Un grupo de jóvenes monaguillos, en una de las sesiones de trabajo del encuentro celebrado ayer./ M.G.

San Juan Pablo II escribió durante su pontificado una carta dirigida a los jóvenes que desempeñan labores de acolitado en las celebraciones litúrgicas en las parroquias en la que definía como “santo” el servicio que prestan, sobre todo en la celebración dominical de la Eucaristía.

Los monaguillos tienen como tarea la de asistir al servicio del altar en cualquiera de los actos litúrgicos, y tradicionalmente era la forma en la que los niños y niñas comenzaban a participar en las tareas de la Iglesia.

Hoy los tiempos son quizá menos proclives a la participación de los jóvenes en la vida eclesial, pero la vía del acolitado sigue siendo un canal más que válido para abrir las puertas de la Iglesia a los más pequeños, y comenzar a discernir posibles y futuras vocaciones.

Así lo ha entendido la diócesis de Segovia, que desde hace un par de años ha asumido la labor de formar e informar a los monaguillos que desempeñan su tarea en las parroquias de la provincia a través de encuentros diocesanos en los que ponen en común sus labores y dan sentido religioso y espiritual a su tarea.

La Casa de Espiritualidad San Frutos albergó ayer la primera de las tres jornadas anuales de formación, en la que cerca de una treintena de niños y niñas procedentes de varias parroquias de la capital y de la provincia compartieron una jornada de convivencia en la que, de la mano de varios monitores, realizaron varias actividades teórico-prácticas orientadas a ampliar sus conocimientos sobre la liturgia.

Carlos, monitor perteneciente a la parroquia de San Cristóbal de Segovia, explica que el objetivo de estos encuentros diocesanos es “ofrecer pautas espirituales que sirvan para realizar su misión no solamente como un acto social, sino que su servicio tenga un sentido en el marco de las celebraciones religiosas”.

Así, durante la jornada de ayer, los monaguillos trabajaron sobre algunos aspectos de la vida de santos como San Tarsicio, Santo Domingo de Val y Santo Domingo Sabio, patronos de los monaguillos, como ejemplo de entrega y compromiso con la fe; y además, también pudieron conocer algunos de los protocolos y elementos litúrgicos más empleados en las celebraciones.

El monitor señaló que estos encuentros tratan de paliar las carencias de formación que existen en las parroquias para los monaguillos, ya que la dinámica parroquial a veces no deja tiempo suficiente para ello.

“Los sacerdotes dan a los monaguillos pautas básicas sobre cómo y cuando tienen que actuar en los distintos momentos de la Eucaristía –explicó- pero cuando vienen a los encuentros, los niños nos plantean preguntas sobre el uso de distintos elementos litúrgicos que emplean a menudo pero cuyo significado desconocen”.

Para los chicos y chicas que ejercen como monaguillos, esta tarea supone “casi un motivo de orgullo”, sobre todo en las zonas rurales, donde incluso “presumen y no se avergüenzan en el colegio de ser monaguillos”. “Al principio es cierto que cuando reciben la invitación a ser monaguillos la acogen con recelo y un poco de vergüenza –explica- pero después lo asumen con mucha naturalidad”.