Abel Herrero (*) – Risca de Valdeprados

Hace unos meses, en su artículo “deconstruyendo paisajes segovianos”, Fco. Javier Barbadillo, autor de Manual para observar e interpretar paisajes, compartía las siguientes palabras: “Ningún paisaje atractivo requiere un llamativo mirador para que vengan a ver…el propio mirador. Esto equivale a negar el paisaje” y “Ocuparlos (referido a los paisajes) con obras para atraer más público es ningunear ese valor paisajístico, no saberlo gestionar.” Retomamos ahora esas palabras para valorar un caso concreto, las recientes actuaciones en la Risca de Valdeprados.

La garganta excavada por el río Moros en el término de Valdeprados supone un ejemplo espectacular y muy singular en España (solo existe un ejemplo similar en la garganta del río Nuria en la provincia de Gerona) del encajamiento fluvial por abrasión sobre gneises, alcanzando más de 30 metros de alto, una longitud de unos 300 metros y en algunos puntos apenas 4-5 metros de anchura. Todo ello hace de la Risca de Valdeprados un lugar de gran interés geológico por su geomorfología, estratigrafía y mineralogía. (Fernández-Martínez, E. y Castaño de Luis, R. 2011). Estos valores geológicos, unido a sus valores faunísticos y florísticos hacen que este espacio natural esté incluido en Zona de Especial Conservación (ZEC) y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) Valles del Voltoya y El Zorita. Tal es el valor de este entorno natural que el propio municipio de Valdeprados, incluye en sus NORMAS URBANÍSTICAS MUNICIPALES DE VALDEPRADOS (SEGOVIA). INFORME DE SOSTENIBILIDAD AMBIENTAL el siguiente texto:

“Áreas naturales Por otro lado, se ponen en valor los citados espacios mediante la protección de la ribera del Río Moros como eje vertebrador de los valores naturales más representativos del municipio, la ribera, los encinares, etc. No se ven afectadas por el nuevo planeamiento superficies correspondientes a hábitats de interés comunitario, y además se clasifican como suelo rústico de protección natural.”

E incluso en las citadas normas, se incluye “la Risca de Valdeprados” en la zona de Suelo Rústico de Especial Protección y entre los “elementos del término municipal que merecen ser protegidos, conservados o recuperados por sus valores naturales”.

Durante el pasado año, con la promoción del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (ITACYL) se ejecutaron obras enmarcadas en el “Proyecto de adecuación para el uso público de la senda de la Risca de Valdeprados”. Sin entrar a valorar las motivaciones para dicha adecuación, en la que se ha cambiado la ubicación de la senda habitual, que discurría más o menos separada de la orilla del río Moros hasta situar al caminante por encima de la garganta, por sendas que se unen por un puente y que en un primer tramo se sitúan muy próximas a ambas orillas, sí merece la pena ilustrar las distintas actuaciones realizadas.

A partir de la unión de ambas sendas a través del Puente de los Enamorados mediante una pasarela de madera, que poco o nada se parece a tenor del propio cartel colocado en las inmediaciones del mismo al puente original, se inicia una escalera labrada en la propia roca. Se podría intuir la necesidad de mejorar la accesibilidad a todas las personas a la parte alta de la garganta a partir de la construcción de mejores accesos, pero lo que encontramos son unas escaleras de mal gusto rematadas con simple cemento y que, a pesar de la barandilla accesoria, por el excesivo alto y estrechez de sus peldaños no facilitan la subida, y menos la bajada. En definitiva, hasta aquí, las actuaciones no mejoran los accesos existentes previamente y encima ocasionan mayor impacto natural por la cercanía a las orillas del río.

Una vez ganada altura sobre la garganta, se ha habilitado una senda, que nos tememos será bastante efímera como consecuencia de la erosión con las sucesivas precipitaciones, con pequeñas pasarelas de madera y algún descanso que otro y que de nuevo sitúa al caminante ante otras escaleras de acceso al verdadero protagonista, en el peor sentido de la palabra, de estas actuaciones, un mirador sobre la garganta del río.

Llegados aquí, al naturalista y verdadero observador del paisaje le surgen muchas preguntas (recomendamos la lectura del artículo “Miradores de espacios naturales. ¿Integración o desintegración del paisaje?”). Si el objetivo de la senda de la Risca de Valdeprados es apreciar y disfrutar de este entorno natural, ¿no tiene dicho entorno tal merecimiento como para que sea necesario instalar un mirador que se cobra el protagonismo principal y roba la esencia de esta garganta fluvial?

Un mirador en un entorno natural debe integrarse de tal forma que potencie, pasando a su vez lo más desapercibido posible, la percepción del paisaje para el observador. De esta forma, ¿está este nuevo mirador mejorando la percepción del paisaje al observador? ¿su ubicación amplía las posibilidades de observar el paisaje respecto a la situación existente previamente? ¿está el mirador integrado en el paisaje pasando desapercibido a través de unos adecuados materiales de construcción, dimensiones y diseño?

Si el propio municipio reconoce el valor del paraje a través de las NORMAS URBANÍSTICAS MUNICIPALES citadas anteriormente, y el propio paraje está incluido en zona LIC y ZEPA, ¿es la intervención desarrollada la más idónea para su puesta en valor ambiental? ¿se trata la actuación de una acción de enaltecimiento de los valores naturales y paisajísticos o simplemente una forma de fomentar el turismo de foto rápida y redes sociales? ¿es este proyecto el mejor método para que la ciudadanía valore el entorno natural del municipio y este enclave de elevada singularidad geológica?

Resulta complicado justificar la necesidad de un gasto público de casi 70000€, según los datos de licitación y adjudicación, en este proyecto. Pero sin duda, más difícil resulta tratar de justificar la idoneidad de las actuaciones realizadas, agrediendo de forma significativa un paisaje natural de elevado valor, reconstruyendo infraestructuras de acceso faltando a su diseño original (véase el citado puente de los Enamorados) y creando y ampliando un impacto sobre un entorno natural en lugar de favorecer y potenciar su conservación. Como puerta abierta a la esperanza, parece que en no demasiados años la naturaleza ganará terreno a las actuaciones a través de la erosión de la senda y degradación de los materiales de construcción. Confiemos en el poder de resiliencia de este entorno natural único. Ya venció hace años el poder de destrucción del hombre en su plan de afectar a esta garganta con un embalse, ¿podrá vencer una vez más a su antrópico enemigo?
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(*) Licenciado en Biología.