Luis López – Símbolos

En España hay tres símbolos amparados bajo la pena de delito de ultraje: la bandera, el escudo y el himno nacional. Sin embargo, en nombre de la libertad de expresión se convierten en el tentetieso del humor casposo, de los ganapanes de la causa y de la política espuria; se lapidan socialmente con arengas de trinchera buscando un desapego que cuestiona el modelo de Estado. Pura estrategia de desgaste.

Los ciudadanos nos dejamos vaciar de simbolismos para abrir paso al hostil revisionismo o a la cómoda equidistancia. Se usa el «sentido del humor» como distintivo militante de lo esnob para embestir contra la simbología. ¡Qué pena! España se balcaniza mientras se etiqueta a golpe de burla e insulto a cualquiera que se enorgullezca de su enseña nacional.

Los símbolos, igual que las tradiciones, son un camino histórico que atañe sin exclusión a toda la sociedad, reflejando unos valores que incardinan al individuo en el conjunto. Son parte de nuestra identidad porque el Hombre, como ser social, busca las referencias que le engarzan a la gente y a la tierra que abraza para sentirse partícipe de unos sentimientos comunes y un propósito constructivo que Ortega llamaba «comunidad de destino» y Azaña «raíces de la raza española». Pertenecen a la historia común de la gente y por eso son capaces de hacer sentir un escalofrío que eriza la piel y pellizca el alma. Sin embargo algo va mal cuando une más el ataque que su defensa porque para abatir un símbolo sólo se necesita la desidia y tibieza de unos y el tiempo y adoctrinamiento de otros ¡mirad Cataluña!

¡Seamos sensatos! Huyamos del sectarismo, de la ceguera interesada, de la opinión dirigida y de la persecución de aquello que debiera aunarnos, porque atacando a los símbolos polarizamos a la sociedad forjando una desgarradora desafección que nos destruye.