M. A. N. Rincón(*) – A Mariano San Romualdo Agejas,“Manín”, en su homenaje

El próximo 22 de junio, sábado, Mariano San Romualdo Agejas recibirá un merecido homenaje de la Escuela de Dulzaina de Segovia, a la que tanto tiempo y esfuerzo dedicó, desde 1985 hasta 2018, como profesor de tambor.

Manín, diminutivo que acoge a un hombre grande, vive en ese cariñoso apelativo infantil aunque lleve algunos años ya disfrutando de sus nietos. Este músico, de dilatada y excelente trayectoria, es, sobre todo, un hombre de bien, dialogante, con vocación de servicio a la comunidad.

La gente que peina más canas – y menos pelo del que quisiera – recuerda a Manín redoblando con su padre, con su familia, mientras Frutos y Fuencisla, los gigantones, bailoteaban y los cabezudos acometían con sus zambombas al público más menudo, como si él, con sus manos, llevara el pulso de sus movimientos e incursiones en los días de fiesta mayor.

Esta imagen casi feliz, engañosa, no dulcifica la esforzada vida de los dulzaineros y tamboriteros por los pueblos segovianos, hiciera frío o calor, en aquellos tiempos duros de tremenda escasez. Pero estaba la compensación de la alegría de la música, era el día de la función, y ese tocar en familia tan querido para Manín.
Así, de la mano de su padre, fue creciendo como músico en la escena local, nacional e internacional. Es en el campo del folklore donde ha tenido su participación más destacada, con numerosas actuaciones y colaboraciones: Exposición Universal de Nueva York (1964), discos con su familia, los Silverios, como “Fiesta en Castilla” y “Los Silverios al Abuelo”, con el Nuevo Mester de Juglaría en “Los Comuneros”, con la Ronda Segoviana o La Esteva… Resumir en unas pocas líneas su experiencia musical es imposible.

Aunque nunca abandonó la música de raíz, vinieron años de cambio, los instrumentos tradicionales empezaron a verse arrinconados y hubo que amoldarse a los nuevos tiempos. En los años 70 del siglo pasado, vemos al joven Manín formando parte de varios conjuntos, algunos de tanto nombre en el ámbito local como Los Diamantes.

Los que tuvieron la suerte de tocar con él recuerdan cómo Manín no sólo acompañaba como los ángeles, sino que interpretaba con su tambor como si fuera un solista.

“Esto no se puede dejar perder, alguien tendrá que hacerse cargo”, era una frase muy de su gusto. Aunque destinada al asociacionismo vecinal, asunto que excede nuestra reseña, nos sirve para ilustrar cuál era su carácter en temas de participación ciudadana. Siempre se las arreglaba para estar al pie del cañón.

Durante más de treinta años, ejerció su magisterio en la Escuela de Dulzaina de Segovia con su proverbial paciencia y su deseo de perfeccionamiento. Todos, compañeros y alumnos, le recordamos con cariño. “Así puede valer, pero creo que es mejor así”, otra frase frecuente cuando paraba la grabación que servía de fondo a los ritmos que intentábamos conseguir, para explicar amablemente cómo mejorar algún pasaje. Su sucesor, Javier González Sacristán, que fue alumno suyo, es en cierto modo también su continuador.

Pero la vida nos va gastando, nos hace sentir que la hora del relevo no está lejos. Es toda una ciencia ser capaz de entender que uno ha llegado al final de una etapa y tiene que ceder el paso a la renovación. Qué más se puede decir de Manín sino que, cuando llegó el momento, lo hizo con elegancia, poniéndose a disposición de la Escuela en todo aquello que fuera menester.

Así es que, Manín, muchas gracias por todo. Ahora que nos disponemos a celebra nuestro tradicional pasacalles fin de curso, desearíamos tenerte con nosotros, abriendo el paso con la percusión. En este, y en todos los actos que quieras, hay un sitio de honor para ti, eres parte de la Escuela.


(*) Presidente de la Asociación Cultural Escuela de Dulzaina de Segovia.