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Portada primitiva de la Iconografía Griega: Imagen de Napoleón divinizado.

En diciembre del año 2006, Doña Dominica Contreras y López de Ayala, Marquesa de Lozoya, entregó al Archivo Histórico Provincial de Segovia el Archivo del Marquesado que se había conservado desde finales de la Edad Media en su familia. El interés histórico y cultural de estos documentos hizo imposible su conservación en el domicilio particular de los marqueses, ya que las demandas de investigadores y eruditos crecían constantemente sin que se pudieran atender debidamente.

La sensibilidad de la Marquesa ante la demanda cultural de su archivo familiar hizo que este se remitiera a un centro público y especializado como es el Archivo Histórico Provincial y se pusiera al servicio de la investigación, configurando un grupo de documentos importantísimos para la historia de Segovia y de España en general. Debemos recordar que Don Juan de Contreras y López de Ayala, Marqués de Lozoya, su padre, fue uno de los historiadores más destacados de mediados del siglo XX.

Él como su madre, la Marquesa viuda, Doña Ramona López de Ayala, sentían verdadera pasión por la Historia del Arte y ambos hablaban francés de manera natural. Por esta razón dentro de los fondos documentales del Marquesado aparecen ejemplares de documentos y libros en francés que tienen un valor incalculable por su rareza tanto como fuente histórica para el estudio del arte clásico, como por ser únicos. Entre tanto papel se habían conservado dos libros de grandes dimensiones fechados en 1811 y 1817 respectivamente, que corresponden a los catálogos de arte griego y romano impresos y contienen una serie de grabados al aguafuerte de excelente calidad reproduciendo obras clásicas ya sea escultura, monedas o bajo relieves.

Las técnicas de grabado tienen su origen en China, a raíz de la invención del papel hacia el año 105. En su forma más elemental la xilografía o grabado en madera, que utiliza el mismo principio en que se basaron las antiguas imprentas. El grabado prosperó en Europa en los siglos XIV y XV. Con el descubrimiento de las técnicas calcográficas como el aguafuerte y la aguatinta, el grabado alcanzó altísimas cotas de virtuosismo y abrió la posibilidad de reproducir la obra con gran calidad, permitiendo a los artistas del momento el poder conocer la obra de los clásicos y otros autores de los que le separaban muchos kilómetros.

El comienzo del grabado calcográfico está vinculado al trabajo de los orfebres y nieladores italianos. Vasari atribuye a Maso Finiguerra (1426-1464) la introducción del método de grabado del cobre en Italia refiriéndose a la técnica del buril. Como orfebre y nielador, colaboró con Ghiberti en la segunda parte del baptisterio de Florencia. Los nieladores como artesanos se iniciaban a una edad muy temprana en los talleres de orfebrería. La destreza y el dominio que exige su trabajo es cuestión de muchas horas de práctica.

El aguafuerte surge como una alternativa más rápida y menos laboriosa. La facilidad con la que se dibuja sobre una plancha barnizada y el control del valor de las líneas según el tiempo de inmersión en ácido contribuyen a su pronta expansión. Aunque parece que su uso como sistema de impresión no apareció hasta principios del siglo XVI y surge simultáneamente en Italia y Alemania extendiéndose por toda Europa en los siglos siguientes con Durero, Lucas van Leyden, Rubens, Rembrandt o Van Dyck… En España, aunque el grabador más conocido sea Francisco de Goya a través de las series de los “Desastres de la Guerra”, “Tauromaquia”, “Caprichos”, “Disparates”… su obra tiene antecedentes en los trabajos de Miguel Salvador Carmona que, desde 1752, con la fundación de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y la Calcografía Nacional, comienza a grabar reproduciendo miles de obras conservadas en las colecciones reales y que ahora forman el grueso de los fondos del Museo del Prado. Cabe destacar las copias de la obra de Velázquez realizadas por Goya y que se conservan en la Biblioteca Nacional de Madrid.

Sin embargo, los trabajos de Salvador Carmona se inspiraron en lo que desde 1730 se estaba realizando en Francia: reproducir obras de arte antiguas y publicarlas en libros excepcionalmente bellos para darlas a conocer. Dentro de estos trabajos, después de la nacionalización de las colecciones reales francesas, tras la Revolución, el Museo del Louvre encargó a los mejores grabadores europeos la reproducción de obras que se conservaban fuera de Paris.

En este contexto, Ennio Quirino Visconti llegó a Paris, en 1799, exiliado desde Roma donde había trabajado durante varios años en los Capitolinos, siendo conservador de los mismos. En sus años al servicio del papado, había aprendido a reproducir y grabar obras de arte antiguo que aprovechó para dotar a Louvre de infinidad de copias de arte clásico, donde había sido nombrado por Napoleón como conservador de sus colecciones. En 1803 ocupó el cargo de profesor de arqueología en el Instituto de Francia y acompañado de un ejército de dibujantes italianos y grabadores franceses, se dedicó a reproducir al aguafuerte obras conservadas en los Museos Capitolinos y Vaticanos recogiéndolo en sus dos obras maestras: Iconographie Grecque de 1811, e Iconographie Romaine de 1817. Estos dos libros son, precisamente, los que han llegado al Archivo de Segovia entre los documentos procedentes del Marquesado de Lozoya.

La obra cuenta con dos partes. La primera fue editada en 1811 y se dedica al mundo griego. Presenta la peculiaridad de contar con dos portadas. En la más antigua aparece Napoleón, presentado al modo de los emperadores romanos, según los modelos conocidos del Emperador Augusto. Pocos años después, en 1818, restaurada la dinastía borbónica en Francia en la persona de Luis XVIII, se reimprimió la portada añadiendo un folio nuevo con la representación de una escena griega cuya inspiración son los vasos áticos y helenísticos de los siglos III a I antes de Cristo. Este libro contiene un catálogo de obras de origen griego y se titula Planches de Iconographie Grecque, del cual se conserva un ejemplar en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia en Madrid, sin que tengamos noticia de más ejemplares en España. Lógicamente también existe otro en Paris. Sin embargo, si tenemos noticias, a través de diversas subastas de arte, que varias de sus páginas han sido adquiridas por coleccionistas privados, vendidas tras destrozar el libro arrancado sus hojas para venderlas una a una rompiendo la unidad de la obra.

La segunda parte, editada en 1817, es quizá la más interesante por su rareza. Está dedicada al mundo romano y, como no podía ser de otra manera su título es Iconographie Romaine. Este volumen es único en España y solamente existen dos ejemplares catalogados en el mundo, el nuestro, y otro ejemplar conservado en la Biblioteca Nacional de Paris. En su portada aparece el restaurado Rey francés, Luis XVIII, sacralizado como un emperador romana del siglo II.
El libro se encuentra en exposición en el Archivo Histórico Provincial de Segovia y se podrá admirar hasta el próximo 13 de noviembre en el Patio del Palacio de los Ortega Lara, sede del Archivo.