Lois Pérez ofreció una sesión delirante en el Patio de la Bola. / JOSE REDONDO

El jueves Lois Pérez clausuró el Festival de Narradores Orales de El Espinar, con una sesión delirantemente divertida celebrada en el Patio de la Bola de El Espinar.

Este narrador lucense posee características reconocibles del contar gallego: gran parte de su repertorio procede de la escucha, la capacidad de transformar cualquier cosa en relato y la peculiar mirada ante el mundo. Añade rasgos personales que van desde la estética rockabilly a cierta crítica sociopolítica, pasando por las citas al margen (futbolísticas, teórico literarias, musicales, geográficas, poéticas o familiares) que lo dotan de frescura. Lois Pérez es un narrador que cuenta las historias como si sacara una cereza de un cesto a la que ha quedado enganchada otra, que a su vez arrastra a una tercera, esta última a la cuarta… Y así hasta crear un relato con tantos recovecos, digresiones, anécdotas incrustadas, vericuetos e incisos que cuando llega el final, la sorpresa es mayor. Este divagar y abrir continuos paréntesis obliga al público a escuchar atentamente, siendo esta, posiblemente, una de las formas de interacción más sutiles que se dan en narración, pese al peligro de perderse en un bosque de historias enredadas. No es el caso, pues Lois Pérez consigue conducir a quien lo escucha a través no solo de la ficción, sino de la e incluso de la lengua gallega, con ese saltar de un idioma a otro que intensifica el encuentro con la tradición del noroeste peninsular.

El repertorio se nutre de textos y anécdotas de insignes escritores gallegos como Castelao o Cunqueiro –de quien el narrador recomienda, insistente, su lectura-, pero también de relatos supuestamente referidos por familiares y conocidos de temática mortuoria fusionada con humor o con la reflexión sobre el arte de narrar. Relatos y algún poema ejecutados a ritmo rápido y con seguridad, con movimientos oportunos y muecas elocuentes —con algún tic por limar— que intensifican los efectos de sus palabras. Una vuelta al simple placer de escuchar, al poder primigenio de la palabra como talismán para materializar una tierra de imaginación y realidad donde, como en las historias de Cunqueiro, todo es posible.

Así, con esta sesión se cierra una buena edición de este festival dirigido por Carlos Yañez y que el próximo año cumple veinte años, apuesta segura del ayuntamiento que ojalá crezca en días, con la edad, para recordarnos lo importante que es escuchar.