Estuve el pasado domingo en el estadio palentino La Balastera viendo a la Gimnástica Segoviana ganar al Cristo Atlético por 2 a 0. Muy buena primera parte y más aburrida la segunda; objetivo cumplido, que no era otro que el asegurar la segunda posición en la tabla para jugar la Copa del Rey y jugar el play off contra un cuarto. Redactando la columna, acabo de enterarme quién es nuestro primer opositor en esta guerra de eliminatorias: El Churra de Murcia; pero tiempo habrá para comentar tales eventos.
Lo que ahora deseo plasmar son las maravillas que descubro siempre que acudo a ese estadio de Palencia. Es un juguete digno de admirar: todo cubierto, con una capacidad para 8.100 espectadores sentados. Una iluminación ajustada y potente que no deslumbra al respetable. La sonorización es nítida y apreciable por los cuatro lados del rectángulo. Los accesos y evacuación son anchos y rápidos. Los varios aseos limpios, suficientes y bien identificados. El terreno de juego en buenas condiciones. Las taquillas se ubican en el hall de una de las puertas de entrada al estadio. En definitiva: una joya para un equipo de Tercera División.
Entonces uno se conforma con lo que tiene en su querida Segovia y todo le parece ‘cuasi’ normal; a la par que, asumiendo abnegadamente que lo que hay es lo que hay, y no hay ‘pa más’; todo sea por el devenir exitoso de la Gimnástica; pero claro, también uno piensa: ¿y no se pueden proyectar algunas reformas que serían muy necesarias? Por ejemplo: nuestra iluminación es pobre y deslumbra, el equipo de sonido está obsoleto y es tercermundista, y se debería estudiar la puesta de gradas en los fondos.
He visto a candidatos para las municipales de casi todos los partidos políticos en La Albuera durante los últimos encuentros celebrados allí; pero no he visto en ningún programa alguna mención sobre arreglar un poquillo el estadio; ¡coñe! Entonces ¿para qué van? ¿Para no fijarse en las deficiencias? ¿Para que les veamos? ¡Pero si ya les vemos todos los días en los carteles! En fin, que siento una sana envidia cada vez que voy a La Balastera ¡Y si además ganamos! Pues fíjense ustedes cómo me vengo a casa.