H. J. M. Corral Caballero – Nomenclátor de la Obra Marista en Segovia

Con motivo de la clausura de nuestro Centenario

Si en la Teogonía griega el nombre evocaba las características típicas de la deidad respectiva (Afrodita = la nacida de la espuma, Cronos = el tiempo, Adonis = la belleza masculina, Atenea = la sabiduría, etc.), un centro educativo suele buscar un apelativo que sirva de estímulo, de compromiso, de distinción y hasta de patrocinio, como es nuestro caso.

De entrada el concepto Maristas (Mari-istas) parece que surge en 1815 de la mente soñadora del P. Courveille como síntesis de la expresión Hermanitos de María.

Intenta seguir el proceso de otras congregaciones, por ejemplo las Concepcion-istas (1489), los Pasion-istas (1720), los Redentor-istas (1732), etc.

El primer colegio marista en Segovia surgió en septiembre de 1918 en la Casa de los Picos bajo la denominación de “Escuelas Populares de Ntra. Sra. de la Fuencisla”. Su impulsor fue D. Remigio Gandásegui Gorrochategui, a la sazón obispo de Segovia. Posteriormente, en 1921, se ubicarán estos alumnos en “Los Doctrinos” y en “El Salvador”.

Si el vocablo “Fuencisla” proviene del latín fons stillans, “fuente que mana” (de las Peñas Grajeras), sorprende que el porcentaje de mujeres segovianas con este nombre sólo es de un 5 0/00, mientras que en Barcelona, por ejemplo, llevan el nombre de Montserrat el 25,2 ‰, y en Ávila se llaman Sonsoles el 5,4 ‰ y Teresa el 11 ‰. En Zaragoza destaca el apelativo de María Pilar con el 49,5 ‰.

Como curiosidad debo añadir que el nombre de Fuencisla lo llevan, en cambio, más de quince establecimientos o entidades segovianas.

La creación de otro colegio marista, éste de pago, en el Torreón de Lozoya en septiembre de 1919, dio pie para bautizarlo con el nombre de “Colegio Sagrado Corazón”. ¿Razón de este nombre? Pudo ser por insinuación del mismo señor Obispo, amante destacado de esta advocación. Animaba a los católicos a entronizarlo en sus casas; en 1923 corona la torre de la catedral vallisoletana con su escultura, escribe durante muchos años un artículo en la revista “Reinaré en España” y su fervor le llevará a ser el gran impulsor desde 1933 del famoso Santuario Nacional de la Gran Promesa.

Mientras el colegio estuvo en S. Agustín, 1, la estatua del Sagrado Corazón se colocó en la escalera central, entre los pisos 1º y 2º. Los alumnos inclinaban levemente la cabeza al pasar ante la imagen.

Por otra parte la capilla segoviana del Torreón estará presidida por “el amo de casa”, el mismo Sagrado Corazón. Casualmente el centro de las Jesuitinas también se llamaba Colegio Sagrado Corazón.

Al incorporar a nuestra obra un aula de formación premilitar, en septiembre de 1920, por iniciativa del comandante de Artillería, D. Víctor Martínez, pasará a conocerse como “Colegio-Academia”.

En el estudio detallado de este proceso nominal a través de la cabecera de las actas académicas y del correspondiente matasellos colegial de secretaría, más las orlas del último curso, encontramos lo siguiente:

El título de “Colegio-Academia” permanecerá hasta el curso 1949-50, con una excepción en las actas de 1938: “Colegio-Academia La Fuencisla”. En los años 1950-51-52, hay un paréntesis con el nuevo apelativo: “Colegio Ntra. Sra. de la Fuencisla”. Esta variación se dio siendo director del colegio el H. Miguel Antonio, hombre de gran prestigio como escritor creativo y fecundo, luego como provincial. Desconocemos la motivación de tal novedad pero intuimos que su sensibilidad mariana lo empujó a esta feliz recuperación.

Sin embargo en el curso 1952-53, estando en la dirección colegial el H. Nilo Ponciano, hombre más pragmático y leguleyo, se recupera la denominación antigua de “Colegio-Academia”. Conviene anotar aquí que el aula de formación premilitar, que motivó lo de “Academia”, se había cerrado ya en 1945. ¿Qué “pintaba” este nuevo cambio de nombre?.

Tenemos que llegar al curso 1960-61 para encontrar nuevamente en los titulares y en los matasellos de las actas académicas el definitivo nombre de “Colegio marista Ntra. Sra. de la Fuencisla”. Era director el H. Alejandro Luis, hombre discreto y serio, comisario en Castilla de los Scouts B.P. entre 1950 y 1980.
No termina aquí la aventura del nomenclátor marista segoviano. Hemos encontrado las siguientes variantes: “Colegio La Fuencisla” y “Colegio La Fuencisla, HH. Maristas”.

Y un estrambote curioso aparece en los listados escolares (1971-76) y en algunas orlas del último curso, bajo la dirección del H. Ángel Arribas (1974-76): “Colegio El Pinarillo”. ¿Pretexto? Quizá evitar el equívoco al hablar de colegio y residencia de internos, clarificando la localización del primero.

La trascendencia del nombre elegido sobrepasa lo puramente formal: membretes, logos, etiquetas, sobres, rótulos en paredes, páginas amarillas, páginas Webs, camisetas deportivas, pines, etc. Apunta a un compromiso de vida con pautas cristianas y a un patrocinio maternal, garante de la tarea educativa.

Afortunadamente se recuperó el nombre inicial que en Segovia es santo y seña de quienes, como nosotros, familia marista, aquí vivimos y aquí tenemos a María como la Primera Superiora y la Buena Madre.

¿Y cómo nos llama el pueblo llano y los alumnos? Me parece que predomina la expresión “Colegio Maristas”.

He aquí, pues, un amplio abanico de nombres para reconocernos. Me recuerda la variedad de alias que llevo a mis espaldas: José María, José Mari, Josema, Jose, José, Pepe, Pepín, Chema, Chemita, etc.