Colectivo “A propósito” – A propósito de “El Lenguaje Vacío”

En el escenario que contemplamos y desde nuestra óptica consideramos que está en nuestro ADN establecer una hoja de ruta que desde el minuto uno ponga en valor, como no puede ser de otra manera, un plan de choque que nos permita verbalizar por activa y por pasiva un relato que concretice nuestras expectativas y nos permita influenciar en la problemática actual, evitando el colapso general…

¿Quién no ha oído o leído cosas así en los últimos tiempos? Quizá estemos exagerando al juntar en una sola frase toda esta verborrea, pero estamos seguros de que no nos inventamos nada. Por separado, expresiones de este jaez brotan día a día de las bocas de políticos y de personajes públicos en general, y llenan las páginas y las ondas de los medios de comunicación.

Al escuchar estos discursos nos dan ganas de recordar a tanto charlatán barato, a tanto imitador de Fray Gerundio de Campazas, aquel dieciochesco predicador hueco, engolado e ignorante, la conocida frase de El Quijote: “Llaneza, muchacho, no te encumbres que toda afectación es mala”, que, por cierto, dicho sea de paso, no se la dice el protagonista a Sancho Panza, como a veces erróneamente se afirma, sino Maese Pedro al ayudante que va narrando la acción de los títeres de su retablo.

Se nos ocurre llamar a este tipo de mensajes “Lenguaje vacío”, parafraseando el famoso título de Sergio del Molino. Se trata de una amalgama de frases hechas, un conjunto de fórmulas fijas, no del todo incorrectas desde el punto de vista normativo y gramatical, pero cuya reiteración constante en cualquier contexto, denota, en el mejor de los casos, pereza mental en quien las emite, más proclive a la repetición de consignas de argumentario que a la expresión llana y sencilla de ideas, si no originales, cuando menos sinceras o personales.

Pero no es solo eso. Creemos que toda esta jerga conlleva una serie de peligros tales como la ausencia de matices, la pérdida de referentes, la simpleza de las ideas no reñida con la pedantería… en definitiva, la uniformidad expresiva y, por tanto de pensamiento, que muchas veces sospechamos impuesta.

Porque ante la cansina profusión de esta cargante cháchara no podemos evitar hacernos las siguientes preguntas: ¿Por debajo de estos pseudoprestigiosos ropajes lingüísticos no se ocultará, además de un pensamiento vacuo e inane, el deseo de enmascarar la verdadera naturaleza y las auténticas intenciones de quienes se revisten con ellos? ¿No será que, en el fondo, el mensaje es que no hay mensaje, que interesa soslayar el auténtico diálogo y que, en vez de que pensemos, reflexionemos, razonemos y debatamos, solo quieren que recibamos órdenes y directrices, esas consignas a las que nos referíamos arriba?

Y ya que nos pusimos antes literarios, no estaría de más concluir, y pidiéndole perdón por anticipado, dado lo mucho que últimamente se está abusando de sus citas y de su figura, con el célebre verso de don Antonio Machado: “A distinguir me paro las voces de los ecos”. No nos vendría mal hacerlo de vez en cuando.