Lluvia que no apaga el amor

Los segovianos llenan la Catedral para despedir a la Virgen de la Fuencisla en un acto deslucido por las adversas condiciones meteorológicas

Finalmente, las previsiones se cumplieron y la lluvia quiso ser la protagonista del último día del novenario a la Virgen de la Fuencisla, en el que la imagen de la patrona de Segovia regresa a su santuario de las Peñas Grajeras después de recibir el afecto y la devoción de los segovianos durante 11 días en la Catedral. El altar mayor de la catedral fue en esta ocasión el marco para una despedida, a la que no faltaron las autoridades locales y provinciales con la alcaldesa Clara Luquero a la cabeza, siendo la primera vez en la historia de la ciudad que una alcaldesa participa en este acto.

Así,la despedida quedó circunscrita a los actos en la Catedral, donde la masiva presencia de segovianos dejó pequeño el aforo del primer templo de la diócesis y un reducido espacio para todos los actos inicialmente previstos por la real cofradía de la Fuencisla.

La lluvia impidió la participación militar prevista en el acto de despedida, ya que el fuerte chaparrón que cayó entre las cinco y las seis de la tarde desaconsejó la presencia de la escuadra de batidores a caballo de la Guardia Real -que esperaron en las instalaciones de la Academia de Artillería la decisión final sobre su participación-, así como la de la formación de alumnos del centro de enseñanza militar que tradicionalmente acompañan a la patrona y desfilan ante su imagen.

Con la virgen instalada en la carroza en la que llego y vistiendo el mismo traje, tuvo lugar el rezo del Santo Rosario, con especial dedicación a los trabajos del Sínodo de Obispos convocado por el Papa Francisco para el próximo 5 de octubre.

La oración dio paso a la intervención del obispo de Segovia, Ángel Rubio Castro, con la que se abrió el acto oficial de despedida a la virgen. Desde el presbiterio del altar mayor, monseñor Rubio aludió a la suspensión de la procesión, y aseguró que la lluvia «no nos quita la fe ni el amor a la virgen, a la que seguimos amando haya o no haya procesión porque es nuestra madre».

El obispo subrayó los «intensos días» vividos en el novenario, y señaló que durante ellos «Segovia entera ha pasado por la Catedral, muchos de ellos físicamente en los cultos y los que no han venido han estado presentes porque hemos pedido por ellos a la virgen en estos días, porque ella es consuelo de todos, creyentes y no creyentes».

Destacó también la mirada a la familia que se ha dado desde el novenario, donde los distintos obispos que han participado como predicadores han puesto de manifiesto todas las situaciones que atraviesa el núcleo familiar y han pedido a la patrona su protección para las situaciones de violencia de género.

Monseñor Rubio recurrió a la definición que de la Fuencisla hace su himno como «fuente que mana», y aseguró que los segovianos «pedimos a nuestra patrona que nos enfervorice para que nadie pase hambre ni sed de Dios». Además, señaló que la virgen es «refugio y guía de todos, y volveremos a invocarla el año que viene y todos los días en su santuario».

Tras las palabras del obispo, tuvo lugar una breve procesión por el interior de la Catedral que comenzó desde la capilla de San Antón para recorrer el trascoro y concluir ante la entrada de la Capilla del Santísimo Sacramento, donde la carroza con la imagen de la virgen quedó expuesta para recibir el último homenaje antes de su traslado, que llegó de la mano del grupo de danzas «Emperador Teodosio» con una selección de jotas tradicionales, dedicadas algunas de ellas a La Fuencisla.

La interpretación del himno nacional a cargo de la banda de la Escuela Municipal de Música y el cántico de la Salve pusieron fin al acto de despedida; tras el cual las camareras de la virgen procedieron a preparar a la imagen para su regreso al santuario, que se realizó en un vehículo particular. Pese al carácter semiprivado del traslado, fueron muchos los segovianos que se acercaron hasta el santuario para recibir de nuevo a la virgen, y su llegada fue saludada con aplausos y vítores al ser introducida en el santuario, donde desde ayer vuelve a ocupar su lugar en el camarín del retablo en el altar del templo.