E. Montero Herrero – Ahora toca currar para ofrecer una alternativa mejor

Malo o bueno, ahora tendemos hacia una sociedad progre. Es la era del ocio, de las tabletas, internet y el ordenador en el móvil. La gente lo que quiere es vivir en una burbuja perpetua de felicidad donde no les molesten demasiado. Por tanto, la religión, la patria, el honor, la palabra dada, y otros valores antes en alza ahora no interesan. Lo que cautiva es una amalgama de ideales postmodernistas un tanto superficiales y buenistas, loables algunos e irreales otros.

La gran masa no quiere comerse la hoya en cuestiones políticas, lo que quiere es trabajo, una paga, sanidad, pensiones y educación pública, y gastarse lo poquillo que sobre en sus hobbies y vacaciones, y poco más. Es un pensamiento consumista y superficial, sí, pero es la sociedad que se ha creado.

Esta es la cuestión, que España se ha convertido en un país progre y relativista. Y nuestros partidos mayoritarios también lo son. Un mundo en el que los valores y las virtudes están hoy claramente amenazados por el relativismo dominante.

Sus efectos son particularmente perversos, porque la consideración falaz de todas las opiniones como igualmente respetables y defendibles, conduce a un panorama horizontal sobre el que nada destaca, ya que la asunción de las verdades de todos en plano de igualdad priva de argumentos y conduce a no defender la propia, lo que hace que haya personas que ya no distingan entre lo que es verdadero y lo que no.

Ante este panorama, es una odisea, la mayoría de las veces sin fruto, apelar a verdaderos valores para movilizar a la gente. Casi se puede decir que la perspectiva es turbadora, pero todo depende de cómo nos lo tomemos.

Si somos positivos, no debemos perder la esperanza de que en España no es que se hayan perdido los valores, sino que están adormecidos por el permanente ataque del nihilismo y del relativismo, ante los que hay poca valentía en proclamar que siguen vigentes los principios del Humanismo Cristiano, concordantes con la Ley Natural y recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. De esta forma, se percibe como en distintos coloquios de análisis de nuestra actual crisis queda en segundo plano la regeneración de valores, para volcarse, casi exclusivamente, en la reestructuración de los sistemas económico y financiero. Y siendo estos temas de capital importancia, sin la reactivación de los valores que nos conducen también a una verdadera regeneración democrática, todo se viene abajo. Por ejemplo, sin recuperar el valor de la solidaridad, uno de los pilares de nuestra Constitución (Artº 2), es difícil aceptar sacrificios a nivel autonómico, provincial o individual.

Por otra parte, otro aspecto que considero muy importante es que fuéramos capaces de potenciar el sentido del honor junto a la verdad. Con toda probabilidad se evitarían malos ejemplos que se dan al pueblo llano, que contempla, ya casi impasible, al no poder salir del asombro, como algunos de nuestros representantes se descalifican públicamente, tildándose de mentirosos o vertiendo graves acusaciones.

Cabe preguntarse, ¿cómo pedir sacrificios a quienes sobreviven con esfuerzo, si los niveles superiores no dan muestras continuas de austeridad; si mucho se habla de derecho y muy poco de deberes? Todo sonará a falso si no se predica con la ejemplaridad y no se practica la virtud de la mutua lealtad.

Mientras no logremos que en una confrontación libre y abierta predominen los verdaderos valores por el hecho de que son superiores y mejores, seguirán ganando los antivalores. Es decir, lo que hay que cambiar es la cultura, lo que se da por bueno y lo que se considera malo, con un guión que cuadre y atraiga.

Pero que estos antivalores no sean mayoritarios en la sociedad española no es solo responsabilidad de tal o cual partido, sino sobre todo suya y mía. Es responsabilidad de quienes los compartimos y defendemos, que no hemos sido capaces todavía de demostrar a la mayoría que se trata de principios superiores y mejores.

Ahora toca currar, porque los antivalores siempre están ahí, bien explicados y difundidos tras ingentes horas de dedicación y trabajo.

Revertir la actual situación depende mucho de nosotros, de los ciudadanos normales y corrientes, y de nuestra capacidad para ofrecer una alternativa mejor.