.
El kiosco de la Plaza
Les cuento. Discurrían los días del año 1896. En el mes de marzo y día 30, el Ayuntamiento saca a subasta la construcción de un kiosco de música (les suena), en la Plaza Mayor. La fórmula: “puja a la llana en orden descendente”. Cuantía de salida: 9.557,71 pesetas. La subasta le fue adjudicada al contratista de San Ildefonso, José del Barrio, en 7.500 pesetas.
La venta de bienes nacionales
Después de haber requisado los bienes de la iglesia católica por Decreto de 1837 que firmó el liberal progresista Mendizábal, el siguiente paso fue su venta a particulares. En Segovia, sin ir más lejos, las subastas fueron muchas y variadas. Ejemplo: casa en la calle Real, 47. Perteneció a las Dominicas. Adjudicada por 18.000 reales a Felipe Pardo. Siguiente: Molino del Portalejo (San Lorenzo), religiosas de Santa Isabel. Se lo “queda” el madrileño Mateo Lobo por 105.200 reales. Otro. En 40.000 reales se adjudicó a Celedonio Sánchez, la hacienda que era de los dominicos de Santa María de Nieva, en Aldeanueva del Codonal. Y así podía contar hasta… Año 1840.
(1) Hasta el año 1692 Zamarramala no contó con parroquia propia. Sus habitantes habían de acudir a la iglesia de la Vera Cruz para celebrar cualquier acto religioso. Así fue durante más de 400 años.
(2) La referida cuesta, situada en la bajada de la Canaleja, era un “Albañal”, conducto por el que “viajaban” aguas residuales que vertían en el Clamores.