Texto y fotos: José Antonio Santos García
El día 6 de diciembre de 1985 Segovia era declarada patrimonio Mundial por unanimidad del Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco, formado por 21 países. Si bien el Acueducto fue el monumento enseña de esta declaración, no se puede ignorar la importancia del recinto amurallado, que constituye uno de los caseríos más bellos y mejor conservados de España, en un entorno paisajístico también extraordinariamente bien preservado. Todo ello conforma un conjunto de especial calidad que atrae diariamente a muchos turistas, convirtiendo así el patrimonio en una fuente de ingresos importante para esta ciudad que, desde el siglo XIX, venía arrastrando una importante decadencia (y también en una importante fuente de molestias para los vecinos, pero eso sería tema para otro artículo).
Este conjunto consta de muy destacadas construcciones románicas (la Canongía es uno de los barrios de románico civil más importantes que se conservan en el mundo) e innumerables palacios urbanos, además de la Catedral y el Alcázar. En todo ello, además de en el propio suelo en que se asienta el caserío, el “ingrediente básico” es la piedra caliza.
Cabría imaginar que, siendo entonces el patrimonio fuente fundamental de recursos y objeto de nuestro orgullo, tanto dirigentes como ciudadanos tendrían el máximo interés en la conservación y preservación de nuestro tesoro, con el que tanto se nos llena la boca, potenciando el cuidado y los conocimientos precisos para su conservación.
A este interés por el patrimonio debería sumarse la conciencia de la inestabilidad que afecta al recinto amurallado de la ciudad de Segovia. En junio de 1985 se presentó en la Junta de Castilla y León un estudio geotécnico sobre estos problemas, siendo Don José María Rodríguez Ortiz el director del equipo de redacción del estudio, que podría resumirse en las siguientes conclusiones:
“La ciudad alta de Segovia se asienta sobre una mesa caliza, tallada por el río Eresma al norte y el Clamores al sur, sobre materiales cretácicos, agudizándose al NW en la confluencia de ambos ríos.
La disposición estructural es un suave sinclinal cuyo eje es sensiblemente paralelo a la mayor dimensión del rectángulo, con buzamientos en el norte del orden de 20º en tanto que, por el sur, son prácticamente horizontales.
Por debajo de las calizas y dolomías que forman la mesa y los cantiles que la bordean existen otros niveles formados fundamentalmente por areniscas arcillosas, aleuritas y arcillas, siendo las capas superioras permeables e impermeables las inferiores.
La infiltración de aguas de lluvia antes del asentamiento era bastante limitada y en general se drenaba hacia el Norte según una red subterránea coincidente con la red de barrancos superficiales, Vallejo, Puerta de San Cebrián.
La infiltración de aguas de riego y fecales a partir del asentamiento humano ha sido -a lo largo de los siglos- mucho más importante que la infiltración natural.
Parece bastante claro que, aunque los efectos de erosión o karstificación por flujo subterráneo han podido ser apreciables en algunas zonas de concentración por fracturas, han sido más importantes los efectos derivados de la infiltración de las aguas urbanas y de las escorrentías no canalizadas o fluyentes de forma incontrolada sobre la propia muralla o cimiento.
La única forma de detener los procesos de erosión interna de la piedra sobre la que se asienta Segovia consiste en suprimir al máximo las escorrentías y filtraciones, para lo cual es indispensable la mejora de la red de saneamiento urbano y la recogida de aguas pluviales. Es sabido que el Ayuntamiento ha hecho esfuerzos en este sentido y cabe esperar que, aunque sólo sea por el ahorro económico que constituye la limitación de pérdidas, se continúe trabajando en ese sentido.”
Pero hay otra fuente de deterioro de la piedra caliza que está siendo ignorada casi sistemáticamente en las intervenciones modernas: el cemento.
Desde los primeros asentamientos humanos se ha utilizado como argamasa la tierra o la cal, materiales que empatizaban perfectamente con otros materiales como piedra, arcilla o madera, utilizados en la mayor parte de las construcciones o edificaciones preindustriales. Con mortero de cal se hicieron las pirámides y con mortero de cal se construyó Grecia y Roma. Hasta la gran Muralla China se levanta con ayuda del mortero de cal.
Sin embargo, desde que -en 1824- Joseph Aspdin consiguiera fabricar el primer cemento artificial (que patentó llamándolo cemento Portland, asociándolo a la afamada piedra de esa península inglesa) su uso se ha ido generalizando, sobre todo desde principios del siglo XX, por sus cualidades de fuerza y rapidez en su proceso de fraguado, de manera que ha sustituido de forma casi generalizada a la cal en la construcción.
Pero el mortero de cemento aporta una serie de sales, siendo las más comunes el sulfato de sodio, el sulfato de potasio y el carbonato de sodio, que se pueden traducir en eflorescencias, que son sales transportadas hasta la superficie, lugar en que cristalizan en forma de polvo blanquecino, y criptoflorescencias, desconchamientos de la superficie de las piedras calizas, degradación de ladrillos y desprendimiento y arenización de los revestimientos. Dicho en lenguaje simple, el cemento corroe la piedra caliza.
Es decir, a los problemas derivados de la infiltración de las aguas urbanas y de las escorrentías no canalizadas o fluyentes de forma incontrolada es preciso añadir las sales que aporta el cemento utilizado en múltiples obras de edificios, viales, saneamientos, que acrecientan y aceleran el proceso de destrucción e inestabilidad del recinto amurallado de nuestra ciudad.
Atención: el cemento no sólo está afectando a la roca sobre la que habitamos. También los palacios y las casas que constituyen el caserío segoviano, todas ellas de piedra caliza y mortero de cal, se ven severamente afectadas por el uso generalizado del cemento, que está contribuyendo de forma muy notable a su proceso de destrucción. El cemento que se usa en las rehabilitaciones y también el que se echa en las calles, para la sujeción de los empedrados y los adoquines que antes se sujetaban simplemente con tierra. Estos suelos impiden la respiración de las paredes calizas de las casas a los lados de las calles, acelerando de forma exponencial la degradación de sus piedras. Por añadidura, en el cemento no crece la hierba, con lo que las tapias y muros hechos con este material ofrecen a la vista una extraña tristeza que contrasta con la alegría de cualquier muro antiguo, lleno brotes de vida y capaz de albergar pequeños animales.
Parece cosa de extraordinaria burrería e ignorancia que, en pleno año 2023, se sigan realizando en edificios antiguos intervenciones con cemento, a la vista de todos, y se considere como lo más normal del mundo, no queriendo ser conscientes del grave daño que se está produciendo.
El cemento debe ser desterrado de nuestra ciudad.
Todos los arquitectos y aparejadores deberían saber esto. Don José Miguel Merino de Cáceres, recién fallecido Maestro Mayor del Alcázar (es decir, el arquitecto que ha proyectado y supervisado todas las intervenciones que han tenido lugar en nuestro castillo desde, por lo menos, 1978) prohibió su uso en toda obra realizada en el recinto, bajo su responsabilidad. No en vano era el director del Máster de Restauración del Patrimonio de la Universidad Complutense. Pero, por alguna razón que no comprendo, este conocimiento no logra calar en el común de la población y sus dirigentes.
Ojalá, nuestras autoridades sean valientes y prohíban su uso en todos los bienes de interés cultural y en todos los espacios declarados, en especial el suelo y edificios del recinto amurallado de Segovia, haciendo obligatorio el mortero de cal de toda la vida.