
Baltanás y el yacimiento arqueológico de ‘La Poza’ que documenta la existencia de un importante poblado que estuvo ocupado entre los siglos VI y XVI, bajo el más que posible nombre de Santa María de la Aldea, tienen un hueco en el Museo de Palencia, gracias a la excavación que se llevó a cabo entre los años 2009 y 2011 con motivo de las obras de urbanización del polígono industrial de la localidad del Cerrato.
El director del Museo, Javier Pérez, afirma que es uno de los pocos asentamientos en los que se ha podido excavar recientemente y que muestra una ocupación tan larga, dado que se conocen un número muy limitado de yacimientos en los que se haya constatado una secuencia ocupacional ininterrumpida.
Tal es así que se ha excavado y documentado una “amplísima necrópolis” asociada a la iglesia del poblado de Santa María de la Aldea en la que se pudieron reconocer 977 tumbas relacionadas con los casi diez siglos en los que estuvo habitado este asentamiento. Los enterramientos más antiguos son de cronología hispanovisigoda (s. VI-VII), previos a la construcción de la primera iglesia documentada, en momento de la segunda mitad del siglo VII.
Del total, las cinco tumbas más antiguas se corresponden con los siglos VI y VII, dado que dos de los enterramientos era infantiles y presentaban como ajuar cerámico una pequeña ollita de perfil globular realizada a torneta y una jarrita con pico vertedor independiente y asa de cinta.
Respecto a las otras tres inhumaciones, se han documentado sendas hebillas de cinturón de bronce, donde destaca un broche de cinturón de placa liriforme decorado con motivos vegetales. A esta fase de ocupación habría que asociar el descubrimiento de una scramasax con empuñadura lígnea, una espada corta y pesada de un solo filo y contrafilo acanalado.
En algún momento de la segunda mitad del siglo VII se alzó el templo al que se asocian la mayoría de las inhumaciones, al ser una iglesia que hay que ubicarla en un momento donde, en la provincia de Palencia, sólo se conocían pocos restos de la arquitectura religiosa visigoda, con la Cripta de San Antolín, bajo el coro de la Catedral palentina; la iglesia de San Juan de Baños y otra en ‘El Castellar’, en Villajimena.
De estas inhumaciones, Pérez señala que llama la atención la gran cantidad de enterramientos realizados en sarcófagos pétreos monolíticos. Es decir, una “caja de piedra tallada en una sola pieza, ya sean areniscas o calizas, lo que hacía que fueran muy blandas tras ser extraídas de la antera y facilitara el proceso de ser tallada”.
A la contra, ha provocado que, tras su excavación, haya sido muy difícil de conservar en una sola pieza, por lo que la mayoría se han fragmentado, porque sus paredes eran muy finas.