
La fotógrafa y etnóloga palentina Piedad Isla supo captar el rostro amable, real y esperanzado de la España rural de la segunda mitad del siglo pasado y la exposición ‘Surcos’ rememora ahora ese trabajo que documenta la vida de unos pueblos llenos de vida, hoy, en su mayoría vacíos.
‘Surcos’ como las arrugas de los rostros que retrató Piedad Isla y las líneas de vida que narran un relato de subsistencia es el título de la muestra que puede verse a lo largo del mes de junio en el Museo Díaz Caneja de Palencia.
La muestra es un homenaje que el festival Pallantiaphoto, en nombre de todos los aficionados a la fotografía, quiere rendir a Piedad Isla y reivindicar aun más si cabe, su figura y su obra junto al Premio de Fotografía Piedad Isla que convoca la diputación de Palencia desde el año de su fallecimiento, en 2009.
“Nos gustaría llegar más lejos y poder sacar adelante una exposición permanente, una escuela taller y otras actividades que den más relevancia aún a la figura de Piedad Isla”, ha manifestado durante la inauguración uno de los organizadores del festival Pallantiaphoto, Fernando Jiménez.
De hecho, Jiménez no ha dudado en situar a la fotógrafa palentina a la altura de muchos otros fotógrafos humanistas del siglo XX como Henri Cartier-Bresson o la fotoperiodista Dorothea Lange a los que Piedad Isla “no tiene nada que envidiar en cuanto al trabajo etnográfico” realizado en la Montaña Palentina.
Y es que durante la segunda mitad del siglo XX, Piedad Isla supo captar la vida de la España rural y como explica Maximiliano Barrio, comisario de la muestra, retratar la verdad de los pueblos de la Montaña Palentina, de una forma amable pero sin esconder la realidad, con toda la dureza y la esperanza que trasmiten los rostros de niños y ancianos no siempre tan ancianos.
‘Surcos’ muestra a esos niños que juegan con la nieve o con las hojas en otoño, que se agachan para coger los dulces lanzados para celebrar un bautizo, a un hombre echando un pitillo en la feria de ganado, a otro montado en un burro y un tercero remendando el zurrón, mientras unos ancianos se miran sentados a la lumbre de la cocina.
Rostros cansados, los de Roque y la señora Quica hilando o cargada con palos para la lumbre, manos arrugadas, niños felices, risas congeladas en la Montaña Palentina que hoy sirven para documentar la vida de unos pueblos llenos de vida, hoy, en su mayoría vacíos.
Todo un un relato de subsistencia firmado por una mujer que impregnó cada imagen con “la sintonía que tenía con la gente de los pueblos y lo popular”, como ha explicado su amigo y miembro de la Fundación Piedad Isla, Vicente Fernández Merino. Dice que de Piedad se queda con los ratos al lado de la lumbre en las tardes de friura que hay en Cervera de Pisuerga, compartiendo recuerdos de su trabajo en el bazar de Cervera”.