Paso a la Justicia

La localidad celebró la tradicional fiesta de los Santos Inocentes.

Mientras media Castilla y León se prepara para vivir las “mascaradas de invierno”, la provincia de Segovia celebró ayer, con poco entusiasmo, el día de los Santos Inocentes, una fecha que antaño figuraba entre las principales del calendario festivo anual y que ahora, cuando la función prácticamente ha desaparecido en dos de los pueblos donde tenía mayor esplendor, Rapariegos y Aldehuela del Codonal, ha quedado ceñida a Juarros de Voltoya.

Como manda la tradición, la Justicia de 2009 —integrada por seis jóvenes, a los que se unen un perrero y un alguacil— se reunió la noche del día 27 para dar por terminado su mandato y nombrar a los mozos —menores de 30 años y no casados— que debían tomar el relevo. Las deliberaciones se prolongaron hasta poco antes de amanecer. La Justicia saliente fue llamando, uno por uno, a los candidatos, haciéndoles preguntas, hasta tomar una decisión.

José Miguel Marugán fue elegido “alcalde de mozos” —una figura en vías de extinción en la provincia, a pesar de que hasta comienzos del siglo XX estaba muy difundida—, y Sergio Merinero teniente de alcalde. Acompañan José Luis de Frutos (1º de Justicia), Jaime Martín (2º), David Martín (3º) y Javier Morales (4º). A ellos se une el que fue “alcalde de mozos” el año anterior, Víctor José de Frutos, que pasa a ser “perrero”, y otro mozo, el alguacil, en esta ocasión Rubén Marugán.

Cuando la Justicia saliente anuncia sus sustitutos, cada uno de estos últimos debe dar el nombre de una moza (“que no sea su novia”, dicen), que se encargará de buscarle, rápidamente, la indumentaria característica, una capa castellana y un sombrero, para que a primera hora del día esté en su casa.

El alboroto se adueña, ya entrada la mañana, de Juarros de Voltoya. El “perrero” sale a pedir por el pueblo. Se le distingue por su llamativo atuendo (zajón y zurrón de cuero, gorra campera, bota de vino y vara de la que penden zambombas). Pasa por todas las casas, y en todas se le da dinero. “Lo que recibo es para mí”, señalaba ayer De Frutos, reiterando que la cantidad recaudada por él no sufraga los gastos de la fiesta.

El resto de la Justicia hace grupo aparte. También recorre Juarros de Voltoya, pero de otro modo. Su indumentaria es formal (traje, cubierto con capa castellana, y sombrero, al que se cuelgan diversos abalorios). Llevan compañía musical (Tucan Brass), animando su paso. El más joven ejerce de alguacil, y suele ser objeto de bromas por parte del resto. Su vestimenta es diferente, caracterizándose por una vieja cesta de mimbre —en la que sus compañeros suelen echar piedras, “para que pese más”— y un hierro largo, pinchado a una remolacha. El deambular por el pueblo es provechoso, pues las casas abiertas, además de ofrecer un aperitivo y algún licor, entregan un donativo a la Justicia, para financiar la fiesta, y otro al alguacil, en este caso para su disfrute.

La costumbre dice que el “perrero” debe ir por delante del resto de la Justicia. En caso de que le adelanten, algo inusual, pagará una cántara de vino.

Pasado mediodía, la Justicia cae en la cuenta de que es hora de ir a misa. Para ello, van a buscar al sacerdote a su casa, acompañándole a continuación hasta la iglesia, a cuya entrada se ha situado el “perrero”, pidiendo otra dádiva, también a beneficio de su propia hacienda, a todo el que quiera acceder al interior del templo. Antiguamente, el “perrero” solía soltar palomas durante la consagración, una gracia ahora en desuso. Continúa, eso sí, haciendo estallar las zambombas, para regocijo de los más pequeños.

Tras la eucaristía, el refresco, organizado por la Justicia del año precedente. El baile tendrá lugar por la tarde, debiendo acudir a él las mozas elegidas por la Justicia con sus mejores galas. Los músicos tocan, la Justicia baila y los vecinos, formando un círculo, contemplan la escena. Pero no todos están contentos. Otros mozos, ajenos a la Justicia, intentan entrar en el corro para bailar con las chicas. Es cometido del “perrero” impedirlo —en un rito que recuerda al “corro de los mozos” de Riofrío de Riaza—, zumbando con las zambombas. En los últimos años, estos atrevidos mozos se presentan disfrazados en el baile, dando otra nota de colorido.

Por la noche hay verbena en Juarros de Voltoya. Y, finalmente, la mañana del 29 de diciembre se celebra eucaristía en memoria de los que fallecieron siendo mozos. “Se pasa lista, y en que no vaya debe pagar una pena”, advierte De Frutos.